El lunes 18 de julio una llamada telefónica alertó al ministro de Hacienda, Felipe Larraín, que los rumores de cambio de gabinete habían dejado de serlo: salía el ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine y entraba el senador Pablo Longueira.
Una semana después cuando retomó su agenda -tras unas cortas vacaciones- se encontró con que el nuevo ministro no sólo entregaba su opinión sobre los temas macro, como solía hacerlo Fontaine, situación que ya lo incomodaba, sino que también había abierto varias Cajas de Pándora, donde una reforma tributaria, un aumento del gasto público y el “no” a la concentración económica forman parte de las convicciones políticas-económicas de Longueira, que amenazan con enturbiar la gestión económica de Larraín, hasta ahora, sin grandes sobresaltos, más bien, con puras cifras favorables.
Así, a Longueira en una semana le empezaron a colgar los títulos de “primer ministro” o “jefe político del team económico”, mientras que el edificio que alberga al Ministerio de Economía pasó a llamarse “La Moneda Chica”.
Los primeros choques
Antes que ambos ingenieros -uno de la Católica y el otro de la Chile- formaran parte del gabinete, ya habían protagonizado dos importantes desencuentros. El primer choque se produjo cuando el gobierno presentó el proyecto de Bono Bodas de Oro que se le entregaría a los matrimonios que cumplieran 50 años de casados. En medio de las consultas que el jefe de las finanzas públicas realizaba por la iniciativa, Longueira objetó junto a sus pares de bancada, las propuestas del ministro, pues según reclamó era demasiado acotado el beneficio y no cumplía con el compromiso de campaña de Piñera.
De hecho, en la pelea por defender la ampliación del beneficio, el senador Longueira junto al entonces jefe de bancada UDI, Hernán Larraín, amenazaron con rechazarlo en la Cámara Alta si no se realizaban modificaciones. A eso se sumó la presión de los parlamentarios de la Concertación, lo que finalmente terminó por doblarle la mano a Larraín, quien el 9 de marzo pasado ingresó una indicación al proyecto ampliando el universo.
Un segundo episodio fue la eliminación del 7% de las cotizaciones de salud a los jubilados. Ello ocurrió en un restaurante capitalino cuando Larraín invitó a cenar a un reducido grupo de parlamentarios de la Alianza para mostrarles el proyecto. Entre los comensales estaba el ahora ministro de Economía y al término de la exposición de Larraín, de inmediato surgió una dura crítica del ex senador. Longueira emplazó a Larraín sobre cómo los parlamentarios explicarían en sus respectivos distritos que el 7% no se les eliminaría a todos los adultos mayores -otro compromiso de campaña- sino que sólo a un grupo reducido. Al desmenuzar la iniciativa, Longueira enfatizó “si este proyecto va así, no cuentes conmigo”. En la oportunidad, los otros parlamentarios entre los que se encontraban el senador Alberto Espina (RN) y el diputado Patricio Melero (UDI), se cuadraron con el coronel gremialista.
La delgada línea
Y ahora cuando los dos están en el gabinete, el ex senador partió su mandato rayando nuevamente la cancha con la defensa, a todo evento, de los consumidores y aprovechó de reafirmar en sus círculos más cercanos que por qué en materia fiscal “tenemos que ser más papistas que el Papa”. Es decir, por qué si la administración de la ex presidenta Bachelet dejó un déficit estructural superior a 3%, este gobierno se apreta el cinturón en un buen período económico con una meta de -1%.
Y como la inestabilidad de la economía mundial no permite hoy incorporar más incertidumbre al mercado local, el ministro Larraín intentó, “en su estilo moderado” -según dice un alto personero- hacerle a Longueira el primer rayado de cancha público, porque aún no se han reunido personalmente, sino que sólo han hablado por teléfono.
De ahí que el martes pasado, el titular de Hacienda afirmó que “reafirmamos nuestro compromiso de reducir el déficit fiscal estructural de tres puntos del PIB (...) a un punto del PIB en 2014”. Pero no se quedó en las cifras macro, pues apeló inmediamente después, a los beneficios que trae para el país mantener esta línea económica. “Contribución a contener presiones inflacionarias, a generar y permitir menores tasas de interés, ustedes saben que la política monetaria y la política fiscal tienen una relación, mientras más apoyo se recibe de la política fiscal mayores son los grados de libertad que se le dan a la política monetaria y se contribuye a la competitividad cambiaria”.
Post natal
Para algunos este golpe a la mesa de Larraín no sirvió mucho. Tendrá que dar varios y de forma sistemática, sino -advierten- tendrá que ser el presidente Piñera, quien “pare” a Longueira.
Esto, porque Larraín -señalan fuentes que lo conocen y que han trabajado en Hacienda- “no ha entendido que alguien tiene que pagar los costos políticos del resguardo macro. En ese cargo no se puede ser el ministro simpático”.
Basta dicen con recordar el “episodio del post natal”, donde Larraín perdió frente a sus pares y, peor aún, no obtuvo el respaldo del presidente. Aquí la disputa fue con las ministras del Sernam, Carolina Schmidt y del Trabajo, Evelyn Matthei. Ambas se reunieron a solas con el mandatario para plantearle que el tope para los segundos tres meses del permiso maternal debía ser de 30 UF y no de 18 UF como lo había propuesto Larraín. Con este escenario a cuestas, Longueira hoy se muestra llano a coordinarse con Larraín -pese a todo siempre han mantenido una fluida comunicación- pero él seguirá marcando su territorio. De hecho, fuentes cercanas, señalan que Longueira ya pidió realizar “algunas modificaciones pequeñas” al presupuesto del ministerio, que ya había sido entregado a la Dipres.
Mientras que Larraín -también a modo de mantener su cartera en orden- ha afirmado que “es perfectamente compatible con imprimir en el presupuesto fiscal (de 2012) las prioridades de este gobierno y hacerlas compatibles con destinar más recursos a educación y nuestros programas sociales”.