Roger McNamee: El ansia de poder de las grandes empresas de tecnología
Como ciudadanos, todos tenemos que reconocer que las plataformas de Internet ahora tienen tanto o más impacto sobre nuestras vidas que nuestros gobiernos”.
- T+
- T-
estamos empezando a entender los daños que las plataformas de Internet causan a la salud pública, la privacidad y la competencia, pronto enfrentaremos una amenaza todavía más fundamental por parte de las grandes empresas de tecnología. En una época en que las instituciones de la democracia liberal ya son débiles, Google, Facebook, Amazon y Microsoft están desafiando a los gobiernos democráticamente electos, al ofrecer sus propios servicios como alternativa.
Hace apenas 20 años, las empresas tecnológicas estadounidenses interactuaban poco con el gobierno federal, más allá de pagar impuestos. Los ingenieros creaban productos que empoderaban a los clientes y el gobierno los alentaba a avanzar.
Pero después del 11 de septiembre de 2001, la comunidad de inteligencia colaboró con las plataformas digitales líderes -comenzando con Google- para reunir datos que pudieran ser usados para evitar ataques. Por otra parte, a partir de 2008, Google, Facebook y otros se convirtieron en herramientas indispensables para los políticos. La íntima relación de esa industria con el gobierno de Barack Obama las protegió del escrutinio, mientras se perfeccionaba lo que Shoshana Zuboff, de la Escuela de Negocios de Harvard, llama el “capitalismo de vigilancia” (ver columna en Pag. 2).
La primera evidencia de que las plataformas en Internet podían afectar el mundo real a escala de países llegó en 2016 con el Brexit en el Reino Unido y la elección presidencial de EE.UU. Desde entonces, éstas han permitido la interferencia electoral en muchos otros países y, sin ser conscientes de ello, influyeron sobre el genocidio en Birmania, el terrorismo en Nueva Zelanda, asesinatos masivos en Estados Unidos y Europa, y brotes de sarampión en países donde la enfermedad había sido eliminada. Ahora se las usa regularmente para distribuir desinformación, fomentar el extremismo violento y polarizar electorados.
No creo que la intención de las plataformas de Internet fuera permitir eso. Pero sus modelos de negocio, algoritmos y culturas internas llevaron a que resultaran inevitables. Como ciudadanos, todos tenemos que reconocer que las plataformas de Internet ahora tienen tanto o más impacto sobre nuestras vidas que nuestros gobiernos. Cuando Facebook prohíbe imágenes del amamantamiento, sus usuarios no pueden apelar la decisión, incluso si viven en un país que protege constitucionalmente la expresión. Y cuando cambia sus políticas para permitir la publicidad falsa en las campañas políticas, básicamente está invitando a que se realicen más ataques contra nuestras elecciones y, con ello, contra la propia democracia.
Peor aún, las sociedades abiertas deben ocuparse de los daños de las plataformas de Internet. Las iniciativas más serias a la fecha -el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea y la Ley de Privacidad de los Consumidores de California-solo abordan una pequeña parte del problema. Los responsables de las políticas están recién empezando a entender el funcionamiento del capitalismo de vigilancia.
Mientras tanto, Google, Facebook, Amazon y Microsoft ya han pasado a la siguiente etapa: desplazar los servicios provistos tradicionalmente por el gobierno. No son las primeras en hacerlo, pero sus ambiciones y medios superan con mucho los de otros corsarios corporativos, como la industria de las prisiones con fines de lucro.
Cada una de las empresas de las plataformas líderes tiene una meta clara. Algunas son explícitas, como “organizar la información del mundo” (Google) o unir al mundo en una única red (Facebook). Otras se pueden inferir por su comportamiento: Amazon busca ser la columna vertebral de la economía y Microsoft, el socio tecnológico de empresas y gobiernos. En cada uno de esos casos, el objetivo no declarado es el control.
No satisfechas con los beneficios del capitalismo de vigilancia, las plataformas están pasándose agresivamente -y de manera desafiante, en algunos casos- a nuevos mercados.
