Aldo Perán: El editor de Carlos Peña
La semana pasada el rector de la UDP lo mencionó en una entrevista como el editor a cargo de sus últimos libros. Su dedicación a los libros y sus autores han hecho que en diez años pasara de librero a joven editor de pesos pesados.
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Carlos Peña, Alfredo Jocelyn-Holt, Sol Serrano, Gabriel Salazar, Patricio Fernández, Cristóbal Marín, Andrés Gomberoff, Nicolás Eyzaguirre, Cristóbal Bellolio, Pascale Bonnefoy, Mario Hamuy, Juan Cristóbal Guarello. ¿Qué tienen en común? Un mismo editor: Aldo Perán Gutiérrez. Tiene 30 años, pero se ve de 25, y durante los últimos años ha trabajado codo a codo con estos destacados autores de no ficción.
Estudió en el Liceo de Aplicación y luego cursó las carreras de Historia y Filosofía en la Universidad Alberto Hurtado. Pese a su juventud, Perán lleva varios años en el ruedo. Él mismo cuenta que era el cabro chico que asistía a las conversaciones en el CEP o que con 16 años fue a entrevistar a Alfredo Jocelyn-Holt para un trabajo escolar, y desde entonces estableció una relación de intercambio intelectual con el historiador. Siendo estudiante universitario entró a trabajar -los viernes, sábado y domingo- en la librería Metales Pesados del barrio Bellas Artes. Punto de encuentro de escritores y artistas, ahí Aldo fue conociendo a personajes del mundo de la cultura como Pedro Lemebel, de quien se transformó en amigo. “Llegó muy chico, al principio todos pensaban que era mi hijo”, comenta Sergio Parra, dueño de Metales Pesados. “Siempre fue muy atento, curioso y respetuoso. Conversaba con los clientes y fue relacionándose con varios autores. A Lemebel lo conoció aquí. Como Aldo entendía de tecnología, lo ayudaba a resolver cualquier problema con el computador, y al final partía a comprarle algún medicamento si necesitaba”, cuenta Parra. Con el editor sigue en permanente contacto, hablan por teléfono y en tiempos normales se ven todas las semanas. “Admiro mucho como ha desarrollado su trabajo. Se le mete un proyecto en la cabeza y no hay cómo sacarlo de ahí. Es leal, defiende mucho a sus autores. Si alguien los ataca, ¡salta como una pulga! Tiene buen ojo, sentido del humor y es muy inteligente”, agrega.
Editando a Peña
De la Metales Pesados, Perán saltó al mundo editorial; trabajó en Ediciones UDP, luego en Planeta y en 2015 llegó a Penguin Random House como editor de los sellos Debate y Taurus. Ahí trabaja directamente con Melanie Jösch, directora editorial, y Vicente Undurraga, editor literario. En paralelo pasó por La Tercera. Ahí, en rol de entrevistador, conoció al rector Carlos Peña. “Lo entrevisté por su libro Ideas de Perfil (Hueders, 2015). Llegué con el pantalón con manchas de cloro, zapatillas rotas y un aro, era más punketa en ese entonces. Yo creo que él se espantó, pero como había estudiado Filosofía nos pusimos a conversar, y le comenté alguna traducción de Wittgenstein. Traté de hablar en su mismo idioma, y eso le dio risa. Además los dos somos exalumnos del Liceo de Aplicación lo que generó cierta complicidad”, recuerda quien luego se transformó en el editor de los últimos cinco títulos de Peña (más otro ensayo sobre la Constitución que viene en camino). “Lo que me llamó la atención entonces no fue su aspecto, sino el conocimiento y la familiaridad que tenía con la literatura que yo había examinado. Más tarde él junto con Melanie Jösch me plantearon la idea de publicar un ensayo que fue Lo que el dinero sí puede comprar, comenta el abogado y columnista.
Como dupla autor-editor, Peña y Perán son prolíficos. “Escribo rápido y Aldo Perán lee y opina rápido también. En el caso del último ensayo, La mentira noble (Taurus, 2020), la escritura por mi parte y la lectura tomó apenas poco más de un mes”, cuenta Peña. Por su parte el editor afirma que la inmensa capacidad de lectura del rector y su vocación de profesor, hacen que tenga mucha información bien articulada en su mente. “Una vez la filósofa Carla Cordua me dijo que Carlos Peña es la persona más inteligente de Chile básicamente porque se dedica a leer”, dice. Según Perán su rol muchas veces consiste en decir “no entiendo” para así lograr aterrizar algunas ideas que pueden resultar demasiado abstractas al lector común. “Creo que antes sus textos eran mucho más académicos y densos, pero cada vez tienen más afán divulgativo”, sostiene. Peña, en tanto, define la función del editor como primer receptor de la idea de un libro y primer lector del manuscrito. “Es él quien señala si el texto, a la luz de su experiencia, se deja leer, si hace sentido. Y ese papel Aldo lo cumple de manera excelente. Su lectura y los comentarios que surgen de ella no incomoda, sino que ayuda”, agrega el rector. “La gente me pregunta cómo es la presión de trabajar con Peña. Yo les respondo que es lo más piola que hay, pero no me creen. Tenemos una relación profesional, no es que seamos amigos, pero es sumamente cordial, intercambiamos lecturas y comentarios. Es entretenido trabajar con alguien así”, apunta Perán.
