China y el Congreso de Octubre: ¿Una amenaza?
En los próximos meses, los inversionistas deben monitorear de cerca un escenario de persistente debilidad económica en ese país para distinguir entre un efecto temporal y uno permanente.
BCI
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Para muchos inversionistas en el mundo, ha sido notoria la calma con que el mercado se ha tomado cierta debilidad percibida en el desempeño económico de China en los últimos meses, particularmente desde abril cuando conocimos la cifra de 5,3% en el crecimiento trimestral anualizado del primer trimestre del año.
En este sentido, y a la luz de lo ocurrido entre la segunda mitad del 2015 y comienzos de 2016 –cuando los mercados se concentraron fuertemente en la desaceleración de la economía china y la turbulencia en sus mercados accionarios y cambiarios –, resulta no del todo evidente compatibilizar la complacencia de los mercados actualmente con lo ocurrido en dicho episodio.
Si a este contexto de agrega la incertidumbre que introduce la realización del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China (PCCH), parece importante preguntarse si los inversionistas debieran estar prestando mayor atención a la situación interna o si, por el contrario, la configuración actual permite adherir a este estado de tranquilidad generalizada, teniendo en consideración que en la actualidad esa potencia asiática contribuye en torno a un 30% al crecimiento mundial.
Si recordamos lo ocurrido entre la segunda mitad del año 2015 y comienzos de 2016, el mercado observó cierta desaceleración en la economía china a través de varios indicadores, al tiempo que vio la importante depreciación del tipo de cambio nominal, a partir de la devaluación inicial del 3% que ese gobierno determinó en agosto de ese año, tomando por sorpresa a los inversionistas. En paralelo, las reservas del banco central caían fuertemente desde US$ 3,8 trillones a casi US$ 3,2 trillones a finales de ese año.
Por su parte, el mercado accionario sufrió caídas estrepitosas entre junio y diciembre, lo que terminaba de generar la espiral negativa vista en ese período, acentuando la salida de flujos de capital y así la mayor pérdida de reservas por parte del banco central.
¿Qué ocurrió a partir de enero de 2016, que finalmente logró terminar con esta tendencia negativa, y qué llevó a los inversionistas globales a pensar que la recuperación del crecimiento global peligraba?
El gobierno chino implementó una serie de medidas heterodoxas que, en conjunto, disminuyeron la volatilidad y la incertidumbre en los inversionistas. Al mismo tiempo, llevó a cabo ciertas políticas de estimulación del crecimiento en algunos sectores vía incremento del crédito. En particular, fortaleció las medidas de control de capital e indujo a un grupo de empresas controladas por el Estado a realizar compras de acciones en el mercado abierto. Con estas políticas, las autoridades locales fueron eficaces en eliminar el "riesgo China" de la cabeza de los inversionistas en el mundo, con las consecuencias que todos pudimos observar para mercados emergentes desde entonces, como fueron la recuperación en los precios de las materias primas, la disminución en los spreads soberanos y corporativos y el alza en los retornos accionarios.
Entonces, ¿qué implicancias podría tener la ocurrencia del XIX Congreso del PCCH en octubre en esta situación de complacencia actual por parte de los inversionistas, y donde existe cierta evidencia reciente respecto a una nueva desaceleración económica en este país?
En dicho congreso se espera la reelección del premier chino Xi Jinping para un segundo período de cinco años, además de la renovación de gran parte (5 de 7) de los miembros del Buró Político del Comité Central.
Finalmente, y quizás lo más importante según los analistas de cara a las políticas futuras a ser seguidas por el país luego de este encuentro, será renovado más del 70% de los miembros del Comité Central del PCCH. Esto último debiera permitirle a Xi Jinping obtener mayor influencia en el control y aplicación de las políticas sociales y económicas que busca impulsar desde el inicio de su mandato en 2013.
A Xi Jinping se lo ha caracterizado por promover políticas económicas más liberales de reducción de impuestos, de excesos de capacidad y del endeudamiento. Todo esto, detrás de la búsqueda de una economía menos centrada en el sector exportador y manufacturero –muchas veces ineficiente y subsidiado artificialmente por el gobierno-, por una más enfocada en el consumo y la demanda interna en general.
A comienzos del mandato de Xi Jinping, el mercado recibió estos mensajes con alerta, percibiendo las consecuencias negativas que eso significaba sobre la economía global, especialmente en los mercados emergentes. Esto último, debido al contagio de menores precios esperados para los commodities. Sólo el referido episodio de desaceleración en el crecimiento y de inestabilidad monetaria, cambiaria y accionaria ocurrido en China durante la segunda mitad del 2015, pudo poner freno al movimiento reformista iniciado por Xi Jinping, quien logró exitosamente revertir esta crisis de credibilidad mundial generalizada sobre su país a expensas de un retroceso hacia las antiguas políticas, a medidas poco tradicionales y no-de-mercado, para así resolver los desequilibrios macro y retomar el crecimiento a niveles de corto plazo "aceptados por el mercado" (6%-7%).
Ahora que el mundo vuelve a creer en China, y de concretarse, entonces, esta mayor influencia del actual líder sobre el partido luego del congreso de octubre, es de esperar que las políticas originales de reforma en lo económico de Xi Jinping sean retomadas. En ese caso, China debería encontrarse en mejor pie que hace un par de años, debido principalmente a dos motivos.
El primero, tiene que ver con que los desequilibrios cambiarios, monetarios y de mercados financieros internos vistos en el 2015, se encuentran actualmente controlados. Las reservas del banco central se han estabilizado, al igual que el flujo de capitales desde y hacia el país. Adicionalmente, el Rembimbi y la inflación se encuentran bajo control, lo cual permite al gobierno estimular la economía y la demanda interna, mediante el uso de política monetaria. Lo anterior, en un escenario de desaceleración, producto de la re-introducción de reformas que afectan el crecimiento de sectores productivos-exportadores ineficientes.
El segundo, que está conectado con el anterior, es que el mundo ya testeó la sensibilidad hacia el crecimiento que implica cualquier tipo de reformas por parte de las autoridades chinas. En otras palabras, el mercado asume que el gobierno chino entiende que debe implementar cualquier agenda de reformas económicas de manera pausada y cautelosa, que le permita ir cerrando las brechas de eficiencia y una disminución de los niveles de deuda.
Con todo, en los próximos meses y con posterioridad al mencionado congreso, un escenario de persistente debilidad económica en China debe ser monitoreado de cerca por parte de los inversionistas, para distinguir entre un efecto temporal y uno permanente.