por Daniela Paleo
La noche del maremoto hubo un pequeño e inusual temblor en la isla Robinson Crusoe. Claudio Matamala (37) se despertó con el movimiento, pero no quiso preocupar a sus dos hijos. Recibió el llamado de un familiar avisándole sobre el terremoto en el continente. Que se preparara porque había sido grande, muy grande. Que podía llegar una ola a la isla. Y se quedó esperando a que pasara algo refugiado en su casa, una de las más altas del poblado. Y llegó.
“Estuve en la escalera mirando todo mientras los niños dormían, no lo podía creer. Los días que siguieron al maremoto fueron terribles, mirábamos hacia abajo sin entender cómo podría haber sucedido algo tan grande, además que murió tanta gente. Acá todos nos conocemos, prácticamente somos todos familia, todos perdimos algo”, relata Claudio.
Un año y cuatro meses después, los isleños coinciden en que el proceso de reconstrucción ha sido rápido, pero sobre todo, bonito. Que han visto a las familias más afectadas volver a sonreír. A pesar de que la catástrofe dejó la totalidad de las viviendas y comercio de la costa destruidas, los habitantes del poblado de San Juan Bautista en la isla Robinson Crusoe - la única habitada del Archipiélago Juan Fernández- han sabido ponerse de pie a punta de esfuerzo, con frío, con lluvia, pero con una sonrisa en la cara.
La ayuda organizada por la fundación Desafío Levantemos Chile -dirigido por Felipe Cubillos-, la Armada, Minera Doña Inés de Collahuasi y el Servicio Cooperación Técnica (Sercotec), han sido fundamentales en el proceso de reconstrucción, y así lo confirma a quien se le pregunte en las calles del pueblo. A eso se suma la presencia del cantante Keko Junge, que ha sido un puntal importante a la hora de subir el ánimo en las frías noches de la isla.
Piedra a piedra
Después de casi 28 horas de un viaje en alta mar en el Aquiles, -uno de los buques de la Armada-, comienza a aparecer detrás de una densa neblina, el archipiélago Juan Fernández. Los cerca de 800 habitantes de Robinson Crusoe reciben mes a mes a los marinos que se ocupan de descargar -día y noche- los materiales que llegan del continente, con los que los mismos isleños han vuelto a levantar lo destruido gracias a la instrucción de técnicos que viajan de Valparaíso a la isla.
Claudio Matamala es uno de los isleños beneficiados por el programa de ayuda. Oriundo de Olmué, llegó a la isla hace nueve años como turista, se enamoró de la tranquilidad y la distancia, y se quedó viviendo en las alturas del cerro.
A su casa se llega preguntando por el “cervecero”; así es conocido entre los lugareños por su trabajo. Él es el responsable de que Juan Fernández tenga una cerveza propia: Insular. “Empecé buscando en Internet el proceso de la elaboración de cerveza. En ese tiempo yo trabajaba en el Departamento de Obras de la Municipalidad de la isla, los niños entraban a las 8 a.m. al colegio y después me iba a la oficina donde tenía media hora libre, entonces buscaba información al respecto hasta que logré aprender de a poco”, explica.
Claudio ha ido comprando las máquinas necesarias con la ayuda de Sercotec y las ha instalado en su propia casa. Tres estilos de cerveza son las que vende: rubia, ámbar y negra, y tienen el nombre de cada una de las islas del archipiélago: Robinson, Selkirk y Santa Clara. “Más adelante, la idea es agrandar la parte de atrás para que los turistas puedan ver el proceso de elaboración, tener una terraza donde se puedan sentar a admirar el paisaje y tomarse una cerveza”, explica.
Con él, el desarrollo de Juan Fernández se ha ido abriendo paso, no sólo con la reconstrucción, sino que también con el fortalecimiento del turismo.
Francisco Balbontín también vive del turismo, pero no en el cerro sino que al lado del mar. Su casa se salvó por poco de la ola, pero su lugar de trabajo no tuvo la misma suerte. Afortunadamente, también ha recibido ayuda del programa del Desafío. “El proceso de reconstrucción ha sido bien bueno. La isla ha cambiado harto, el pueblo está más bonito, como la plaza por ejemplo, que desapareció con el maremoto y ahora está casi lista”, cuenta Francisco, quien se ha encargado de levantar con sus propias manos su local junto a cuatro artesanos más a orillas del mar.
La ola que llegó a Juan Fernández la madrugada del 27 de febrero de 2010 dejó 10 personas muertas, seis desaparecidas y destruyó cerca del 20% del pueblo, pero bastan sólo dos días en la isla para saber que el desafío de reconstruir el poblado se cumplirá en un futuro no muy lejano.
Inauguración del comercio
Varias inauguraciones se han hecho este año en Juan Fernández, indicio de que las cosas marchan por terreno seguro. La semana pasada se abrieron al público 16 locales comerciales en la isla, orientados a la atención y recepción del turismo que ahí llega. El costo fue superior a los
$ 238 millones, aportado por empresas e instituciones de gobierno.
Felipe Cubillos, director de Desafío Levantemos Chile, destacó la labor de los isleños. “Lo que más nos conmueve en Juan Fernández, es que esto lo construyeron ellos. Nosotros lo trajimos, ayudamos a que esto fuera posible, pero la gente reconstruyó. Esperamos ser un ejemplo para el mundo de cómo se hacen las cosas. Que el mundo sepa que Juan Fernández está de nuevo de pie”, dijo.
La minera Collahuasi además se ha involucrado de cerca con la reconstrucción en la isla, con la construcción de una nueva escuela -que fue destruida por el maremoto-, y también con un plan educacional a largo plazo. Como se ve, energía hay de sobra para seguir levantándose.