Para el capellán del Servicio Jesuita a Migrantes, el Santo Padre tenía “rasgos de una figura que se asemeja a Juan XXIII y a Juan Pablo II en el sentido del carisma (...) con una capacidad de inspirar”.
“Sus últimas 48 horas son de una abnegación sobrecogedora. Ojalá algún día sepamos lo que conversó con Vance (vicepresidente de EEUU)”.
- ¿Cuál fue el legado del Papa Francisco hacia la Iglesia Católica?
- Era muy raro que Francisco no te sorprendiera con su experiencia pastoral en Buenos Aires y además con su formación en espiritualidad Ignaciana muy del diálogo con la cultura, la literatura, el barrio, traduciendo las palabras de Jesús en contemporáneas. Creo que en esa figura carismática, había en él un reformador.
- ¿Cómo lo definiría?
- (Fue) un reformador de la Iglesia que se adentra en su posicionamiento público. Él nos pidió convertirnos al clero, a la médula del Evangelio. Dejar las lógicas de funcionario eclesiástico trabajando para una institucionalidad en zona cómoda.
Y la conversión a la médula del Evangelio la instala tempranamente, donde declara que necesitamos ser una Iglesia en salida, dejando de jugar como local, evitando estar instalados en la oficina esperando que la gente se adapte a tu lenguaje y salir a los territorios, a los barrios, a las poblaciones, a la ciudad, al campo.
“(Él) siempre estaba pensando desde los que se van quedando atrás”.
(Al Sumo Pontífice) lo está inspirando su espiritualidad cristiana católica de ignaciano, que acredita que Dios llega a cada persona antes que el sacerdote. Entonces, la pega del misionero o de la religiosa, simplemente es de reconocer que ahí está Dios.
Como reformador, Francisco nos incomodó a todos. Ciertamente nos incomodó a los jesuitas porque era uno de los nuestros y nadie es profeta en su tierra. No esperábamos tener jamás un compañero de Jesús como Papa.
Sin canonizar a Francisco, porque no es necesario canonizar a alguien para creer que su vida, sus decisiones y sus combates son inspiradores. No se trata de negar su sombra. Algunas sombras son muy profundas.
Legado en Chile
- ¿Se reflejó esto en la visita a nuestro país?
- Lo que ocurrió en su visita nos incomodó en el sentido de hacernos salir de nuestros roles, de ponernos en una actitud más misericordiosa y de tener una prioridad clara por los descartados (personas con algún tipo de carencia) en sus distintos rostros.
Hay que pensar en el centro de la periferia, pensar el poder desde la periferia. La élite desde las periferias (...) Siempre estaba pensando desde los que se van quedando atrás, de los que están al margen de los sistemas, para encarar a los que están en posiciones de poder para darnos cuenta de qué mundo le vamos a dejar a esas comunidades que sufren.
- ¿Cómo ve este legado entre los fieles chilenos?
- Quedé con una experiencia frustrante de su visita a Chile y creo que él también, pero no porque lo hayamos conversado. La Iglesia chilena, los obispos, las comunidades quedamos un poco frustrados porque hubo un desencuentro muy grande entre las agendas de la escucha de las víctimas de los abusos intraeclesiales.
Existe el derecho al tiempo en la persona que ha sufrido abuso sexual o encubrimiento de poder y, por mucho que se demore décadas, uno tiene que saber reconocer y entender su contexto.
También hubo desencuentros en la preparación de su visita. Hubo un Papa Francisco lejano, salvo algunos hitos inspiradores en la Catedral y la cárcel. Pero fue un Santo Padre que no pudo hacer lo que él hubiera deseado hacer, que era inspirar los procesos de conversión de la Iglesia para que fueran a la médula del Evangelio.
Fue un balance duro y el episcopado chileno quedó en entredicho. Fue citado, tuvieron que poner sus puestos a disposición y él (Francisco) lso fue confirmando y fue después renovando nuevos obispos, que son los que hoy se están sumando a la tarea pastoral.
Últimas horas
- ¿Y en la comunidad jesuita, qué huella dejó?
- Nosotros teníamos hitos donde los jesuitas de todo el mundo nos reunimos, donde vamos redefiniendo nuestros lineamientos y nuestro superior mayor. Entonces, estábamos muy expectantes por cómo iba a ser nuestra relación con este hermano, este compañero de Jesús que ahora era nuestro Santo Padre.
Fue una relación muy bella. En (Jorge Mario) Bergoglio se nota la acción del Espíritu Santo. Se nota cuando está y cuando no.
Y al mismo tiempo se nota cuando está inspirado por la acción del Espíritu, que lo hizo sencillo, osado, jovial, cercano, valiente y muy abnegado.
De hecho, sus últimas 48 horas (de vida) son de una abnegación sobrecogedora. Ojalá algún día sepamos lo que conversó con (el vicepresidente de EEUU) J. D. Vance. Porque yo me imagino que no debe haber sido una conversación tan fácil en sus últimas horas de vida y él debe haber concentrado toda su valentía y lucidez para mostrarle la crueldad de lo que está significando la deshumanización de miles de personas en deportaciones inesperadas, contra la ley.
En sus últimas horas de vida, eso habla de una magnanimidad muy grande, en un hombre frágil, con carácter duro, en un hombre que en sus tiempos de simple jesuita era una persona como todos nosotros con su carácter fuerte. Ahí se nota la mano del Espíritu Santo.