En 2014 y 2015, cuando se discutió en Chile la hoja de ruta con la política energética a 2050, se definió un conjunto de metas en las que la energía nuclear no se priorizó, pero tampoco se descartó.
No obstante, buscando evaluar su viabilidad en el futuro, el Ejecutivo encargó a la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN) estudios de Opinión, Tecnología Nuclear y Ciclo del Combustible, Viabilidad Económica, Seguridad Nuclear, Impactos Ambientales Positivos y/o Negativos, Consideraciones para el Emplazamiento, Requerimientos en Infraestructura y Capacidad Nacional (manejos de accidentes e industrias complejas), para revisar la posibilidad de incorporarla a la matriz. Estos serán revisados por el gobierno en 2020.
Los estudios -realizados por la entidad junto a la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA, por su sigla en inglés) y consultoras externas- fueron reactivados el 30 de diciembre de 2015. El primero de ellos, de Opinión y Estrategia de Comunicaciones sobre los usos de la Tecnología Nuclear en Energía y Medio Ambiente, se licitó en junio de 2016, por un monto de $ 40 millones, el que ya está en curso.
Para 2017 se asignarán $ 150 millones para estudios, en un número aún no definido, lo que indica una reactivación de la discusión. De hecho, en los últimos dos años, la CCHEN ha destinado parte importante de los recursos para implementar las nuevas instalaciones del Laboratorio de Metrología de Radiación Ionizante -el único en Chile para calibración de equipos de medición de radiaciones-, las que contemplan una inversión de $ 1.600 millones en un horizonte de tres años.
“Estas son tecnologías que van evolucionando y Chile tiene condiciones especiales en relación a otros países, porque es sísmico. En todo caso, si se determina que se construya una planta de energía nuclear, tomará entre ocho y diez años en materializarse, dado que son proyectos de largo plazo”, explica Patricio Aguilera, director ejecutivo de la CCHEN.
Comenta que la energía nuclear de potencia podría ser una solución ante los desafíos que impone el cambio climático, porque emite cero gas efecto invernadero.
Además, sostiene que pese a ser una tecnología más costosa, su potencia y eficiencia es mayor a las de Energías Renovables No Convencionales (ERNC), porque es más estable y se inyecta fácil al sistema.
En Chile, expresa, se está pensando en estudiar los reactores modulares, porque son más seguros, la construcción es de menor tamaño y con una mayor eficiencia de contención.
Según la IAEA, los reactores modulares pequeños producen entre diez y 300 Megawatts (MW), en lugar de los 1.000 MW generados por uno típico. Y se caracterizan por el enfriamiento natural que permite funcionar en ausencia de energía externa.
Países retoman planes
Si bien tras el terremoto y tsunami que afectó a Fukushima en Japón, varios países congelaron el desarrollo de esta energía, hoy se sabe que la falla estuvo en el diseño y no en el sistema antisísmico. Según Aguilera, ambos desastres naturales no dañaron los reactores, sino que la planta que sustentaba el circuito de enfriamiento se inundó, siendo una falla humana, puesto que no debió estar a ese nivel.
Así, desde hace un par de años Japón, Inglaterra, China, Holanda, EEUU y Corea, además de México, Brasil y Argentina están ejecutando proyectos en la materia.