Por Blanca Arthur
Es curioso. Pero en momentos en que Michelle Bachelet aparece con una popularidad que la tiene instalada como la candidata indiscutida con que la Concertación está segura de recuperar el poder, la posibilidad de que asuma ese desafío parece mucho más incierta de lo que suponen aquellos que esperan su regreso.
En las próximas horas, la actual directora de ONU-Mujeres aterrizará en Chile, donde dictará una conferencia en la sede de la OIT el lunes. Pero aun cuando estará referida a lo fue el sello de su gobierno, como es la protección social, no es esa actividad la que despierta el mayor interés.
Tratándose de la figura que, de acuerdo a todas las encuestas, podría retornar a La Moneda en 2014, las expectativas están centradas en conocer su mirada sobre el panorama político interno, la que ha guardado con el máximo celo desde que asumió su cargo internacional hace poco más de un año.
Pero las circunstancias indican que Bachelet difícilmente romperá esa regla de silencio que ha intentado mantener, ni menos dará luces de cuál es su ánimo frente a la posibilidad de intentar su retorno a La Moneda.
La distancia que probablemente mantendrá para referirse a la política interna no implica, sin embargo, que en su estadía en el país no tratará de auscultar cómo está realmente el panorama que, al menos mirado desde la distancia, parecería complicarla.
Posicionamiento indiscutido
Como es reconocido el estilo bacheletista de no compartir sus decisiones, son pocos aquellos que, aun considerándose sus cercanos, pueden hablar con propiedad de lo que está pensando.
Eso aumenta el misterio sobre su decisión, pero no significa que esconda su inquietud por la situación opositora, al punto que es precisamente lo hace que algunos personeros que han abordado el tema político con ella, no tengan claro cuán dispuesta está a arriesgar su capital.
La propia Michelle Bachelet, cuando tomó la decisión de aceptar el cargo en la ONU, en parte lo hizo para impedir que se la culpara de obstaculizar que emergieran otros liderazgos presidenciales. Como el transcurso del tiempo constató que su presencia no parecía ser el problema, porque mientras ella desde la distancia continuó encumbrándose en las encuestas, éstos ni siquiera asomaron, ella se transformó en la carta presidencial que nadie pone en duda en el mundo político.
Eso lo sabe perfectamente. Pero su innegable posicionamiento, en que incluso supera en todas las mediciones a cualquier contendor, no parece suficiente para que aquellos dilemas que presenta su opción no le generen complicaciones o incertidumbres.
El desgaste de la Concertación
Como ella misma habría confidenciado, lo que más le preocupa es el estado en que se encuentra actualmente la Concertación, la que en medio de su desorden, aparece paralizada a la espera de que ella regrese a su rescate.
Pero tal como indican en el mundo político, no es un aliciente para Bachelet asumir el liderazgo de un conglomerado que después de casi dos años en la oposición, tiene un respaldo tan exiguo que ronda en torno al 15%, lo que es peor aun cuando el rechazo se empina por sobre el 70%.
Lo más inquietante para el mundo concertacionista es que esas cifras esconden que el bloque no es percibido actualmente como una opción real frente al gobierno, desde el momento que ha mostrado su incapacidad para capitalizar el bajo respaldo que ha tenido la gestión del presidente Piñera. Esa realidad es considerada un síntoma de que no necesariamente las cifras de respaldo que ella recibe -que bordean el 80% en cualquier medición- sean garantía segura de que ella logre el regreso de la Concertación a La Moneda.
Entre los argumentos que se esgrimen en esa dirección, no son pocos los que apuntan a que la popularidad con que Bachelet terminó su mandato poco o nada aportó en la elección presidencial, cuando pese a que se jugó abiertamente por la postulación del abanderado oficialista Eduardo Frei, éste no llegó siquiera al 30%.
Nadie discute que la situación puede ser completamente distinta si es ella la candidata, pero el desgaste a que han llegado los partidos, podría terminar jugándole en contra con una fuerza insospechada. En este cuadro, una situación que no se desestima, es que como la elección presidencial es simultánea a la parlamentaria, Bachelet tendría asumir casi como una carga la campaña conjunta con los mismos políticos a quienes rechaza la ciudadanía.
El efecto FECH
Hasta ahora, una de las apuestas de los dirigentes de la Concertación era que dadas las características que se le reconocen a la actual directora de la ONU-Mujer, ella podría interpretar a esa oposición social que para ellos ha sido imposible.
Pero lo ocurrido en la elección de la Fech asoma como otro fenómeno que podría complicar la situación de Bachelet, sobre todo si se asume que la derrota de Camila Vallejo, en gran medida obedeció a su acercamiento con la Concertación producto de la relación que estaba comenzando a construir el PC con los partidos de dicho bloque.
Bastan los gritos de los partidarios del candidato triunfante, Gabriel Boric, que entre otras consignas coreaban “Bachelet, Bachelet, este triunfo es sin usted”, para entender que al menos un sector emblemático de los estudiantes que han protagonizado las protestas, no está disponible para respaldar una opción a la que identifican con la clase política tradicional.
Como un síntoma de ello, es que dicha actitud estudiantil se produce a pesar de que la ex presidenta, en la única oportunidad que optó por referirse a la contingencia, lo hizo para respaldar a los estudiantes, destacando que sus propuestas permitirían avanzar lo que ella no pudo por la actitud de la derecha.
En el nuevo escenario que se abrió con lo sucedido en la FECH, lo más determinante, en todo caso, podría ser que el PC decidiera distanciarse de la idea de un pacto político con la Concertación para tratar de recuperar el liderazgo de los movimientos sociales, incursionando en la presidencial con un candidato que trate de interpretar a esa izquierda a la que no seducen los políticos, ni siquiera la propia Michelle Bachelet.
El lío de las primarias
Con otro abanderado intentando representar a la oposición social, al que se agregaría Marco Enríquez-Ominami, quien aparece completamente decidido a reincidir con una candidatura, aun cuando ninguno logre un respaldo significativo, la sola competencia enreda el panorama.
La posibilidad de dispersión del electorado opositor es un factor que querría impedir el entorno bacheletista, aunque no necesariamente es lo que más le complica, considerando que con su popularidad, otros candidatos difícilmente le harían mella. Más complicada podría terminar siendo la situación previa, en la medida en que Bachelet aparezca conminada a participar en primarias para transformarse en la candidata única de la Concertación.
Consciente de su posicionamiento, tanto ella como quienes impulsan su postulación, han manifestado que estaría disponible a medirse con quien sea, con el fin de no repetir lo ocurrido en 2009, en que la fórmula elegida -en que no se permitió la competencia en todo el país- es considerada como una de las causas de que la candidatura de Frei no contara con la legitimidad que se esperaba. Pero aparte de que no es el caso, no se percibe el beneficio que podría reportarle a Bachelet una disputa con personeros como el senador radical José Antonio Gómez, más algún representante de la DC e incluso del PPD, menos considerando que quienes propician la realización de primarias apuntan a que son necesarias para el debate de ideas, que no aparecen como el fuerte de la Concertación.
En el actual escenario, todo indica que lo que cuenta es el liderazgo, por lo que pese a los anuncios de algunos dirigentes en cuanto a que postularán sí o sí a alguien de sus filas, la realización de primarias podría ser sólo una ficción. Claro que ello en la medida en que se llegue a esa etapa con Bachelet decidida a enfrentar el desafío, para lo que parece requisito ineludible que el panorama en 2012, no sea el mismo de ahora.