Jorge Jaraquemada Roblero (48) tiene pergaminos. Es abogado de la Universidad Católica, magister en Ciencias Políticas de la Universidad Chile. Actual director ejecutivo de la Fundación Jaime Guzmán, está convocando junto con Libertad y Desarrollo (LyD) y el Instituto Libertad a un encuentro de la centro-derecha para noviembre con el objetivo de reflexionar sobre el proyecto de sociedad del sector, con énfasis en la institucionalidad política y económica que requiere el Chile de hoy. Militante de la UDI desde hace sólo un año, es un hombre de convicciones comprometido con el legado político y espiritual del fundador del movimiento gremial.
- ¿Qué es lo central en un gobierno de derecha?
- Garantizar los espacios privados para la realización integral de la persona, lo que va más allá del Estado y de lo estrictamente político. Eso significa dejar espacios para el desarrollo en la comunidad, expresada en la multiplicidad de asociaciones intermedias de mediación donde la persona se realiza no solamente desde un punto de vista político y material, de bienestar o calidad de vida, sino también desde el punto de vista espiritual, familiar, vocacional.
- Y desde esa perspectiva, ¿tenemos hoy un gobierno de derecha?
- Sí, creo que este gobierno tiene esta orientación. Lo que pasa es que después de la caída del muro de Berlín en 1989, tanto en Chile como en el mundo entero, la derecha ha estado un poco desorientada sobre su proyecto, dejándose tentar a ratos por el estatismo o por el individualismo. El proyecto de Jaime Guzmán vela por la persona integral, por maximizar los espacios privados donde el Estado no tiene porqué intervenir. No creemos en un Estado de Bienestar al estilo europeo que termina secuestrando la libertad de los individuos en pos de garantizarles seguridades, ni tampoco en un individualismo materialista que a veces seduce y se centra sólo en la satisfacción económica. Nuestro proyecto -el de Jaime- va mucho más allá, es un proyecto abierto a la trascendencia, reconociendo que el ser humano tiene una vocación espiritual.
- Partiendo del supuesto que hay una doctrina común, ¿cuál es el motivo de las constantes tensiones entre la UDI y RN?
- En cualquier coalición hay tensiones y eso no creo que sea negativo en sí mismo. Son dos partidos distintos, y si coincidiéramos en todo no seríamos coalición sino un solo partido. Creo que RN corresponde básicamente a una derecha tradicional, con arraigo en el mundo agrario y la UDI, en cambio, nació con una vocación fundamentalmente popular. Tenemos ciertamente estilos distintos de hacer las cosas y como en todos los partidos hay personalismos que marcan liderazgos. Pero ideológicamente, en ambos hay tendencias transversales que se identifican con una mirada más integral de la política y otras más liberales, individualistas e incluso otras más asistencialistas que incluso pueden no compartir la idea de un Estado subsidiario. Creo en todo caso, que la UDI convoca mucho más que RN a quienes estamos tras el proyecto con una dimensión más “humana” que planteaba Jaime Guzmán. Lo importante es cómo somos capaces de resolver nuestras tensiones.
- Pero, ¿donde se acentúan las diferencias, en lo ideológico o en la implementación de las políticas públicas?
- Los distintos grupos de derecha tienen un porcentaje alto de coincidencias a la hora de implementar políticas públicas específicas, pero nos empezamos a distanciar en las grandes definiciones que tienen que ver con los valores subyacentes que están detrás del proyecto político. Si algo le ha faltado a este gobierno es un relato, la explicitación de porqué estamos haciendo lo que hacemos y que ello obedece a ciertas convicciones básicas. Por ejemplo, ¿de dónde sale aquello que se puede abortar? ¿tengo en verdad disposición absoluta de mi cuerpo? ¿soy el parámetro de lo que es bueno y malo para mí? ¿es mí autonomía la que prima? Yo no creo que sea así, por lo que hay cuestiones de fondo en que nos diferenciamos y es necesario que las explicitemos. De ahí la importancia de este simposio que estamos organizando entre los distintos centros de estudios y pensamiento de la derecha.
- ¿Es esa carencia de relato la que ha perjudicado la gestión?
- Creo que como sector pecamos de un poquito de soberbia y fuimos altaneros en pensar que solamente el reemplazo de quienes lideraban ciertos procesos implicaría un cambio cuántico desde una gestión caracterizada por la mediocridad a una súper gestión. Chile debe de acometer con mucha más fuerza una reforma y modernización del Estado, porque éste se mueve lento, es muy burocrático.
