Carlos Cardoen: "No tengo ninguna imagen que lavar”
"Habrá gente que tiene una mala idea de mí, pero estoy totalmente tranquilo", asegura Cardoen.
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No lo ganamos por secretaría el fallo fue contundente’”, eso fue lo primero que pensé cuando me avisaron. Sabíamos que en cualquier minuto Joana Heskia, nuestra abogada, nos podía llamar, pero este lunes 24 de agosto no lo vamos a olvidar jamás. Hace una semana habíamos llegado de Chiloé donde estuvimos instalados desde marzo.
La Pilar estaba haciendo ejercicios en el gimnasio que tenemos en la casa y yo trabajando en mi oficina. Lo primero que pensé fue “Listo, se acabó. La lucha la dimos para dejar en claro nuestro honor”. La Segunda Sala de la Corte Suprema ratificó la sentencia de que no se cumplía con los requisitos del delito y doble incriminación para extraditarme a Norteamérica.
Como no podíamos invitar gente a la casa, celebramos con nuestro hijo Álvaro y su polola. Descorchamos la champaña más helada y empezamos a llamar a nuestros amigos y familiares.
El 2019 vivimos en prisión preventiva en nuestra casa, este año nos ha mantenido entre cuatro paredes por la pandemia y los 30 años de arraigo nacional fueron una preparación para este virus que nos tiene a todos encerrados. Solo que, a diferencia del resto, lo mío fue mucho más largo. Por eso decidí volcarme hacia adentro, hacia mi tierra. Nunca me preocupó tanto el no poder salir de Chile porque yo soy de Colchagua, nacido y criado. Y de joven ya había conocido casi todo el mundo.
Pese a que Estados Unidos fue el que levantó la alerta roja hacia mi, soy un gran admirador de su gente, de su idiosincrasia y de la manera que hacen las cosas, aunque no tengo ningún interés de volver. Estudié y trabajé y dos de mis hijos nacieron ahí. Con lo de la solicitud de extradición no sentí una decepción hacia su pueblo. Sí lo sentí hacia el expresidente George Bush que me utilizó como chivo expiatorio. Le vendí armas al régimen iraquí con todo el apoyo de su gobierno, pero los vientos políticos cambiaron y ellos vieron en mí la posibilidad de evitar ser juzgados por conflicto de interés. Al final esto se trata de las relaciones políticas y económicas entre países. Mientras todo funcione, no hay problemas. Yo era un “huasito” colchagüino que le fue a meter pelos en la sopa a la gran potencia.
Entiendo que haya cierta aversión a la industria del armamento. Yo fabricaba explosivos industriales para la minería y, frente a la amenaza de una posible guerra con Argentina me llamó el vicecomandante en jefe del Ejército, Washington Carrasco, a crear un prototipo de una mina antitanque no había visto en mi vida porque en ese momento Chile no contaba con esa indumentaria para defenderse. Y, sin exagerar con un grupo de jóvenes y un ingeniero alemán que había peleado en la II Guerra Mundial diseñamos el prototipo con “El Pantera”, un tornero de la calle 10 de julio y llegamos a vender más de 5 mil unidades mensuales.
La industria de armamentos funciona porque los países necesitan. Y si fabricas en tu país, generas disuasión que es la primera función de la defensa. Existe una vieja frase que me gusta y que dice “Des Leo des Pax”, “Donde habita el león, habita la paz”. Y esto hizo que los argentinos pensaran dos veces antes de meterse con nosotros. Y te digo una cosa (añade Pilar), si no se hubiera por ese efecto disuasivo con Argentina, la estatua de Carlos estaría al lado de la de Baquedano.
Pero, aunque las guerras son una de las imbecilidades más grandes que existen, son una realidad.
¿Mea Culpa? Cero. Creo que hay cosas para cobardes y otras para valientes. Yo soy de los segundos. La gente se divide en los que les pasan las cosas y los que hacen que sucedan. Si hay algo en mi vida que motiva y me mueven son los desafíos.
Habrá gente que tiene una mala idea de mí, pero estoy totalmente tranquilo. En este país cuando no tienes detractores es porque no eres nadie y no estás haciendo absolutamente nada. Chile es un país de chaqueteros, la crítica es la plataforma de la comunicación. Una mujer bonita es cuestionable solo por el hecho de ser bonita. Por eso tenemos que elevar la conversación global.
Se que hay muchas personas que creerán que todo lo que yo he hecho en Colchagua y en la zona de Santa Cruz es una forma de lavar mi imagen. Me da risa, lo encuentro tan absurdo. No tengo ninguna imagen que lavar. La gente tiene absoluto derecho a que no le guste lo que hago, pero estoy convencido que hago las cosas porque creo en ellas, llevo la frente en alto, todas mis empresas llevan mi nombre y no me he escondido de nadie jamás.
Lo repito, esto es para los valientes, no para los timoratos.
Con Carlos somos bien parecidos (confiesa Pilar). Yo a él no lo sólo le creo, si no que me siento absolutamente orgullosa de todo lo que ha hecho. Me siento identificada porque tenemos los mismos valores. “Es huasita igual que yo” (se ríe Carlos). Lo he acompañado estos 30 años.
Yo podría haber elegido un rol secundario en todo esto, pero mi personalidad y mi papá siempre me inculcó que tenía que ser una “mujer galla”, valiente y que no me cuentan cuentos.”