POR BLANCA ARTHUR
En medio de una creciente expectación acerca de cómo encarará el desafío que la espera, Michelle Bachelet regresa al país conminada a poner fin a su exitosa estrategia del silencio.
Es una demanda que ha surgido desde todo el espectro político, la que parte de la base de que si decidió participar en la carrera presidencial, llegó la hora de que se pronuncie en aquellos temas frente a los cuales un candidato debería tener opinión.
Ella sabe perfectamente bien que ése es el principal flanco que tiene abierto para cuando aterrice en la contienda electoral. Tanto es así que la primera decisión estratégica concordada con su estrecho círculo de colaboradores, apuntaría precisamente a tratar de impedir que sea interpelada.
Con ese propósito, lo que se ha transmitido es que tratará de limitarse a hacer planteamientos generales que representen el sello de una candidatura de centro izquierda, pero sin entrar en definiciones en aquellas materias que la pudieran complicar.
La fórmula que se ha ideado para ello, es que al menos en una primera etapa se dedique a escuchar la a la gente, participando en una suerte de diálogos ciudadanos, para lo que recurriría al argumento de que ello es necesario por el cambio que se ha producido en el país en los últimos años.
La idea es que, de esta manera, pueda sortear los requerimientos para que tome una postura frente a los temas más polémicos, especialmente en los que existen importantes diferencias en la oposición.
Como la primera finalidad es que el ingreso a lucha política no ponga el riesgo el capital con que llega, el plan bacheletista es que se mantenga lo más distante posible de toda controversia que pudiera mermar ese respaldo que la tienen instalada como la aspirante más probable para ganar la carrera a La Moneda.
Distancia de los partidos
En este esquema, una de las principales decisiones adoptadas es que Bachelet mantenga el máximo de autonomía frente a los partidos. Considerando la popularidad con que llega, sabe que tiene prácticamente todo el poder sobre ellos, por lo que ni siquiera le hacen mella las críticas que se plantean tanto desde la dirigencia del PPD, como del PS, acerca del secretismo con que se ha manejado su desembarco, ni los reclamos por lograr más participación en la campaña.
Es que aun cuando los partidos son los que le entregan el respaldo institucional, por lo que no puede prescindir completamente de ellos, al menos se pretende que su imagen no aparezca identificada con sus dirigentes, puesto que el desprestigio de los políticos le reportaría muchos más costos que beneficios.
Entre otros de los puntos que no han estado ausentes de los análisis para iniciar la campaña, es que no puede mostrarse como la representante solamente del bloque de izquierda de la Concertación, en circunstancias que el desafío para la etapa final, es concitar el respaldo tanto del resto, como de aquellos grupos o partidos opositores que no están en el conglomerado.
Es por eso que una de las decisiones pendientes en la que están trabajando sus colaboradores, es la forma en que Bachelet enfrentará la proclamación que el PS junto con el PPD tienen programada para el 13 de abril, en que quedará ungida como su candidata a las primarias concertacionistas.
El interés en las primarias
Como sea, la idea es que en el período que transcurra antes del 30 de junio, sus planteamientos se centren en postulados con los que puedan sentirse identificados desde los sectores de centro o moderados que encarnan las candidaturas tanto del DC Claudio Orrego, como del independiente Andrés Velasco, hasta aquellos más de izquierda que pretende representar el radical José Antonio Gómez, sin descuidar de paso aquellos que pudiera atraer el discurso del díscolo Marco Enríquez-Ominami.
Como la idea es que pueda llegar lo más incólume posible al momento en que sea elegida la candidata opositora, no son pocos los que se preguntan si es necesario que se someta a una contienda que, sabiendo que tiene ganada, le podría producir algún desgaste si sus contrincantes la inducen a tomar algunas posiciones frente a las que no se quiere pronunciar.
Pero contrariamente a lo que indicaría esa realidad, el plan bacheletista no contempla tratar de impedir la realización de las primarias. Es que no sólo se enfrenta a la decisión aparentemente inclaudicable de los otros tres postulantes de llegar hasta el 30 de junio, como lo refrendaron apenas se supo que la renuncia a la ONU Mujeres de su entonces Directora, sino que su participación en dicho proceso resultaría más funcional a sus propias aspiraciones.
Por de pronto, en el círculo bacheletista parten de la base que si se realiza una primaria amplia, con alta participación, la candidatura saldría más fortalecida e incluso legitimada, sobre todo si el compromiso de sus contrincantes es sumarse posteriormente a ella.
En esa línea, de acuerdo a lo que sus emisarios han transmitido, la esperanza es que la participación en las primarias de aspirantes como Orrego o Velasco impidan la fuga de electores moderados o de centro, mientras se espera que el discurso de Gómez, al menos podría interesar a la izquierda más radical.
Esta apuesta de Bachelet supone, en todo caso, que se enfrentaría a una contienda acotada, en que sus contrincantes se aboquen básicamente a exponer sus ideas, pero sin entrar en contradicciones con ella, ni menos forzándola a pronunciarse en temas que pudieran debilitar la popularidad con que inicia su carrera presidencial.
Es una condición que, aun cuando sea de manera implícita, sabe que puede establecer, porque dadas sus altas opciones de ganar, éstos la necesitarán para cumplir sus aspiraciones de quedar bien posicionados de cara al futuro.
Tampoco escapa al cálculo del bacheletismo para no resistirse a las primarias el hecho de que los tres meses de campaña interna permitirían reducir al máximo el tiempo de la contienda real, porque hasta que no sea elegida, la idea sería no entrar en debate, ni responderle a los candidatos del oficialismo.
Toda esta estrategia apunta a que con su triunfo en las primarias, Bachelet salga fortalecida para enfrentar en mejores condiciones la recta final, cuando en la competencia con quien sea el abanderado de la coalición de gobierno - como además probablemente con ME-O- deba entrar en las definiciones que preferiría eludir, teniendo en cuento que su gran aliado ha sido el silencio.
Por eso ahora, cuando aparecerá obligada a romperlo, la jugada de Bachelet será decir lo mínimo, porque entiende que no son necesariamente sus ideas ni sus propuestas la que la hacen incombustible.