- Más allá de ello, aquí ha habido una serie de errores vinculados a quienes justamente lideran la gestión…
- Al generarse una sobre expectativa de que se harían las cosas mejor y con los mejores, cuando hay problemas de gestión o se cometen errores la gente las percibe como mucho más grandes de lo que realmente son, a lo que se suma una oposición que se encarga de enfatizar, resaltar, remarcar cualquier situación que perjudique al gobierno. Sin querer minimizar los errores cometidos, no olvidemos que hay ejemplos de ineficiencias rayanas en la irregularidad desde Aylwin en adelante. Desde 1992 hay un ejemplo tras otro en este sentido y si hay alguna diferencia con lo que ha estado pasando hoy es que ahora cuando se detectan, se enfrentan clara y decididamente y las personas responsables dan un paso al lado y no son premiados con embajadas como sucedía antes, en que muchos personeros que se vieron salpicados con situaciones poco felices no fueron confrontados.
- ¿Ha sido la personalidad del Presidente un elemento negativo a la hora de evaluar su gestión?
- Es un elemento aunque no creo que decisivo. El Presidente tiene una cierta forma de ser y habría sido hipócrita pensar que iba a cambiarla por llegar a La Moneda. A las personas hay que aceptarlas con sus características, que en algunos casos pueden beneficiarlas o perjudicarlas. El Presidente tiene una gran capacidad de trabajo y de compenetración en diversos temas y eso que es una buena característica, tiene también un correlato que puede ser negativo en el sentido que algunas autoridades no han podido desarrollar todo su empoderamiento para hacerlo mejor.
- El gobierno tiene muchos logros que mostrar, sin embargo, no logra repuntar en las encuestas…
- El tema no es monocausal. Es cierto que la personalidad del Presidente no lo hace particularmente empático con la población. Es difícil para un ciudadano promedio empatizar con alguien que tiene una de las grandes fortunas del país, una inteligencia superlativa, una personalidad vehemente y un poco arrolladora comparada con el chileno medio. A ello hay que agregar que no siempre las personas perciben en su cotidianeidad los avances realizados y también el hecho que los movimientos sociales, que si bien encauzan grandes insatisfacciones, a diferencia de lo que cree mucha gente, no son tan espontáneos y están ligados a grupos de izquierda, anarquistas y comunistas que quieren transformaciones radicales. Eso no significa que el movimiento estudiantil no tenga validez. Más allá de sus propuestas que no comparto, sí le pegaron el palo al gato porque la centralidad del tema educacional no estaba lo suficientemente presente y el financiamiento es un saco pesado de arrastrar para muchas familias. Otro punto es que la oposición se ha manejado muy bien comunicacionalmente, ha sacado provecho de los errores y logró instalar conceptos como la “letra chica” que ha horadado las confianzas.
la actitud de la oposición
- ¿Qué le ha pasado a la oposición que no perdona nada?
- Está bien la divergencia, pero estamos viviendo un proceso de polarización tal que ha llevado a que personas que uno tiene por políticamente sensatas a plantear cambios copernicanos en el sistema político institucional y en el sistema económico, impulsando asambleas constituyentes y sustitución del modelo, como si hubiera otro que la experiencia internacional nos pudiera mostrar como beneficioso. Las economías interventoras y los socialismos cayeron estrepitosamente a partir del 89 y los Estados de Bienestar europeos viven hoy una crisis casi terminal. En lo puntual, desde el primer día este gobierno ha sufrido una oposición cerrada que contrasta con la que hizo la centro derecha en su tiempo.
- A juicio de la oposición, ellos no pudieron avanzar más en sus propuestas por el rechazo sistemático de la centroderecha...
- Siempre están diciendo que tuvieron el veto de la derecha para hacer los cambios, pero ese es justamente el juego democrático: tener las mayorías. La UDI partió el 90 con una bancada de 14 diputados y exactamente, con las mismas reglas institucionales hoy tiene 39. Y eso lo logró con su trabajo electoral, convenciendo a más gente que era una alternativa válida. No deja de llamar la atención que ahora la oposición se asile en una actitud de rechazo permanente con el agravante de no tener propuestas alternativas coherentes.
fórmula para ganar
- ¿A quién apoyará la Fundación, a Golborne o a Allamand?
- Voy a trabajar y votar por la persona que la UDI defina.
- ¿Y qué tendría que hacer la derecha para ganar?
- Ser capaz de remecer corazones, como decía Jaime Guzmán, hacerle sentir a la gente del pueblo, al votante popular -no al que está pendiente de la reflexión política, de los medios de prensa- que el proyecto que propiciamos no sólo implica un país con mayor bienestar, con más y mejores oportunidades para sus hijos, sino que un país que permita que cada persona pueda definir su propio proyecto de vida con dignidad y libertad.