Ernesto Ottone Fernández (63) es sociólogo y doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Paris III. Asesor estratégico del ex presidente Ricardo Lagos, y el único académico latinoamericano del Colegio de Estudios Mundiales de Francia, comparte sus labores docentes dirigiendo la cátedra de Globalización y Democracia en la Universidad Diego Portales. Reacio a entrar en la coyuntura, pero fino y punzante en su análisis, tiene los pergaminos suficientes como para darnos una mirada, desde arriba, de la actual situación política chilena.
- ¿Cómo explicar la crisis de representatividad política que está viviendo el Chile de hoy?
- Este es un problema global que está afectando, incluso, a las democracias más maduras y consolidadas como las de Europa y EEUU. Estamos viviendo una tensión entre una democracia representativa, propia de una sociedad industrial, de masas y de partidos, con una nueva forma de participación -la doxocracia- donde la opinión pública a través del desarrollo tecnológico, de las redes y movimientos sociales, busca un mayor espacio de participación y representatividad. Es como un caballo desbocado que entra a tensionar un sistema acostumbrado a otro tipo de representatividad e instituciones como la del Parlamento, y que no sabemos todavía cómo abordarla porque no tenemos un modelo a seguir.
- ¿Qué rol juegan en este proceso los movimientos sociales?
- Son fundamentales, pues ponen los nuevos temas que le interesan a la gente en el tapete. Hoy hay una tremenda sensibilidad medioambiental, regionalista, educacional, en torno a la sexualidad que se manifiesta en las calles, pero querámoslo o no, esas reivindicaciones tienen en un momento que institucionalizarse y cuando la política a través de los partidos, el Congreso, las leyes, no las toma -porque no sabe hacerlo- entramos en problemas y contradicciones que tensan el ambiente. Es lo que estamos viviendo: un fenómeno y proceso global que en Chile se inició coincidente con los cuatro gobiernos de la Concertación y que sigue.
- ¿Hasta qué punto el hecho que el país esté más cerca del desarrollo ha cooperado a una mayor toma de conciencia crítica?
- Sin duda Chile es otro. Somos un país más escolarizado, más tecnologizado, con mayores bienes. En 1990 nuestro ingreso per cápita era de
US$ 4.500 y hoy estamos cerca de los US$ 16.000. Han crecido las aspiraciones, porque a pesar de los avances que se hicieron en el período de la Concertación, éstos fueron fragmentados y hoy se requieren respuestas nuevas a problemas nuevos.
- El tema es cómo se maneja políticamente todo esto en este nuevo escenario global...
- Ni la Alianza ni la Concertación sabe cómo hacerlo. Hay una tendencia al seguidismo, es decir, a ponerse detrás de los movimientos sociales y ver qué pasa, pero eso no funciona así porque éstos tienen estructuralmente determinados límites. Tiene que haber un momento de negociación política -propio de la democracia- para resolver los temas que antes era más fácil resolver a través de los partidos y que hoy, frente a una ciudadanía empoderada y con más aspiraciones, se hace muy complejo.
-¿El hecho que tengamos un gobierno de centro-derecha ha exacerbado el malestar social?
- Esta situación se iba a presentar de todas formas: los problemas estudiantiles estaban allí, la conciencia medio ambiental estaba allí, la descentralización es un tema que está para quedarse. Si mañana hay un gobierno de centro-izquierda, va a tener que lidiar con todo esto. El punto va por el lado de las respuestas. Pienso que por su estructura, su experiencia, su composición, la centro-izquierda posee una capacidad mayor de tener antenas y ligazón con los movimientos, con lo que se va formando desde abajo. Este gobierno tiene poca capacidad para eso.
-¿Por qué?
- Porque es un gobierno que traslada la experiencia del mundo privado a lo público y se encuentra con que lo público, obedece a otras lógicas. Las virtudes de lo privado, no son las mismas y es lo que explica porqué este gobierno tiene graves dificultades para entender lo que está pasando y pueda operar y actuar sobre esa realidad. Cuando se ha vivido en un mundo que funciona con determinadas reglas, donde las cosas se resuelven de una determinada manera, como en el mundo de los negocios, no se tienen las herramientas para hacerlo en un mundo mucho más diferenciado donde el objetivo no es la ganancia sino el bien general; menos aún cuando se tiene una doctrina que cree que el Estado no funciona, o que siempre se le ha mirado como algo disfuncional. Es muy difícil administrar bien lo que no se aprecia, lo que no se veía como parte de la solución sino del problema.
- ¿Cuánto afecta a un gobierno la personalidad del Presidente?
- Lo que más me preocupa de Piñera es su baja densidad republicana y cuando digo esto pienso en muchas cosas: gestos, palabras, medidas, contradicciones, poco liderazgo para seguir el rumbo de sus convicciones. Se dice una cosa después se retrocede. Entonces, ¿quién es, en qué cree? Son las convicciones propias las que hacen tener un liderazgo no de bando sino de país, y aquí hay carencias.
- ¿Y qué pasa con la centro-izquierda, está preparada para volver a gobernar?
- Como todo el mundo, tiene que adecuarse a una nueva realidad. Hizo el paso de la dictadura a la democracia y en general, lo hizo bien, con un buen resultado. En esos 20 años Chile progresó mucho, pero ese ciclo terminó y va a tener que enfrentar una nueva etapa con características diferentes. El desafío es muy grande y, entre otras cosas, tiene que plantearse por qué perdió.
- ¿Sobrevivirá la Concertación pese a todos sus problemas internos?
