A nadie dejó contento el cuadro fiscal de 2024 que presentó la semana pasada la Dirección de Presupuestos del Ministerio de Hacienda que publicó en su Informe de Finanzas Públicas (IFP) del cuarto trimestre de 2024.
En el extenso documento, se expuso el resultado del balance estructural del año pasado, que arrojó un déficit de 3,2% del Producto Interno Bruto (PIB), es decir, 0,9 punto peor que la proyección que tenía el Gobierno y lejos de la meta de -1,9%.
Este es el saldo negativo más alto desde la pandemia (-10% del Producto) y, descontado ese momento, se trata de lo más crítico desde 2009.
“Es complicado el escenario porque se estiman holguras negativas hacia adelante, dejando sin espacio a mayor gasto… mientras que la deuda sigue creciendo y, con ella, el gasto en intereses”, dijo la economista jefa de Prudential AGF, Carolina Grünwald.
Para 2025, la cartera prevé que el déficit se reducirá a un 1,6% del PIB, pero de todas formas se trata de una cifra más alta que el -1,1% previsto con antelación.
El gerente de estudios de Gemines, Alejandro Fernández, calificó como “muy complicado” que el déficit estructural haya aumentado tanto.
Lo anterior, por cuanto “incrementa la duda respecto a la calidad de las estimaciones de ingresos y porque el crecimiento del gasto, que ya pareció excesivo luego de los ajustes realizados en 2024, sigue exhibiendo una expansión que parece insostenible en el tiempo, consumiendo todas las holguras (reales o imaginarias) que había y forzando a un ajuste severo en 2026, que deberá implementar el próximo Gobierno para evitar una rebaja en la clasificación de riesgo”.
La economista jefa de Prudential AGF, Carolina Grünwald, también puso sus ojos en la clasificación de riesgo. “Es complicado el escenario, porque se estiman holguras negativas hacia adelante, dejando sin espacio a mayor gasto… mientras que la deuda sigue creciendo y, con ella, el gasto en intereses. Se habla poco de lo rápido que crece la deuda, de lo que nos cuesta servirla y del impacto que este elemento pudiese tener en nuestra nota de clasificación de riesgo”, dijo.
¿Un nuevo ajuste?
Sobre el escenario fiscal, el economista jefe de Pacífico Research, Igal Magendzo, declaró que se ve complicado, preocupante, pero no alarmante. “Lo que nos dice es que al país no le da para que siga aumentando el gasto público como lo ha venido haciendo. Y no hay magia aquí, tendrá que haber algún ajuste. Lo bueno es que se puede hacer de manera que no sea tan doloroso”, afirmó.
“Sería positivo que se presente un plan de ajuste con amplio respaldo político, lo que le sube las chances de implementarse. Mientras antes comience, más positivo. La receta técnica no es muy complicada, este es un problema político. De ahí se deriva el riesgo”, agregó Magendzo.
A juicio de Fernández, parece imprescindible realizar un “apretón” importante de gasto este año, considerando que la estimación de crecimiento de los ingresos (8,4%) parece excesiva -más todavía en el caso de los ingresos cíclicamente ajustados-, aun tomando en cuenta la Ley de Cumplimiento Tributario y el mayor precio de tendencia del cobre.
El gerente de estudios de Gemines calculó que habría que recortar el gasto en unos US$ 3.000 millones, es decir, reducirlo en torno a 4% respecto del nivel considerado en el IFP.
Por otro lado, el director de Hermann Consultores, Jorge Hermann, evaluó que el ajuste del gasto debería ser de US$ 1.500 millones para lograr la meta de déficit estructural de -1,1%. No obstante, como los ingresos están sobreestimados el recorte debe ser aún mayor por un monto cercano a los US$ 4.000 millones, aseguró.
“La clave es priorizar medidas que fortalezcan el crecimiento económico de mediano plazo, la inversión y productividad. Ello debe ir acompañado de un ajuste fiscal adicional por el lado del gasto este año de al menos 0,5% del PIB. Así, debemos evaluar volver a apuntar a superávits fiscales estructurales en el corto plazo”, planteó, en tanto, el economista jefe para Latam de Itaú, Andrés Pérez.
¿Lo logrará el Gobierno?
“Parece muy difícil”, dijo Fernández, sobre la capacidad de la administración Boric de terminar su período con las cuentas fiscales ordenadas, y señaló que el prestigio del ministro de Hacienda, Mario Marcel, está en juego, “ya que el Gobierno y los partidos que lo apoyan no van a estar dispuestos a un recorte significativo del gasto como el que se requiere. Evidentemente, esto pone en duda, por decirlo cortésmente, la proyección de las cuentas fiscales hasta 2029”.
“Creemos que el deterioro gradual y persistente de las finanzas públicas de la última década continuará en los próximos años. Lamentablemente, el incumplimiento de metas fiscales ha ocurrido con cierta frecuencia, erosionando la credibilidad del marco fiscal”, declaró, a su vez, Pérez.
Magendzo cree que ordenar las cuentas fiscales es la intención de Marcel, pero posiblemente traspase una parte al próximo Gobierno, que hace sentido para suavizar el ajuste.
De hecho, el mismo ministro de Hacienda reconoció el incumplimiento de las metas fiscales 2024, pero al mismo tiempo que expresó la disposición a trabajar en post de recuperar la senda y alinearse con los logros obtenidos en los años previos.