Una de las fortalezas de nuestro país es que casi en las últimas cuatro décadas, los inquilinos de Teatinos 120 han sido, en general, profesionales de alto nivel, con sólida formación académica y espíritu liberal. Los resultados están a la vista. Felipe Larraín no es una excepción. “Transpira economía” y a su reconocida trayectoria, suma una pasión desbordante y la convicción de que Chile alcanzará las metas que el gobierno se ha propuesto. Su entusiasmo contagia y sorprende la sencillez y cercanía con que se relaciona con el mundo social y político.
Semana de logros, este jueves acompañó al presidente en el anuncio del esperado proyecto del 7% de los jubilados y lanzó su último libro, “Macroeconomía para todos”, donde explica, en su estilo, pedagógico y riguroso, la importancia de esta disciplina. El nombre de los presentadores habla por sí solo: Francisco Rosende, Alejandro Foxley y el padre Fernando Montes, entre otros.
-¿Cuáles son los rasgos que caracterizan la política económica que estás implementando y qué la diferencia de la de tus antecesores?
-Aparte del énfasis en la protección social, estamos poniendo un acento especial en una gestión eficiente y en crear más y mejores oportunidades para derrotar la pobreza en 2014 y alcanzar el desarrollo en 2018. Creemos que Chile podía y puede más. No estábamos conformes con el desempeño, que luego de la crisis asiática había caído en una suerte de letargo, creciendo a un promedio de 3%. Hoy me llena de satisfacción haber recuperado la capacidad de crecimiento, pese a que nos decían que no se podía. Partimos el año con un 6,8% y tenemos una economía muy potente, que se ha logrado poner de pie. Esto tiene que ver con la confianza y expectativas de las personas y emprendedores, de los que invierten y crean empleo. Lo que estamos haciendo es generar un ambiente para que esto ocurra, especialmente con políticas centradas en las más de 800 mil pymes. Queremos avanzar, sin olvidar los compromisos de campaña en el ámbito social.
-¿Aplicó la Concertación una política de libre mercado?
-La Concertación mantuvo las bases de un modelo de mercado y el hecho que compartamos elementos básicos del modelo le ha dado estabilidad al país. Ahora, cada uno le pone su acento y se lo estamos poniendo a una gestión eficiente y a dar más y mejores oportunidades. Pero, hay una continuidad. Se ha forjado una tradición en materia de política fiscal responsable que viene de décadas y que se cimentaron en 2001 cuando se inauguró el balance fiscal estructural y se gestaron políticas contracíclicas. No sólo estamos de acuerdo con ello, sino que las estamos profundizando y transparentando.
-Si Chile tiene hoy sus cuentas fiscales equilibradas, ¿cuál es el motivo de anunciar un ajuste fiscal?
-La principal amenaza para nuestra economía es la inflación que come el poder adquisitivo de los ingresos. La última vez que tuvimos una presión inflacionaria fuerte fue el 2008 y queremos evitarla. Como gobierno, no sólo vamos a descansar en que hicimos un presupuesto responsable y en lo que está haciendo el Banco Central, sino que queremos hacer un esfuerzo adicional, apretándonos el cinturón. Reduciremos viajes, viáticos, horas extras, honorarios, autos, etc.
-¿Se gasta en eso US$ 800 millones?
-No, pero sí casi 200 millones. El resto se reducirá de gastos corrientes. Austeridad es la palabra, mejor uso de los recursos, un esfuerzo que duele, pero que nos duele más a nosotros. Estamos haciendo una política que tiene un acento social, no sólo macroeconómico. Estamos cuidándole el poder adquisitivo de su salario a millones de chilenos y junto con ello cuidando la tasa de interés que también afecta a miles de personas que se van a endeudar o tienen una deuda a tasa variable y el tipo de cambio, importante para todos.
-Y ¿qué pasará con los programas sociales?
-Estamos cuidando los programas bien evaluados para que lleguen a quienes más lo necesitan y nos preocuparemos que las cosas importantes, como los subsidios de agua o luz, las bonificaciones a ciudades extremas, las ayudas al sector agrícola etc., se mantengan. Ahora que llevamos un año, nos podemos fijar programa por programa, porque cuando llegamos, hicimos una reasignación de gastos de US$ 730 millones para hacer frente a la emergencia del terremoto. Ahí la reasignación fue pareja para todos, pero hoy tenemos más información.
