José Joaquín Brunner, sociólogo e investigador de la Universidad Diego Portales, es reconocido como uno de los más sólidos expertos en materia de Educación Superior. Vinculado al PPD y ministro secretario general de Gobierno con Frei Ruiz-Tagle, en 1994 presidió el Comité Presidencial de Modernización de la Educación Chilena, el 2006 integró el Consejo Asesor Presidencial para la Calidad de la Educación y el año 2010 el Panel de Expertos que presentó recomendaciones de política al Ministerio de Educación.
Está convencido que el actual gobierno no ha sabido conducir el proceso de cambios que Chile necesita en esta materia y tiene una mirada fuertemente crítica a los anuncios que esta semana dio a conocer el presidente Sebastián Piñera por cadena nacional.
- ¿Creías posible que los anuncios del presidente bajarían las movilizaciones estudiantiles?
- No, porque los movimientos que convergen en la calle no son sólo secundarios y universitarios, sino una serie de otras agrupaciones que protestan y quieren reivindicaciones que van mucho más allá del terreno de la educación, incluso entre los propios estudiantes. Nadie podía esperar que un planteamiento gubernamental, estrictamente referido a los temas de la educación superior, iban a terminar por tener un efecto mágico y disolutorio.
- ¿Qué podía hacerse entonces?
- Mi impresión es que estos anuncios no ayudan demasiado, porque buena parte del problema que se le ha suscitado al gobierno en relación con la educación y sobre todo con los estudiantes tiene que ver con que no define el marco de lo que desea hacer y por lo tanto plantea permanentemente una especie de amplio abanico de posibilidades y de debates. Si uno analiza con cuidado el discurso del presidente, sólo tiene un par de cosas precisas y en el resto es extraordinariamente abierto.
- Pero eso puede ser positivo…
- Para la situación que enfrenta el gobierno en este momento es fundamentalmente negativo, no sólo porque pone sobre la mesa más temas además de los que ya estaban abiertos, como la revisión del estatuto de las universidades estatales. El gobierno había sido relativamente vago pero había dicho que quería buscar la manera de desburocratizar algunos de los controles sobre ellas que eran bien acotadas, pero ahora dice que revisará el estatuto de gobierno de las universidades lo que es agregar incertidumbre.
- ¿Cuál ha sido el error del gobierno?
- Crear enormes expectativas respecto de qué estaría dispuesto a hacer. Con una ingenuidad completa, señaló a fines del año pasado que había hecho la reforma escolar y eso que estaba empezando con dos o tres medidas y luego dice que este año será el de la educación superior. Uno supone entonces que han estudiado bien una serie de proyectos. Pero no aparece nada en el año y presionado, sale ahora el presidente, con ideas generales, demostrando un alto grado de vaguedad e improvisación.
- Pero, hay medidas bastante concretas en materia de financiamiento…
- Bien, pondrán US$ 4.000 millones, una cifra significativa, pero no se especifica cómo, cuándo, de qué forma se van a distribuir. Puede que sean recursos totalmente frescos o recursos que de todas formas había que usar para mantener funcionando el sistema.
- ¿Y en cuanto al aumento de becas y mejoras en el crédito con aval del Estado?
- Está bien, sobre todo que se destinen a los más pobres, pero en cuanto al crédito, creo que el gobierno renunció a la idea de crear un solo sistema con tasa razonable, fundiendo los existentes. Esto es discriminatorio porque algunos estudiantes tienen crédito al 2% y a otros se les rebajará de 6% o 5% a 4%. Si tienes las mismas necesidades económicas y el mérito, todos debieran tener acceso a un mismo tipo de crédito.
- Lo que se aprecia es desconfianza, pensar que hay letra chica…
- Peor, está la música pero no sabemos la letra. Y eso que el tema de los recursos es lo más concreto que se presentó. El gobierno ha mostrado incapacidad para comunicar cuáles son sus objetivos en distintos ámbitos, cuál es su carta de navegación.
- Entonces, es más bien un problema político…
- Claro que sí. Quedémonos en el tema educación superior. No hay prioridades, tenemos iniciativas que nadie sabe cómo se implementarán. Hay un nombre, GANE, pero no hay nada detrás. Los que hemos participado en acuerdos educacionales sabemos lo complejo que es llegar a concretarlos y resulta que el presidente dice que ya tiene un gran acuerdo y va a tener plata a través del fondo de la FE, pero ¿con quién lo va a hacer? Nunca invitó a nadie para conversarlo, no interactuó con los actores del sistema, ni con el Parlamento. Aquí se nota la falta de conducción, de pericia política. Además, lo que está presentando, ¿qué tiene que ver con Tantauco? Muy poco. Da la impresión que el gobierno improvisa sobre la marcha y va determinando su agenda según las presiones que recibe.
- Qué políticas implementarías tu como ministro de Educación?
- Lo que yo haría es seguir construyendo sobre la base de todo lo positivo que se hizo entre 1990 y el 2010, que es en el fondo consolidar un sistema mixto de educación superior, donde haya una pluralidad de actores.
- ¿No sería más de lo mismo?
