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La frustrada apuesta al diálogo en la que se enredó Lavín

Fiel a su estilo y con el respaldo de Piñera, el ministro impuso la idea de iniciar negociaciones para encarar las demandas de su sector, pero el rechazo a sus propuestas abortaron posibilidad de acuerdo.

Por: Por Blanca Arthur
 | Publicado: Sábado 2 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
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La multitudinaria marcha que, acogiendo el llamado de los estudiantes, sacó a más de cien mil personas a las calles, es sólo un síntoma de lo complicado se le puso el panorama al ministro de Educación, Joaquín Lavín.

Como la autoridad que ha asumido prácticamente en solitario la conducción de las crecientes manifestaciones estudiantiles, esta protesta confirma que no pudo encauzar el problema de acuerdo a los planes que él mismo había logrado imponer para hacer frente a las demandas de su sector.

Fiel a su estilo, desde que los dirigentes universitarios comenzaron a movilizarse al alero de la 
Confech, la apuesta de Lavín fue buscar el camino del diálogo. Ni siquiera cuando la situación adquirió otro cariz, con los secundarios tomándose los liceos -que amenazaban con un “pingüinazo” similar al del año 2006- se inclinó por una adoptar una posición más dura.

En eso, estaba decidido. Y para ello contaba con un sustento importante, como es la relación de confianza que ha forjado con el presidente Sebastián Piñera, que le permitió ir tomando sus decisiones con el respaldo que éstas requerían.

Tanto es así que, confiando básicamente en su criterio político, como además en su experiencia luego de que sacara adelante la reforma educacional en el Congreso, el mandatario terminó accediendo a que intentara iniciar negociaciones, sino también se allanó a no desalojar a los alumnos que permanecían con sus establecimientos tomados.

Pero la estrategia de Lavín comenzó a debilitarse en los últimos días, cuando ni los estudiantes agrupados en la Confech, ni tampoco el Consejo de Rectores -que agrupa a las 25 universidades tradicionales- aceptaron las propuestas con que había intentado dar respuesta a sus demandas.

Con el portazo al diálogo en que había centrado sus expectativas, más la amenaza de una manifestación a la que comenzaron a plegarse otras organizaciones, el ministro asumió que no tenía más opción que endurecerse, tanto en su discurso, como en sus acciones.

Una actitud que le facilitó la radicalización de los dirigentes con demandas que comenzaron a exceder el plano educacional, apostando a que ello podría ser determinante para debilitar la causa estudiantil.

No obstante, tanto la magnitud de la protesta, como el carácter más político que adquirió, indican que no le resultará fácil retomar el control de una situación que se le escapó.

Buscando el diálogo

El ministro Lavín tenía claro que, más tarde o más temprano, iba a tener que enfrentar el descontento estudiantil. Lo que escapó a sus cálculos fue que la muñeca política con que había manejado, por ejemplo, el rechazo de los profesores a la reforma que éstos rechazaban con fuerza, en esta oportunidad no fuera suficiente.

Fueron distintos factores lo que incidieron en la forma en que el ministro decidió conducir el tema. Entre ellos, que las primeras manifestaciones de los universitarios -que surgieron en paralelo con las protestas contra HidroAysén- tenían un componente que interpretaba a la ciudadanía, como era reclamar básicamente por la calidad de la educación pública, por los aranceles o por el alto interés de los créditos universitarios.

Esa situación, sumada a otras, como la empatía que generaba la vocera del movimiento, Camila Vallejo, presidenta de la FECH, impulsaron a Lavín a no desestimar el diálogo con los dirigentes, menos cuando estimaba que sus demandas no eran completamente distintas de las idea planteadas por el p1residente en el mensaje del 21 de mayo, oportunidad en que anunció que iniciaría importantes reformas a la educación superior.