Por ejemplo, Sidewalk Labs (subsidiaria de Alphabet) ofrece manejar los servicios gubernamentales a cambio de los datos públicos y poder de decisión. Ya sea por diseño o por accidente, este modelo de negocios podría desplazar gradualmente las elecciones personales y reemplazar la democracia con algoritmos.
De igual forma, con el lanzamiento de su criptomoneda Libra, Facebook está tratando de competir con el dólar estadounidense y el euro. Aunque inicialmente, Libra contaba con el apoyo de empresas líderes de servicios financieros, su presentación generó una violenta reacción y muchos de esos socios la han abandonado. Pero independientemente de lo que ocurra con Libra, Facebook seguirá desempeñando un papel gigantesco para socavar la democracia.
Su abierta voluntad para facilitar la difusión de falsedades comprobadas, junto con la crítica de su director ejecutivo a una candidata presidencial demócrata líder (Elizabeth Warren), sugiere que la empresa no teme anteponer sus propios intereses a los del país.
Por su parte, Amazon actuó agresivamente para obtener contratos gubernamentales, y proporciona una amplia gama de servicios de información a agencias federales y locales. Ha ofrecido productos de reconocimiento facial al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE), incluso pese a los sesgos implícitos de esos programas contra las personas de color.
Amazon también está usando su línea Ring de timbres inteligentes para lograr acuerdos de cooperación con los departamentos locales de policía. Con la aprobación previa de los propietarios de las viviendas, los funcionarios de las fuerzas del orden pueden acceder a las transmisiones de video de Ring. Los defensores de las libertades civiles y los expertos están comprensiblemente preocupados, porque cuando se las combina con tecnología de reconocimiento facial, las redes de timbres Ring permitirán nuevas formas de vigilancia, potencialmente inconstitucionales. Los periodistas también han descubierto que los acuerdos de Ring otorgan a Amazon una excesiva influencia sobre la forma en que las agencias del orden se comunican con el público.
Menos osadas, pero no necesariamente menos problemáticas son las nuevas iniciativas de Microsoft. Por ejemplo, su trabajo en inteligencia artificial incluye aplicaciones que automatizarían la vigilancia policial. Al igual que con el reconocimiento facial, las primeras aplicaciones de vigilancia policial con inteligencia artificial han estado plagadas de sesgos implícitos. Independientemente de que sea resultado de mala ingeniería o preferencias del cliente, la verdad es que nadie ha encontrado todavía una solución al problema. Se encontraron sesgos algorítmicos en una amplia gama de aplicaciones, como programas que revisan currículos y solicitudes de créditos hipotecarios.
Durante las dos últimas décadas, las plataformas líderes de Internet aprovecharon la desregulación y los vacíos legales para construir empresas de alcance mundial y amasar una enorme riqueza. El éxito engendró arrogancia, especialmente en Facebook y Google: ambas desafiaron a los responsables de las políticas en contextos en que otras corporaciones no lo han hecho. Ambas empresas inicialmente se negaron a enviar a sus directores ejecutivos a las primeras audiencias parlamentarias sobre interferencia electoral. Mark Zuckerberg, de Facebook, sistemáticamente evitó testificar ante los comités parlamentarios en Canadá y el Reino Unido, dos de los mayores mercados de Facebook. Cuando los ejecutivos de Facebook y Google comparecieron frente a los organismos de supervisión, a menudo se han mostrado reservados y evasivos.
Estas empresas ahora dominan nuestras vidas, a menudo en formas de las que ni siquiera nos damos cuenta. No han sido elegidas, no deben rendir cuentas, y están reemplazando la autodeterminación y la toma de decisiones democráticas con procesos algorítmicos. Las sociedades abiertas no pueden permitir que las corporaciones se comporten de este modo. Como ciudadanos debemos exigir que nuestros gobiernos las hagan entrar en vereda mientras todavía tienen el poder para hacerlo.