Mario Marcel tiene muchas fotos en su oficina en el piso 12 de Teatinos 120: familiares, de sus pasos por organismos internacionales, por el Banco Central y otras más actuales en su rol como ministro de Hacienda, cargo en el que hoy cumple tres años.
Entre las últimas imágenes, hay una especial a la que le está buscando espacio: una tomada tras la aprobación de la reforma de pensiones en el Congreso el pasado 29 de enero, cuya postal principal es el abrazo que se dio con su par del Trabajo, Jeannette Jara.
Dicha anécdota refleja lo que el ministro considera uno de los puntos más altos de la administración, con la aprobación del mayor cambio al sistema previsional en 40 años.
“Hoy mucha gente dice que la economía ha crecido poco, pero pocos recuerdan la magnitud del desequilibrio que había que resolver”.
- ¿Qué reflexión hace de estos tres años de Gobierno?
- La sensación que tengo es que la magnitud del desafío que había tres años atrás era quizás mucho mayor de lo que en ese mismo momento uno percibía.
- ¿En qué sentido?
- Todavía había huellas del Covid, todavía usábamos mascarillas, todavía había restricciones. Los últimos retiros de fondos de pensiones habían ocurrido unos meses antes y la inflación iba al alza, las remuneraciones iban a la baja y el mercado del trabajo estaba muy alterado. Había un Presupuesto aprobado que nadie sabía si se iba a poder implementar. La incertidumbre era muy alta por el proceso constitucional. Todos esos factores generaban un enorme desafío.
Además, había muchas cosas que no se veían en los números, pero que eran problemas. Había que resolver, por ejemplo, el financiamiento de la PGU, que venía muy incompleto.
“Había muchas cosas que no se veían en los números, pero que eran problemas. Había que resolver, por ejemplo, el financiamiento de la PGU, que venía muy incompleto”.
Hoy mucha gente dice que la economía ha crecido poco, pero pocos recuerdan la magnitud del desequilibrio que había que resolver. Y quizás lo más valioso es que ese ajuste se hizo sin un costo social, porque en ese mismo período la pobreza disminuyó y mejoró la distribución de ingresos.
- En lo personal, ¿qué ha sido lo mejor y lo peor de ser ministro?
- El momento más amargo, sin duda, fue el rechazo de la reforma tributaria. No solamente porque se haya frenado o haya sido una decepción en términos de la votación misma, sino porque en ese momento habíamos avanzado bastante en pensar cómo sería la etapa siguiente de discusión del proyecto en el Senado, lo que quedó postergado por un tiempo largo.
- ¿Pensó en renunciar entonces?
- Yo soy bastante pragmático, algo que heredé de mi padre, que era pequeño empresario. Así que inmediatamente empezamos a pensar en cómo seguir, porque no era algo que simplemente se pudiera dar por perdido.
- ¿Y el mejor momento?
- La aprobación de la reforma previsional fue un hito muy importante, por el hecho de haber logrado una reforma donde se había fracasado tantas veces y donde había tantas dudas sobre si se podía tener éxito. Además, fue producto de un diálogo con la oposición, con Chile Vamos, respaldado por instancias técnicas de trabajo. Y eso ocurrió no solamente con la reforma previsional, también pasó con el royalty minero y en buena medida con cumplimiento tributario. Ese es el tipo de cosas que a uno le gustaría ver mucho más seguido y probablemente el país estaría mucho mejor si eso fuera más frecuente.
- ¿Cuál cree que será su principal legado?
- Uno siempre tiene un sesgo personal en eso al ser el protagonista de la evaluación, así que prefiero que la evaluación del legado la hagan otros, retrospectivamente.
Lo que destacaría, en un plano más doméstico, es que en el Ministerio de Hacienda hemos formado un equipo muy cohesionado. Me emociona ver cómo mucha gente, nuestros coordinadores, la subsecretaria, la directora de Presupuestos, dedican una cantidad enorme de energía y tiempo en ayudar a resolver las cosas, diseñar reformas o proyectos. Me ha tocado dirigir muchos equipos en muchas instancias, pero nunca he tenido un equipo tan cohesionado y generoso como el que he tenido acá.
“El momento más amargo, sin duda, fue el rechazo de la reforma tributaria. No solamente porque se haya frenado o haya sido una decepción en términos de la votación misma, sino porque habíamos avanzado bastante en pensar cómo sería la etapa siguiente en el Senado”.
Programa vs. realidad
- Usted no estuvo en el período de campaña, pero ¿cómo ha visto el cambio en materia programática en estos tres años?
- Dos cuestiones que destacar. Primero, cómo se ha logrado tomar prioridades de la ciudadanía que no estaban ni en la agenda del Gobierno anterior ni estaban en el programa de Gobierno del Presidente Boric.
En el Consejo de Gabinete que tuvimos el viernes 28 de febrero, el Presidente dijo que la prioridad número uno del Gobierno es la seguridad ciudadana. Y si uno lo piensa, ése era un tema bastante abandonado durante el Gobierno anterior y que no tenía espacio en el programa electoral del actual. Y lo mismo en los temas de crecimiento. De hecho, el tema del crecimiento no estaba presente en el programa de Gobierno y ahora tenemos una agenda sectorial dentro del pacto fiscal que incluía 36 medidas procrecimiento, 20 proyectos de ley y en el cual ha trabajado todo el Gobierno.
- ¿Siente que logró convencer al Presidente de la importancia del crecimiento económico?
- El Presidente es una persona muy inteligente, que es capaz de captar el pulso de las cosas, tiene mucha apertura mental como para no quedar amarrado al pie de la letra a un conjunto de propuestas programáticas, así que no fue algo difícil. De hecho, con el Presidente, cuando él me propuso ser ministro de Hacienda, tuvimos largas conversaciones en aquella época sobre este tipo de cosas.