En ese contexto, el ministro logró imponer su criterio antes de la gran marcha del 16 de junio, al convencer al propio Piñera de no proceder al desalojo de los secundarios, sino insistir en la posibilidad del diálogo, el que creía posible, especialmente después de reservadas tratativas con dirigentes de las Juventudes Comunistas a la que pertenece un tercio de los integrantes de la Confech, comenzando por Camila Vallejo.

Consciente, en todo caso, de las complejidades del movimiento estudiantil, Lavín optó por ampliar las negociaciones al mundo académico, iniciando tratativas con el Consejo de Rectores (Cruch), partiendo del supuesto que éste podría tener una actitud más receptiva, sobre todo si les hacía propuestas que respondieran, al menos a parte de sus demandas.

En la medida en que se abrieran espacios de negociación con ambos estamentos, la apuesta del ministro era que las manifestaciones comenzarían a decaer.

Pero, finalmente, el diálogo abortó en los dos casos, junto con las expectativas que se desactivara marcha de este jueves.

El golpe de los duros

El primer gran traspié que sufrió la estrategia de Lavín, ocurrió cuando por la negativa del rector de la Universidad de Chile, Víctor Pérez, no se pudo firmar el acuerdo con los rectores del Cruch, pese a que la gran mayoría estaba dispuesta a hacerlo. Pero la decisión del ministro fue postergarlo, porque sin la participación de Pérez, era difícil que los estudiantes le dieran el crédito como para morigerar la postura que debían adoptar el fin de semana.

En eso no se equivocó. De hecho, tras el aparente fracaso del acuerdo con los rectores, se impusieron en la Confech las tesis más duras, poniendo incluso en una difícil situación a los dirigentes que habían aceptado el diálogo, como Camila Vallejo o al presidente de la FEUC, Giorgio Jackson, quienes para no ser desbancados de la directiva se vieron conminados a hacer propias las posturas de los sectores radicalizados.

El golpe de estos últimos, que incorporaron al petitorio temas como renacionalización del cobre, una nueva reforma tributaria, además de la gratuidad de la educación superior, fue la lápida final a la estrategia del diálogo impulsada por el ministro. Porque tal como los propios dirigentes han reconocido, la causa estudiantil tomó otro rumbo, luego de que los grupos anti sistémicos, como la Zurda u otros, desplazaran a los comunistas que eran con lo que se habían establecido instancias de negociación.

Fue en ese escenario en el que Lavín dio por superada toda posibilidad de llegar a algún tipo de acuerdo, incluso con el Consejo de Rectores, al punto que ni siquiera asistió a la reunión el miércoles, frente a la posibilidad de que éste rechazara sus propuestas -como postulaba el rector Pérez- lo que finalmente ocurrió, con el argumento entregado por el propio rector de la Universidad de Chile, de que eran insuficientes.

Difícil escenario

Lo que Lavín más lamenta es el nulo resultado de un esfuerzo que él consideró genuino, para buscar un acuerdo, tanto con los dirigentes estudiantiles, como con los rectores.

En su perspectiva, las propuestas que planteó recogían prácticamente el 80% de las demandas que éstos hicieron, al proponer -entre otras cosas- entrega de recursos importantes, como US$ 217 millones al Cruch, US$ 75 millones para revitalizar la educación pública, además de medidas como reducir el crédito con aval del Estado, generar las condiciones para transparentar el lucro, o estudiar la extensión de la TNE (pase escolar) a todo el año.

Con las posibilidades de llegar a un acuerdo, prácticamente enterradas, la opción que le queda al ministro es trasladar las negociaciones al Congreso, para lo que se espera que se mande cuanto antes la reforma a la educación superior, como pidió la UDI, la que de hecho está lista e incluso Piñera quiso que se hubiera enviado esta semana.

Pero el propio Lavín está consciente de que para encontrar los acuerdos que espera, aparece como requisito que se el movimiento estudiantil se desgaste, porque de otra manera no parece posible que los políticos ignoren sus demandas, por radicalizadas o ideologizadas que las consideren.

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