Ex jefe de la UCI de Clínica Las Condes: "Aún no recibo una razón formal de mi salida"
El doctor Tomás Regueira expresidente de la Sochimi fue desvinculado de la Clínica Las Condes el 17 de diciembre, donde lideraba la Unidad de Cuidados Intensivos. Aquí aborda su salida, lo que fue 2020 y sus planes futuros.
- T+
- T-
"Salí de la clínica el 17 de diciembre, inesperadamente. Ese jueves, era un día normal en la Unidad de Cuidados Intensivos que yo dirigía. Me llamaron al 4 piso, donde está la administración, a la oficina del Director Médico (René Tejías, que renunció este martes). Estaba ahí también el gerente general (Jerónimo García), quien me entrega el sobre con la carta de mi despido. Pregunté por qué. ‘Razones de la empresa, confidencial’. Hasta hoy no recibo una razón formal.
Un poco shockeado bajé a la calle y llamé a mi señora para contarle. Las siguientes 3-4 horas me quedé en mi oficina despidiéndome de mi equipo y retirando mis cosas. Llegaron todos: los de turno, los que no. Fue una muestra de cariño muy importante. Me llegaron más de 1000 WhatsApp, que mi mujer imprimió y me los regaló para la Navidad. Al día siguiente le conté a mis hijos. Era importante decantar un poquito, porque al principio hay rabia que no has bajado. El más chico me preguntaba, ‘¿voy a seguir en el colegio?’; otro me decía ‘esto no es justo, qué vamos a hacer’. Para todo eso hay que preparar respuestas.
Nunca recibí una señal de lo que venía. De hecho, el día anterior, el Director Médico me citó a su oficina para invitarme a liderar una eventual segunda ola. Por lo tanto, la única señal que tuve es ‘lo estás haciendo bien, tu equipo es de excelencia y te vamos a dar más responsabilidades’. Él (Tejías) renunció porque claramente no está alineado con el dueño de la clínica en este momento.
No quiero estar mirando la segunda ola por la tele. Quiero estar en la cancha. Estoy pensando tomar un trabajo de transición y luego algo más definitivo: probablemente ayudaré al Subsecretario de Redes Asistenciales Alberto Dougnac en el rebrote, y quiero retomar la carrera universitaria que dejé hace seis años cuando me fui de la UC para armar el equipo en la CLC. La U. Finis Terrae me invitó a trabajar. No me quiero apurar, quiero darle tiempo a mi familia porque este año fue muy intenso. Con mi equipo nos pasamos siete meses de lunes a domingo en la clínica, más todo lo que significó liderar la Sochimi (Sociedad Chilena de Medicina Intensiva), cargo que terminé mi periodo en noviembre.
¿Qué siento? Al principio rabia, pena. Cuando uno lidera algo, por ejemplo, una compañía de autos, lideras ventas, desarrollos. Yo lidero a personas que ven morirse personas. Hay que contener constantemente a quienes van contigo en este camino, por eso se arma una especie de familia. En la clínica estábamos haciendo innovación, habíamos partido formación de alumnos, teníamos investigación de primer nivel. Entonces la sensación de rabia es por no seguir en este lugar lleno de oportunidades.
El que me saca es Alejandro Gil (presidente del directorio). Antes de la pandemia lo invité con mi equipo a la UTI para mostrarle nuestro proyecto de desarrollo, mostrarle nuestros desafíos, brechas, etc. Y él manifestó que este era el centro de excelencia. Fuera de eso, nunca tuvimos una conversación uno a uno. Le pedí una reunión para que me explicara mi salida y me citó el mismo día que me echaron, lo que me pareció inapropiado. Y de ahí nunca más.
Según me han dicho, lo que podría estar detrás de mi despido es que para la primera ola, se nos pidió duplicar las camas ventiladas de 32 a 64. Entiendo que esto genera un costo en la clínica. Entonces para esta eventual segunda ola, él habría comentado que yo era un riesgo en querer abrir muchas camas respecto de lo que él quiere hacer. Pero evidentemente yo no controlo las camas. Si me dicen abre 64, las abro, si me dicen abre 100, abro 100. Y él tampoco puede decir que no, porque es una orden ministerial. Por lo que si ese fuese el discurso, no es consistente. Él ya ha sacado a tres gerentes generales, dos directores médicos y, por lo tanto, no está dispuesto a tener una contraparte en su discusión.
Siendo una clínica privada de alto costo, la gente estaba dispuesta a pagar porque era la mejor en la calidad de la atención, rapidez, eficiencia, certeza del cuidado. Con todo lo que ha pasado en el último tiempo, el daño reputacional que se le está haciendo a la marca CLC es tremendo. Puedes hacer excelentes negociaciones con los médicos, lograr marginar por ahí, pero es pan para hoy y hambre para mañana.
Para la primera ola de la RM, May Chomalí lideraba el comité central de lo que pasaba en la clínica y yo estaba a cargo de todo lo que era atención de pacientes (recursos humanos, camas, ventiladores, fármacos, oxígeno, etc). Para poner en número lo que fue este año, si normalmente en una UTI se muere el 10% de los pacientes, la mortalidad del Covid-19 es de 30% en Chile en pacientes graves. Por lo tanto, a todos se nos murieron más pacientes y más jóvenes. Pero hay más dimensiones. Al duplicar o triplicar la capacidad de camas, tu tiempo de descanso y de poder decantar la pena de un paciente que se te muere, desapareció, porque estás siempre de turno. Hay que sumar también que las personas que empezaron a apoyarte eran enfermeras, técnicos paramédicos y médicos de otras unidades que no trabajan en intensivos y que no están acostumbradas a la muerte, entonces hubo mucho dolor y mucha contención que hacer ahí: que se te mueran 3 de 10 pacientes todos los días, es insostenible.
Esta segunda ola, claro, nos va a pillar mejor parados en términos de infraestructura, de experiencia, pero mucha gente no está dispuesta a pasar por lo mismo.
Estoy muy preocupado por el aumento de contagios y de uso de camas. Esta pelea tiene que ganarse en la calle. Cuando tú llevas la pelea al hospital, sí o sí va a estar asociada a mortalidad en exceso. No estoy pensando que haya que pasar a fase 1: esa es una máquina de generar pobreza y problemas secundarios. Pero la fase 2 sumada a mayores restricciones de tipo horario -como el adelanto del toque de queda- pueden ser sumatorias suficientes.
Tengo 5 hijos, el mayor tiene 18 y el menor 9. Para mí tampoco es fácil transmitirles que no pueden juntarse sin mascarilla, sin trazabilidad, que no pueden haber más de 10 personas... En ese sentido, que el 90% de la población se logre vacunar pronto me da la esperanza de que todos nosotros podamos retomar una vida familiar y de amigos normal: con saludos, abrazos, sin mascarillas, viéndonos las caras. Todos tenemos que vacunarnos; los que sabemos, los que no saben; los que entendemos, los que no entienden... por el bien del resto”.