Andrés Velasco, ex ministro de Hacienda de Chile durante el gobierno de Michelle Bachelet, sostuvo que en Chile las reformas políticas no se han hecho a la velocidad de las reformas económicas, y eso se debió, en buena medida, a que la derecha nunca puso los votos.
- A los 17 años del régimen de Pinochet le siguieron 20 años de gobiernos de centroizquierda de la Concertación, aunque con políticas de derecha...
- La izquierda en Chile siguió políticas de izquierda. Lo que ocurre es que fueron políticas de largo plazo, no pensando en el mañana, sino en la próxima generación. De 1990 al 2010 Chile progresó como nunca en su historia.
- ¿Cómo se explica que pese al éxito económico y la popularidad de Michelle Bachelet, la Concertación haya sido derrotada por Sebastián Piñera?
- Al cabo de esos 20 años pasaron dos cosas: primero, que la gente se aburrió de ver lo mismo. Es muy difícil seguir ganando elecciones cuando la misma gente lleva cuatro períodos sucesivos en el poder. Segundo, se fueron instaurando ciertas prácticas políticas que a la gente le cansó –existía la percepción de que un grupo se repartía los cargos y buena parte de los beneficios-. Eso fue minando la buena voluntad con la política en general y en particular con los que estaban en el gobierno. Es así como perdimos la última elección. Pero hay que recordar que nunca en la historia de Chile una coalición había ganado cuatro elecciones presidenciales consecutivas. Por lo tanto, perder la quinta no era una gran vergüenza.
- ¿Qué explica una desaprobación tan alta del gobierno de Piñera?
- Esta es la primera vez desde 1958 que la derecha gana una elección, eso hay que recordarlo. Piñera tenía una tarea clave y ha fracasado: convencer a los chilenos de que el suyo era un gobierno para todos, sin conflictos de intereses, que no era el gobierno de los empresarios, y eso se le ha hecho muy cuesta arriba.
- ¿Cuál es la razón?
- Hay varias. Por un lado, nombró un gabinete poco representativo, con pocas mujeres, mucha gente de colegios privados, etc. Por otro lado, el presidente no se deshizo a tiempo de sus acciones y de sus intereses comerciales, y eso melló su credibilidad. Además, se enfrascó en una disputa muy costosa para el gobierno: se le culpó de la salida de Bielsa de la selección. Pero la política es así, está llena de símbolos, y, claramente, el mal manejo de estos símbolos le impidió convencer a los ciudadanos de que era, efectivamente, un gobierno que no actuaba para la minoría.
- Está bien lo de las apariencias y los símbolos, pero ¿realmente existe un cambio importante en políticas que explique el rechazo que está enfrentando?
- En este año y medio el gobierno ha tomado pocas iniciativas, y esa es la otra cosa que irrita y confunde, incluso a sus partidarios. Llegaron prometiendo una revolución de productividad porque en Chile “habíamos estado durmiendo la siesta por veinte años”, como decían en campaña, y que el país se iba a poner de pie. Sin embargo, en 20 meses no hay ninguna reforma estructural pro competitividad.
- ¿No ha actuado de acuerdo a lo ofrecido?
- Hay cosas pequeñas. Por ejemplo, se han reducido los días necesarios para formar una empresa, lo que no es despreciable, pero el electorado de centroderecha y el empresariado esperaban una gran reforma. El gobierno se las arregló para desilusionar a sus partidarios y no entusiasmar a los que no lo son.
- Gente del gobierno dice que la oposición que ustedes tuvieron fue constructiva, y que ahora existe una oposición de izquierda poco constructiva...
- Esa no es mi experiencia. En 2007, cuando yo era ministro de Hacienda, en respuesta a un período de crecimiento más lento de lo deseado, el gobierno de Bachelet diseñó un paquete de estímulo a la inversión privada, que incluía un proyecto de depreciación acelerada, que economistas de todos los colores apoyaban. Lo mandamos al Congreso, donde un grupo de diputados y senadores de derecha, que inicialmente lo apoyaron, se dieron vuelta dándole un gran golpe al gobierno. La paradoja es que en el programa de Piñera estaba la depreciación acelerada que sus mismos partidarios habían echado abajo pocos años antes. Esta es sólo una anécdota, pero hay 20 más.
- ¿Quiere decir que no tuvieron apoyo para hacer las reformas que el país necesitaba?
- Es cierto que muy al comienzo, cuando la democracia recién se consolidaba, hubo un período de luna de miel. En ese momento, hubo una apertura comercial, se firmaron tratados de libre comercio, una reforma laboral y de impuestos, pero esa luna de miel duró entre tres y cuatro años. Luego, la experiencia de gobernar con la derecha en la oposición no fue fácil. No se hicieron una serie de reformas políticas porque la derecha no puso los votos. No resulta sorprendente que hoy estemos pagando la cuenta.