Lo que hemos vivido en estas últimas semanas nos sitúa en extremos diversos de nuestra sociedad. En el dolor de las familias afectadas por los incendios, de aquellos que lo han perdido todo y se encuentran rodeados de cenizas, algunos de ellos que ya lo habían perdido todo hace 6 años en el terremoto y estaban reconstruyendo sus vidas. Otros, con una mezquindad indignante, se dedican a hacer cálculos políticos y buscar su propia ventaja en la tragedia. También vemos a muchos que con el alma despejada de prejuicios e inspirados por el amor a las personas se han dispuesto a ayudar de diferentes formas.
Desde mi posición en TECHO he podido ver como más de 5.000 jóvenes se inscriben con ansiedad por ir en ayuda de los afectados y entregar un espacio importante en sus vidas para estar cuatro o más días conviviendo y trabajando en el lugar con aquellos que más los necesitan. Asimismo, muchos empresarios han colaborado con generosidad disponiendo recursos monetarios y capacidad de gestión para superar la emergencia y luego aportar a la reconstrucción no sólo de viviendas o escuelas u otra infraestructura, sino también a las personas y el ecosistema en su conjunto. Por supuesto los bomberos, el personal de Conaf, de la Onemi y tantos organismos del Estado u organizaciones sociales que están entregándolo todo para superar esta situación.
Así, aparece ese Chile solidario y comprometido con sus compatriotas, con cada una de las personas y sobre todo con el más desvalido, el que sufre, el marginado, aquel al que le hemos negado tantas oportunidades. ¿Cómo hacemos ahora para que esto no pase junto con el calor del fuego extinguido?, ¿Cómo podemos rescatar y hacer perdurar estos valores en nuestra sociedad que otras veces es tan poco consciente de la realidad?
Partamos por generar un diálogo constructivo. Busquemos a las personas que quieran construir un Chile mejor para todos y alejémonos de aquellos que sólo quieren un Chile mejor para ellos. Al permanente “chaqueteo”, a la crítica incesante, a los comentarios maliciosos, a los discursos llenos de prejuicios, al desprestigio permanente de las instituciones y las personas y, a todo lo que destruye el alma de Chile respondamos -como alguna vez le escuchamos decir al rey Juan Carlos de España- “por qué no te callas”… y luego aportemos con un comentario esperanzador, constructivo y alegre, mirando hacia un Chile lleno de amor que quiere desterrar el odio, los prejuicios, la desigualdad y la injusticia.