En el marco de una nueva versión del Festival Internacional de Innovación Social, fiiS 2016, Julián Ugarte, director ejecutivo de Socialab -una de las entidades organizadoras del evento- realiza un balance positivo al desarrollo de la innovación social en el país. “Chile, Santiago, y ahora también las regiones, están liderando porque ha sido un fenómeno muy adelantado en comparación con otros países. Por ejemplo, Sistema B, en proporción al mercado, tiene más certificaciones en Latinoamérica, incluido Chile, que B-Lab, en el resto del mundo. Y Ashoka está eligiendo más emprendedores sociales por población en Chile. Acá está pasando algo bastante especial”.
Análisis que avala la última encuesta de la Fundación Thomson Reuters, “Los mejores países para ser emprendedor social 2016”, que ubica a Chile en el sexto lugar a nivel mundial, y en el primer Índice de Innovación Social de la Unidad de Inteligencia del periódico inglés The Economist, que destaca a nuestro país como líder a nivel regional en el puesto 18.
-¿A qué atribuye estos buenos resultados?
-Es difícil entender por qué pasa, pero creo que se debe a que Chile fue uno de los primeros países capitalistas de libre mercado muy marcado, casi un experimento, lo que le permitió un crecimiento importante. Al mismo tiempo, es solidario, tiene la Teletón y Techo, entre otras cosas. Esa solidaridad, que quizás son pocos momentos en el día a día, no conversaba con el modelo económico, pero hay una parte del país que está tratando de integrar esos mundos, el solidario y el otro más empático con los negocios, como una herramienta para mejorar. Esa vocación social se puede traducir de forma innovadora en algo sostenible y escalable.
-¿De qué manera los emprendimientos sociales están impactando en la sociedad?
-Los números de Socialab se pueden extrapolar. Hemos apoyado a 140 proyectos, con más de 32 mil aplicaciones, de 92 países. Hay casos emblemáticos, como Algramo que posibilita ahorros a la gente de escasos recursos en su canasta básica; y Hora Salud, que está eliminando las filas de los consultorios, haciendo reservas de horas, por ejemplo, vía mensajes de texto. La suma de estos proyectos impacta a más de un millón de personas diariamente y la profundidad de ese impacto es distinta dependiendo del problema que está resolviendo.
-¿Cómo ve la ciudadanía este fenómeno?
-Ya no se concibe el emprendimiento como algo meramente económico, sino como alguien que está resolviendo un problema público, del país o de una industria. Por eso premian las buenas iniciativas.
-¿Se están adaptando las empresas tradicionales a estos cambios?
-Si una empresa no genera valor a la sociedad y genera valor sólo a sus dueños, no tiene sentido que exista, porque está destruyéndola. Hoy, las empresas no necesitan innovar por innovar, sino adaptarse a un momento donde la sociedad está pidiendo un impacto positivo que no se está cumpliendo. Si los bancos no se esfuerzan por bajar las tasas, Cumplo va a seguir creciendo y, probablemente, el crowdfunding va a ser los nuevos bancos, si Nestlé o Unilever no se esfuerzan por bajar el precio a sus productos para que llegue de mejor forma a las personas que tienen menores recursos, Algramo va a crecer, y así las industrias van a cambiar.
-En este contexto, ¿ha aumentado el interés de los empresarios por involucrarse en iniciativas de carácter social?
-Veo que iniciativas como iF, Socialab, Casa Co, o el fiiS, atraen a muchos empresarios y empresas como BancoEstado, Fundación Minera Escondida, VTR y BCI, entre otras. Y cada vez son más, porque se dan cuenta que algo está cambiando. Veo una preocupación en el ambiente y ven en este tipo de instancias y organizaciones una oportunidad de hacer las cosas de manera distinta.
-¿Cuál ha sido la respuesta de los consumidores?
-Nos estamos empezando a dar cuenta, como ciudadanos, que con nuestra plata y nuestra elección estamos manteniendo el sistema y que si no nos gusta que haya pobreza, no deberíamos gastarnos todo el dinero en lo más barato y que paga menos sueldo. La información se está empezando a transparentar y eso va a permitir que se tomen mejores decisiones. Los consumidores van a presionar para que las empresas sean “más B” y comiencen a generar un impacto positivo, las que no lo hagan van a quebrar.