- Sí, por cierto. ¡Más y mejor! Todo el mundo dice que la más grande revolución que ha tenido Chile en los últimos 20 años se ha dado en la educación superior: cambió de naturaleza la sociedad; el 70% de los jóvenes que hoy día están ahí provienen de familias donde nunca antes había accedido nadie. Claro, se dirá que este es un hecho muy poderoso, pero que los jóvenes están endeudándose. Ok, es cierto y las deudas son desequilibradas. Pero, ¿cuál es la alternativa? ¿Volver a una universidad elitista, menos masiva? ¿Quién está dispuesto a hacer eso? En definitiva, lo que hay que hacer es más y mejor de lo mismo, más equidad y más calidad, cosas perfectamente realizables.
- Pero es más de lo mismo lo que tiene a los estudiantes en la calle ¿No habrá que pensar algo más creativo, revolucionario?
- No hay ninguna revolución que se pueda hacer en o desde los sistemas educacionales. Nunca se ha podido, ni creo que se pueda hacer. Lo que se ha hecho es una revolución fuera, en la sociedad, que arrastra finalmente a una revolución dentro de las instituciones. En la URSS en 1917, por ejemplo, se creó paradojalmente un sistema universitario -aparte de vigilado y controlado- que en términos estructurales era de élite. Sólo unos pocos jóvenes tenían acceso a las universidades que también eran escasas. Y eso es algo que en el espíritu liberal de las democracias contemporáneas es insostenible.
- ¿Te parece bien que el gobierno haya cerrado la puerta a toda posibilidad de estatización de la educación?
- Lo que el gobierno debe decir es cuál es la relación que el Estado debe tener con la educación superior y no ponerse en el mismo terreno de vaguedad con el que funciona el movimiento social. Un movimiento social tiene derecho a ser vago y decir queremos estatizar, cambiar la propiedad, educación gratuita etc., pero un presidente tiene que conducir, señalar que lo que se quiere es que el Estado tenga un papel más activo en la educación ¿A quién y qué le está contestando Piñera cuando dice que habrá una estatización?
- ¿Cuáles son a tu juicio los problemas que urgen resolver en el ámbito universitario?
- Bajo el sistema mixto de educación superior hay que resolver dos grandes cuestiones en el plano de las instituciones: la organización de las universidades estatales y el tema del lucro. Con Carlos Peña hemos promovido que estas universidades, en vez de ser servicios del Estado como son ahora, pudieran convertirse en entes autónomos, como corporaciones de derecho público, fundaciones públicas, etc.
- ¿Y en torno al lucro?
- Hay mucha confusión sobre este tema. La gente cree que una institución sin fines de lucro es una institución que no hace ningún negocio y una con fines de lucro lo único que hace es negocio. Esto nada tiene que ver con la realidad de las cosas. Todas las instituciones universitarias, en todas partes del mundo, hacen negocios hoy día y buscan generar un excedente. Oxford y Harvard son seguramente de las más grandes productoras de excedentes y por eso tienen la enorme capacidad de contratar profesores estrellas, de tener los equipamientos más sofisticados, etc. Están permanentemente haciendo negocios, a través de patentar innovaciones, vender productos y servicios de conocimiento avanzado, cobrar aranceles caros. Y, sin embargo, son sin fines de lucro, en el sentido de que todo lo que producen lo reinvierten en sus operaciones.
- Pero ¿aceptarías la revisión de la ley actual para que existieran universidades con fines de lucro?
- No veo por qué no si es que se regla a las instituciones, éstas pagan impuestos sobre sus excedentes y no reciben subsidios directos del Estado. Habría que discutir, sin embargo, si es que los estudiantes que tienen crédito o beca del Estado pueden ir o no a ese tipo de universidades. Lo que me sorprende es que el gobierno en vez de decir algo claro sobre el asunto, da señales confusas. Un día Larroulet dice que sí y al día siguiente Piñera vuelve a dejar todo abierto y vago.
- ¿Cuáles son los interlocutores válidos para que el gobierno avance en los acuerdos?
- A esta altura, el Parlamento principalmente. Éste tiene mecanismos eficaces para consultar a mucha gente y así lo ha hecho en las vueltas anteriores con las leyes de educación.
- Pero allí no tiene mayoría…
-Sí, pero la oposición tampoco tiene mucho margen de maniobra. Tiene que responder ante la opinión pública y al país, porque si bien las encuestas son muy críticas con el gobierno y al presidente se le cree poco, la Concertación no puede asumir una actitud permanente de obstrucción que paralice al país. La gente quiere que las cosas se encausen por un camino de diálogo. Nadie quiere una sociedad que en forma creciente lleve a más tensiones e incertidumbres.
-¿Ves a la Concertación en esa línea?
- Creo que ha llegado el momento para estar dispuesta a conversar y a buscar acuerdos, pero la iniciativa debe ser del gobierno. Es cierto que debe haber al otro lado un interlocutor con capacidad de liderazgo y de respuesta, pero lo primero es que haya un gobierno que pueda y sepa convocar, invitar, desafiar incluso a la oposición.