-¿Viene con letra chica el proyecto del 7% de los jubilados?
-Ese es un cuento, una construcción inventada por los mismos que no pudieron implementar este tipo de reformas. Nos dijeron que habría letra chica en el post natal y no la hubo como tampoco la hay en éste. Recordemos bien la promesa del presidente: reducción o eliminación gradual y focalizada y es lo que se hará.
-¿Qué decir a quienes señalaban que éste sería el gobierno de los empresarios?
-Hemos dado muestras de independencia respecto de los empresarios. En todo caso, estamos encantados que ellos, nacionales y extranjeros, puedan desarrollarse. Esta es una economía abierta, con oportunidades para todos. Son ellos los que generan empleo, lo que nos permite desarrollarnos y salir de la pobreza. Cuidando las normas laborales y ambientales, debemos generar las condiciones para que sea fácil emprender, porque cuando se habla de empresarios no hay que pensar sólo en los grandes, sino en los miles de pequeños y medianos.
-¿Eres un técnico o un político?
-Desde el momento que entré al ministerio, yo no soy un técnico, soy un político. Esta es una pega política. Aquí no se hizo un concurso para ver quien respondía mejor un cuestionario técnico. Aquí yo tengo un trabajo que es de confianza política del presidente y el día que la pierda, me voy. Más aún, yo participo en el Comité Político del gobierno donde hay sólo cuatro ministros, por lo tanto soy parte de las decisiones políticas que éste toma. Lo digo claramente, aquí no hay técnicos y políticos y tal vez el mejor ejemplo es mi amigo y colega Laurence Golborne, que entró como técnico y hoy está catapultado como el mejor evaluado en las encuestas políticas. Dicho esto, creo que una condición necesaria, pero no suficiente para ser ministro de Hacienda –y así se ha visto- es tener una preparación fuerte en economía, pues ésta es una disciplina muy especializada.
-¿Cuánto te limita que el presidente sea economista y… de los buenos?
-Es una ventaja para mí que, aparte de político el presidente sea economista profesional y altamente respetado. En la gran mayoría de los casos tenemos una aproximación similar a los temas. Mi obligación como ministro es presentar alternativas y, al final, la decisión coincide 99,9% con la suya.
-Y, ¿cómo te sientes en este rol político, viniendo de la academia?
-Me siento extraordinariamente cómodo en este cargo. Este es el trabajo más duro que he tenido en mi vida y el jefe más exigente, pero es a la vez, el trabajo más apasionante de todos los que he realizado. Estar aquí es una oportunidad única para aplicar lo que he estudiado y enseñado. Es cierto que he sido muchas veces asesor de gobiernos, pero nunca había participado en uno. Esto no quiere decir que yo sea un político avezado, pero me he dado cuenta, a través de las evaluaciones, que he sabido apropiarme bien de este rol tanto entre los propios como entre los adversarios.
-Los códigos son distintos…
-Claro que sí, y te lo grafico con una anécdota. Cuando hice la presentación del salario mínimo en el Congreso –que preparé harto con todo mi equipo- se me acercaron al final dos parlamentarios de la Concertación y me dijeron: “Estupenda su presentación, nos ha iluminado respecto a los problemas, pero debemos advertirle que votaremos en contra”. Esto revela en algo el mundo de la política. Otra vez, y quizás como un piropo, un par de ellos me dijeron que perfectamente yo podría haber sido ministro de Hacienda de la Concertación.
-¿Eres de los que piensa que la Concertación sigue desconcertada?
-Si juzgáramos por las encuestas, está un poco desconcertada y creo que tiene que ver con cómo la oposición juega su rol de fiscalización, pero que también debe ser propositivo. Veo de repente colaboración en varios miembros, pero en otros, un afán algo obstruccionista que la gente capta y castiga. Lo que uno espera es que se fiscalice bien, se elaboren propuestas y que se colabore con los proyectos. Pero a veces hay confusión. Yo pienso siempre por dónde vendrá la crítica y de pronto me sorprendo porque no entiendo cómo se puede estar en contra. Ejemplo, el bono marzo. Ahí ¿qué crítica puedes hacer?, ¿que sea permanente?, ¿qué es poco?. Gracias a Dios son proyectos que se han aprobado por alta mayoría…
-¿Tienes que ceder mucho en lo técnico cuando asumes tu rol político?