Redes y rock
El editor afirma que el entusiasmo y la energía son sus principales atributos profesionales. “Soy adicto, trabajo muchas veces hasta las 2 ó 3 de la mañana, me meto en la noche a revisar los diarios del día siguiente, miro las redes sociales, siempre estoy atento a lo que está pasando. Puedo estar todo el día en esto, soy dedicado total”, dice Perán, que además está terminando un Magíster de Filosofía y Pensamiento contemporáneo en la UDP. Reconoce que en redes sociales puede ser apasionado al momento de expresar sus opiniones y postura política, por lo que optó por activar el candado de privacidad en su cuenta de Twitter. En sus tiempos libres se concentra tocando guitarra. Es fanático de la música de los noventa, y en particular del guitarrista John Frusciante, de los Red Hot Chilli Peppers. También le gusta el animé y aficionado a los videojuegos. “Después de trabajar con todas estas cabezas, me pongo a ver monitos. Sé que soy raro”, confiesa riendo. Ha participado en distintos talleres de escritura -con Alejandro Zambra, Rafael Gumucio y Cristián Alarcón- e incluso comenzó un perfil sobre Mariana Callejas que al rato abandonó. “Parece que ahí no tengo nada que hacer”, dice sobre escribir.
Más pesos pesados
Otros autores que han trabajado con Perán coinciden en que el entusiasmo es sello de su quehacer. La Premio Nacional de Historia 2018, Sol Serrano, trabajó con él en la publicación de El Liceo. Relato, memoria, política y en el tercer tomo de Historia de la Educación de Chile (1810-2010). “Tiene mucha pila, es de una eficiencia sin nombre y de enorme cultura, yo no sé cómo lee todo lo que lee. Además, es increíblemente afectuoso con cada uno de sus autores, se los conquista a todos. Es divertido y buen conversador. Yo me sentí muy segura con él como editor. Veo muy posible que se lo lleven fuera de Chile”, afirma la historiadora. Alfredo Jocelyn-Holt parte recordando cuando recibió al editor por primera vez, siendo este un liceano: “tiene que haber insistido muchísimo”. Entonces le llamó la atención su profundo interés por la historia, y siguieron en contacto, intercambiando lecturas y opiniones a lo largo de los años. Jocelyn-Holt incluso le revisó su tesis de Historia en la UAH titulada La escritura como expresión de liberación. Nicanor Parra y el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile: 1969 – 1977. “Siempre fue inquieto. Le conocí una época en que peleaba con medio mundo a través de blogs. Recibía todo tipo de capoteras pero se defendía con argumentos alejados de lo políticamente correcto, lo cual me parecía interesante ya que también tengo algo de eso”, dice el académico. Resalta, de todas formas, su amabilidad y lealtad como parte de las características que explican su precoz carrera profesional. “Se ha pegado saltos bastante extraordinarios, llegó muy rápido a trabajar con gente que valía la pena. Aldo escucha mucho y eso halaga a la gente que quiere hablar, pero además es culto y tiene capacidad de esponja. Le gusta tener amistades con gente mayor que él, lo cual es curioso en estos tiempos”, afirma.
Dentro de sus amigos mayores están “Parrita” -como le dice a Sergio Parra-, el poeta Raúl Zurita y el fundador de The Clinic, Patricio Fernández. Con el último trabajó en la edición de Sobre la marcha (Debate, 2020), título que recoge relatos en torno al estallido social del pasado mes de octubre. “Aldo es un buen gestor de proyectos, es activo y propone distintos temas. Se preocupa de sus autores, los regalonea y se hace querer. Es un editor como los de antes en ese sentido. Por su juventud aporta una mirada refrescante y es capaz de cruzar generaciones y experiencia, constituyendo grupos. Sus autores serían menos sin él”, comenta Fernández.
Otro de sus trabajos recientes como editor es Huesos sin descanso (Debate, 2019) de Cristóbal Marín, vicerrector académico de la UDP. Marín estaba conversando con el escritor Roberto Merino en un café de Providencia sobre una idea que le rondaba para un posible libro. El editor estaba en la mesa contigua, reunido con Juan Cristóbal Guarello, y se les sumó a la conversación. “Aldo se embaló con el libro y con la idea de hacer un ensayo narrativo, en una especie de experimento editorial. Se la jugó por incluir fotografías, lo cual encarece la edición, y consiguió imágenes con derechos liberados. Fue muy busquilla y se involucró mucho en el libro”, relata el autor de esta cautivante crónica sobre los habitantes de Tierra del Fuego y sus viajes por Europa. El libro, que Marín clasifica como experimental, fue éxito de ventas y cuenta con una segunda edición. “Perán ha puesto a los sellos Tarus y Debate en una posición distinta. Lo que ha hecho con Carlos Peña es bien sorprendente; tomar a un autor de temas complejos y hacerlo masivo es un gran ejercicio editorial". El propio Aldo explica su propósito de editor: "En una librería, en el mesón de no ficción hay astronomía, economía o periodismo, y cada título debe ser lo suficientemente claro como para cualquier persona entienda".