- La Concertación no nació para hacer la revolución socialista en Chile. Nació como una coalición de centro-izquierda para ir provocando un proceso de reformas democráticas y políticas públicas destinadas a bajar los niveles de pobreza y lograr un mayor nivel de igualdad dentro de una economía de mercado regulada. Ese fue lo que se prometió por lo que no se puede criticar lo que nunca pretendió hacer. Creo que va a sobrevivir pero cambiando muchas costumbres, entendiendo lo nuevo y cambiando de eje. Si su eje fue reducción de la pobreza, democracia y crecimiento, ahora deberá centrarse en el tema de la igualdad, no de igualitarismo, que no es lo mismo.
- ¿Con Bachelet?
- Si ella es candidata, por supuesto.
- ¿Con primarias previas?
- Si. Es bueno que haya candidatos distintos, como los hay, y que compitan.
- ¿Y qué pasa con candidaturas como la de ME-O? Puede dificultar cualquier triunfo de la Concertación…
- No lo sé. Hay que ver que significa hoy, porque una cosa fue ME-O en las elecciones pasadas, donde había un candidato, una forma, una determinada realidad dentro de la centro-izquierda y donde muchas de las expresiones de malestar, se manifestaron a través de su candidatura. Es probable que eso no se repita en el futuro o que se repita en un tono menor. Es bueno que compita y que también en la derecha haya primarias, nuestra democracia necesita diversidad.
- En el escenario que se presente y gane Bachelet, ¿con qué ala de la Concertación gobernará?
- Creo que si hay un gobierno de centro-izquierda necesitará volar con todas sus alas y muy ordenadamente. Los partidos tendrán que jugar su rol, pero para eso tienen que transformarse en instituciones de bien público, que no pertenecen, ni a sus fundadores ni a sus militantes, sino que son asociaciones, que entregan propuestas a la ciudadanía y que por lo tanto, tienen que abrirse a ella. Soy partidario que se reformen los partidos, que haya una nueva ley donde se les ponga trabas a las prácticas del clientelismo, amiguismos y otros ismos.
- ¿Y lo ves posible?
- Posible sí, difícil también porque va en contra de prácticas que existen tanto en la derecha, izquierda, y centro. Además es indispensable el cambio del binominal que no da para más. Es cosa de ver las dificultades que tiene la democracia representativa para acoger todo este movimiento social. Este es un sistema de empate, flojo, gandul, que no coopera en nada a esta apertura a una democracia más participativa.
Educación: "Todos sabían que se usaba la argucia
de 'sociedades espejo' para obtener beneficios"
- La discusión entre "autoflagelantes" y "autocomplacientes" los vuelve a dividir...
- Esas definiciones no me gustan. Complaciente me suena a palabra perezosa, indulgente y flagelante me parece que viene de lo peor de la tradición integrista cristiana, del castigo físico. Algunos dicen "no fuimos lo suficientemente de izquierda, ni rápidos" y eso de "rápido" no sé qué significa. Avanzar sin transar me parece una consigna ajena a la vida democrática. La democracia es avanzar transando, negociando, obteniendo consensos, lo que no significa renunciar a tus convicciones. Otros plantean que esa forma de entender porqué se perdió no se tiene en pie: Bachelet terminó con un 84% de apoyo y su gobierno con 60%; además la gente no votó por una coalición a la izquierda de la Concertación, sino por Piñera quien fue el que ganó. Entonces eso de que había que avanzar más radicalmente, resulta muy discutible.
- ¿Y cuál es tu mirada? ¿Apoyas el reciente documento "De cara al futuro" firmado por algunos personeros de la Concertación de la línea más "autocomplaciente"?
- Soy muy celoso de mi autonomía y no entro al debate público de esa forma, pero lo que pienso es que hubo algo en los partidos de la Concertación y no en el gobierno, que dejó de gustarle a la gente. Ello está muy relacionado con malas prácticas, malas costumbres, con amiguismos. Si bien no creo que en Chile haya una corrupción extendida como en otras partes del mundo, inclusive Europa, aquí se fueron acumulando un conjunto de esas situaciones que pesaron a la hora de tomar decisiones tanto en la centro-izquierda como en la centro-derecha, aunque castigando más a la Coalición de gobierno. También pesó la no aplicación de una fórmula muy abierta para elegir el candidato y sus personalidades, en un tiempo en que la política está cada vez más personalizada. Se perdió, pero no por un fracaso de los gobiernos de la Concertación. Eso no significa que no sea válida una autocrítica sobre nuestra propia obra, sus errores y debilidades para impulsar cambios indespensables.
- En el tema educacional, ¿existe esa autocrítica?
- En Educación Superior se avanzó en la cobertura extraordinariamente, pero se generó una situación en la cual todos sabían que se usaba una argucia de "sociedades espejo" para obtener beneficios, cuando había una legislación que prohibía el lucro en las universidades. Todos vivimos con eso; parecía que era parte de la naturaleza de las cosas, que no se podía cambiar. Tal vez la centro-izquierda debió tensionar las cosas mucho más en su debate y haber hecho mucho más esfuerzos. En cuanto a la decadencia de la educación pública, siempre la educación ha sido mixta en Chile y va a seguir siéndolo, pero eso no justifica que se haya desatendido la educación pública. Evidentemente se cometieron errores, cosas que se hicieron mal. En el caso del Transantiago, reforma que era necesaria, mi crítica es sociológica, porque suponiendo que técnicamente todo hubiera funcionado bien, es obvio que no se puede hacer una transformación en una ciudad de 7 millones de personas, donde se les cambia completamente el mapa de todos sus hábitos. Cuando se hizo la reforma procesal penal, se ensayó primero en dos regiones, en la de salud se empezó con 15 enfermedades y después se sumaron otras. Pero aquí se tomó el "Palacio de Invierno", cometiéndo un error garrafal sociológico-político.