-Uno tiene que entender que este es el mundo de lo posible y que en esta pega hay que negociar y obtener apoyos para llevar adelante tus proyectos, particularmente aquellos que requieren ley. Somos minoría en ambas cámaras y eso establece una situación diferente. Al final hemos aprobado todas las iniciativas, conversado y acogido algunos planteamientos, aunque no siempre pueden acogerse todos, porque muchas veces ni siquiera hay acuerdos entre ellos y, además, porque existe el convencimiento que a largo plazo ello es perjudicial para el país. Acá uno aprende que la popularidad fácil es mala consejera y yo estoy dispuesto a pagar costos por creer y defender lo que hemos prometido y cumplir nuestro sueño de sacar a Chile adelante.
-¿Te sientes más cercano a la UDI o a RN?
-Yo soy un independiente químicamente puro. Pero hago un reconocimiento muy especial a la gente que vive en el mundo político y se ha dedicado a ella. Tenemos aquí la ventaja de tener mucha gente con genuino espíritu público que realiza su labor desde una posición de militancia que respeto enormemente. Me encantaría que se refortalecieran los partidos, pero cada uno tiene su rol. Yo siempre he sido independiente y veo muy difícil que algún día deje de serlo. Y es que he vivido una vida extraordinariamente libre, tanto que mi primer y único jefe ha sido el presidente. No soy ni UDI ni RN, pero tengo una muy buena relación con ambos.
-¿Cuáles han sido tus momentos más difíciles como ministro?
-Más de algún colega me había dicho que el momento más duro del año era el del presupuesto y también el del reajuste al sector público. Es verdad, porque uno tiene que ser responsable, cumplir y jugar el rol asignado. Siempre para los representantes de los distintos gremios lo que tú ofreces es poco, y uno tiene que cuidar los pesos de todos los chilenos, lograr un acuerdo razonable, que sea digno, decente y mejore las condiciones de los funcionarios públicos, pero que a la vez sea concordante con las platas existentes. Siempre la oferta es insuficiente y después, llegas a la discusión al Congreso y te encuentras con una barra dura arriba, que te tiran monedas y ahí, uno solo aguantando.
-¿Te estresa el ritmo de Piñera?
-Yo tengo un ritmo interior muy fuerte y exigente. Antes trabajaba de 10 a 13 horas y hoy lo hago de 13 a 15 y esas horas extras son duras porque llegas tarde a la casa. Ahora, no es fácil seguir el ritmo del presidente, pero trato de responderle y me ha dado resultado. Mi régimen parte temprano porque a las 7.15 hrs., estoy en el gimnasio y eso es muy bueno.
-¿Cómo manejas tu popularidad?
-La verdad es que no me incomoda porque la gente se acerca en buena y lo tomo como algo natural. Un logro es que no me han insultado… Una vez, se me acercó una persona que era trabajador público y con simpatía me dijo que soltara el billete y yo le contesté que yo también pertenecía al mismo sector…
-¿Por qué, pese a los esfuerzos desplegados, el gobierno no logra repuntar en las encuestas?
-Te confieso que en esta materia soy menos sensible que algunos otros miembros de la Coalición que las miran más. Primero, porque no tengo ambiciones políticas más allá de ser el mejor ministro de Hacienda que pueda ser y, segundo, porque creo que lo que realmente nos debe preocupar es la encuesta a largo plazo y esa encuesta se juega en plenitud el 2013. Esa es la que vale, sin perjuicio que estamos claros que hay elecciones municipales el 2012.
-Con todo, ¿puedes hacer una autocrítica?
-Sí, a veces me cuestiono y reconozco que hemos tenido algunos temas que han sido complejos desde el punto de vista del gobierno después de grandes aciertos como fue sintonizar con la gente y los mineros. Cuando leo a los analistas sin embargo, me encuentro con críticas muy injustas, como fue por ejemplo el asunto de la ANFP, donde no hubo ningún involucramiento, donde se tiraron cosas al aire sin pruebas, pero pesó. Ha sido complejo también el caso de la Intendenta de la VIII Región.Espero que la acusación no fructifique y por supuesto estoy detrás de lo que ha hecho el gobierno. Aquí hay un tema de lealtad y también de reconocimiento a un trabajo y a una trayectoria.