Junto con ajustar las prioridades, lo otro es cómo las propuestas programáticas, en términos de su implementación o los vehículos para hacerlo, se han ido transformando, pero sin necesariamente renunciar a los objetivos que se buscaban.
En el caso de la reforma previsional, el objetivo siempre fue mejorar las pensiones futuras y las actuales, reducir desigualdades del sistema y tener uno que fuera sostenible, pero las medidas específicas para lograrlo cambiaron.
“Me preocupa cuando se da la idea de que es fácil cortar el gasto público, porque requiere de mucho esfuerzo, habilidad y cooperación”.
Reflexiones constitucionales
- Un hito importante fue el rechazo de la nueva Constitución en septiembre del 2022. En ese momento usted señaló que votaría Apruebo. ¿Se arrepiente?
- Uno tiene que ubicarse en aquel contexto, donde el tema constitucional era muy central a todo lo que se discutía en materia de política pública y la economía, las que se veían envueltas en una enorme incertidumbre.
Había muchas cosas que estaban atravesadas por el tema de una nueva Constitución, aunque el peso que tenía un sector más radical dentro de la Convención, se había logrado moderar en algunas materias económicas. Me animaba entonces el afán de concluir el proceso y la idea de que muchos problemas se terminarían de subsanar en la legislación habilitante.
Mirando ahora hacia atrás, sin embargo, la cantidad de legislación que habría quedado pendiente para implementar esa Constitución, no sé cómo se podría haber conciliado con lo que se requería para conducir al país. Era bien complejo y la ciudadanía resultó ser más sabia.
El proceso constitucional se alargó con el segundo intento del Consejo Constitucional, que todos sabemos cómo terminó, concluyendo definitivamente en diciembre del 2023. Después de ello, la incertidumbre y las percepciones de riesgo bajaron mucho y ayudaron a completar la estabilización de la economía e iniciar la actual fase de crecimiento.
- Mirado en perspectiva, ¿volvería a señalar que votaría Apruebo?
- Mirando en perspectiva, dado el peso que tenía el proceso constitucional, creo que muchos actores más allá de los convencionales deberían haber sido capaces de aportar más a ese proceso. Mirado retrospectivamente, muchas cosas tendrían que haber sido distintas.
Balance fiscal
- ¿Qué reflexión hace sobre las polémicas por el manejo fiscal?
- Lo primero, hay que decir que, durante los primeros dos años de este Gobierno, toda la institucionalidad fiscal se robusteció sustancialmente. Se reformó la Ley de Responsabilidad Fiscal, se introdujo la regla dual, se introdujeron las metas anuales para el balance estructural, se hicieron cambios en la metodología del Producto tendencial y se incorporaron muchas medidas de transparencia. Si hoy tenemos un contexto más exigente para la gestión fiscal, es en buena medida por la decisión y la iniciativa del actual Gobierno.
¿Qué significa eso? Que, si se incumple una meta, hay que hacerse cargo de corregir el rumbo. Esto contrasta con lo que ocurría años atrás, cuando sólo había una meta formal para el término del Gobierno y, si hubiera surgido una diferencia importante en la recaudación tributaria respecto de lo estimado simplemente se habrían modificado las proyecciones intermedias. Ahora, en contraste, identificamos que hay un problema, que el Gobierno ha sido el primero en reconocer y el primero en comprometerse a subsanarlos y recuperar el camino de convergencia fiscal.
A mí lo único que me complica respecto del debate público es que se hacen generalizaciones para todo el período de Gobierno, cuando están a la vista los resultados fiscales de 2022 y 2023. También me preocupa cuando se da la idea de que es fácil cortar el gasto público, porque requiere de mucho esfuerzo, habilidad y cooperación.
- ¿O que va a dejar un país quebrado, como dijo Evelyn Matthei?
- Si uno toma las leyes de Presupuesto y se suman todos los ítems que se redujeron respecto al Presupuesto anterior para hacer espacio a otros gastos más prioritarios, el esfuerzo de reasignación es lejos superior a lo que se haya hecho en cualquier otro período de Gobierno. Ningún Gobierno ha reasignado más gasto que lo que hemos hecho nosotros. Y me refiero no a los recortes durante el año, sino que me refiero a la formulación presupuestaria propiamente tal.
Por otro lado, pese a que tenemos un año en que se incumplió la meta, la situación fiscal de Chile comparativamente a nivel internacional sigue siendo muy favorable. De hecho, los indicadores de riesgo país no se movieron cuando se conocieron los resultados fiscales de 2024. No hay una situación de crisis fiscal. Sí hay temas que tenemos que mejorar y sí es importante que los mejoremos y los resolvamos pronto antes de que se acumulen.
- ¿Siente que su frase de que Javiera Martínez es la mejor directora de Presupuestos que hemos tenido condicionó la discusión fiscal?
- Una cosa son las convicciones que uno tiene y otra cosa es lo que se dice públicamente cuando uno es autoridad, donde se deben considerar sus repercusiones.
Hoy nadie pondría en duda que en este período los desafíos para la gestión fiscal han sido muy superiores a los de gobiernos anteriores. La magnitud de las reasignaciones que se han hecho en cada Presupuesto, los ajustes que se han hecho durante el año, lidiar con cosas como la menor recaudación del impuesto a la renta, absorber el costo de la PGU que no tenía financiamiento… todo eso ha demandado un trabajo muy intenso.
Ahora, desgraciadamente en la política, a veces cuando uno dice algo provoca una reacción, pero para mí lo importante es que todo el trabajo que se ha estado haciendo, lo que se ha ido avanzando, a partir de los problemas que se identificaron en 2024, podamos continuar, completar, materializar en los próximos meses.