Política

Daniel Innerarity, Filósofo y ensayista español: “El malestar se alivia radicalizando la propia posición ideológica”

Uno de los grandes pensadores a nivel mundial analiza la elección chilena del próximo domingo y las complejidades de la acción política en sociedades irritadas.

Por: Rocio Montes | Publicado: Viernes 17 de diciembre de 2021 a las 04:00 hrs.
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Rocio Montes

Los libros, columnas y mensajes en las redes sociales del filósofo y ensayista español Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) son referentes fundamentales para los que aspiran a comprender la política. Porque cuando se refiere a algún asunto específico de un país particular, en medio de un mundo globalizado, parece hablar a su vez de muchos otros lugares. Académico de filosofía política y social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y autor de obras centrales sobre las transformaciones de la democracia contemporánea –como "La política en tiempos de indignación" (2015), "Política para perplejos" (2018), "Una teoría de la democracia compleja" (2020) y "Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus"–, observa con especial atención las elecciones chilenas y su relación con otros fenómenos mundiales.

– ¿Hay algo en común entre las distintas sociedades del mundo tras la pandemia? Se observa cierta irritación, como lo vemos hoy en Chile...

–Parece bastante lógico que estemos todos irritados teniendo en cuenta de dónde venimos, cuánto dura y qué lejana se ve todavía la salida de la pandemia. Hay que tener en cuenta que las vacunas no son toda la solución, sino una parte de ella. Una vez conseguida la inmunidad biológica, como esperamos a través de las vacunas que distribuye el sistema sanitario, es necesario ocuparse de la inmunidad social, es decir, trabajar en la respuesta del resto de los sistemas (educativo, político, económico...) para que no sucedan crisis tan graves o para que nos encuentren mejor preparados y con mayor capacidad para reparar los daños que producen en la sociedad.

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– ¿Cómo esta irritación -la gente con posiciones irascibles- impacta en la política?

– Ocurrió también con la anterior crisis económica y la gente se fue hasta el extremo. El malestar se alivia buscando un culpable o radicalizando la propia posición ideológica, aunque ello no contribuya a la solución de los problemas que causaron ese malestar.

– ¿En qué medida las redes sociales aportan a este estado de "inestabilidad permanente, turbulencias políticas, histeria y viralidad", como usted ha caracterizado a este tiempo?

– En las redes sociales encuentran un mayor eco las posturas radicalizadas, el anonimato juega en favor de las apuestas fuertes o el desprecio hacia la realidad. Es algo que suele estar atemperado en los medios en los que uno firma, donde hay alguien que se hace responsable de los contenidos y la libertad de expresión está más equilibrada por el principio de responsabilidad. Hay que tener en cuenta que en las redes se difumina la distinción entre información acreditada y conversación pública, lo que implica una enorme ganancia de libertad, pero que tiene no pocos inconvenientes.

– El escritor y crítico literario chileno Pedro Gandolfo escribía en su columna de El Mercurio: "Pocas campañas presidenciales de que tenga recuerdo han sido tan desagradables, extenuantes y, en buena medida, vanas, que la que, por fin, resolverá la próxima semana". ¿Le suena conocido este reclamo?

– Esta campaña ha tenido alguna peculiaridad, pero en general las campañas son momentos de máximo tensionamientos, se magnifican las diferencias, se desacredita la opción contraria.

En sí mismo, ese fenómeno no sería demasiado preocupante si no fuera porque todo el proceso político se ha contaminado de esa lógica: se gobierna también como si se estuviera en campaña, es decir, con grandes dificultades para la transacción, compitiendo sin dejar apenas espacio a la colaboración.

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– ¿Observa que las posiciones se están polarizando? En varios países del mundo ocurre lo de Chile, donde la moderación está de capa caída...

– Las encuestas de muchos países dicen que en estos últimos años ha aumentado la gente que se identifica con los extremos, pero el fenómeno más inquietante es la radicalización de los conservadores. Donde antes teníamos un conservadurismo moderado y sistémico, se encuentra ahora una derecha a la que no le plantea ningún problema llegar a acuerdos con la extrema derecha, que duda entre mantener sus señas tradicionales de identidad o adoptar acciones y discursos propios de los actores más radicales.

– ¿Existen elementos comunes que permitan explicar un cierto resurgimiento de la derecha más extrema?

– La nueva derecha tiene tres rasgos que la distinguen del conservadurismo tradicional: una actitud nada conservadora, un belicismo radical frente al adversario y un desprecio hacia las reglas comunes. La nueva derecha se distingue del conservadurismo clásico en que pretende una transformación rápida y completa de la sociedad, mientras que los partidos conservadores, como su nombre indica, preferían mantener el statu quo y modificarlo tan poco como sea posible.

La segunda característica del conservadurismo radicalizado es una estrategia de polarización que va más allá del tradicional combate bipartidista. Una cosa es criticar lo que la izquierda hace cuando está en el gobierno y otra negar la legitimidad de la izquierda para gobernar. Pero, tal vez, la característica más definitoria de esta nueva derecha sea la voluntad de ruptura de las reglas comunes.

– ¿En qué sentido? ¿Podría dar un ejemplo?

– La ruptura de las normas comunes forma parte de la celebración que acompaña su identidad y su estrategia de comunicación. Este distanciamiento se ha convertido incluso en un elogio de la desobediencia social desafiando algunas prohibiciones durante la pandemia, en una crítica de lo que consideran paternalismo del Estado. Pensemos en lo que está ocurriendo ahora mismo en Alemania con el movimiento anti-vacunas. Hay en ello una exhibición de superioridad individual pues, como es bien sabido, las normas, en las organizaciones y en las sociedades, protegen fundamentalmente a los débiles.

El factor confianza

– ¿Qué ha implicado la pandemia para la democracia representativa? Veníamos de un mundo indignado y perplejo....

–La democracia ha estado siempre bajo la sospecha de ser incompetente, sobre todo ante situaciones de urgencia y especial gravedad. Pero puede que el verdadero debate no sea el que compara democracias impotentes y autocracias poderosas, sino otro en torno al nivel de confianza de las sociedades.

Más relevante que la distinción entre sistemas autoritarios y democráticos es la que hay entre sociedades con mucho o poco capital de confianza colectiva. En un país de elevada confianza la ciudadanía se fiaría de la competencia de las élites para dirigirlo y las élites confiarían en la responsabilidad de la gente para conducirse sin poner en riesgo la salud pública. El mayor valor político y social es la confianza.

–En Chile, una parte del electorado parece muy comprometida en torno a las dos candidaturas que se disputan La Moneda en la elección del domingo. ¿Esto asegura un presidente con alto apoyo por mucho tiempo? ¿O los electorados siguen siendo tan volátiles, que quitan popularidad rápidamente?

– Todo dependerá de que el nuevo presidente sea capaz de generar esa confianza a la que me refiero y entienda que el relativo fracaso de los partidos clásicos es más bien coyuntural, pues sin ellos es muy difícil gobernar y llevar a cabo los cambios que necesita la sociedad chilena.

– ¿Cómo observa la política chilena desde donde se encuentra?

– Muy necesitada de un nuevo presidente que no implique una marcha hacia atrás, que trabaje en sintonía con la nueva mayoría constituyente y que entienda que las grandes transformaciones que requieren nuestras sociedades exigen realizar transacciones, implicar a la sociedad y generar confianza.

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