360°

Una guerra internacional librada en territorio sirio

"En el día a día, cristianos y musulmanes sufrimos las mismas cosas. Tenemos solo cuatro horas de electricidad al día, con suerte, seis. Para el agua, lo mismo. Los medicamentos escasean y los mejores profesionales de la medicina han huido del país”.

Por: María Gil de Pareja* | Publicado: Viernes 4 de diciembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Monseñor Arbach nació en Yabroud, Siria, en el año 1952. Fue ordenado sacerdote en 1980, en Líbano. Es licenciado en Sagrada Liturgia y en Lengua y Literatura árabe por la Universidad St. Espirit, del Líbano. Ejerció por largos años su labor pastoral en la comunidad melquita de Buenos Aires, donde conoció bastante al arzobispo Bergoglio. En octubre de 2006, Benedicto XVI le nombró obispo, recibiendo la ordenación episcopal en el 2007. Hace dos años y medio, Jean Abdo Arbach se trasladó a Siria, donde actualmente desempeña su labor como arzobispo de Homs y otras ciudades del país. La pasada semana, el obispo sirio cruzó el Atlántico, de la mano de la Fundación Pontificia "Ayuda a la Iglesia que sufre", para trasladar a América Latina su testimonio y el de todos los ciudadanos sirios que, hoy en día, viven en situación de guerra y persecución. Revista HUMANITAS tuvo la oportunidad de entrevistarle en su primera jornada en Chile.


-¿Cuál es la situación actual de los cristianos en Siria?


- Depende del lugar, porque Siria es grande. En zonas como Damasco (cerca de Líbano), Latakia o Tartus (al oeste de Siria, pegadas al Mediterráneo), hasta ahora los cristianos han estado bien, salvo algunos ataques puntuales. Sin embargo, en otros lugares como Alepo o Al-Raqqa (norte de Siria), la situación es muy diferente. Alepo, por ejemplo, está sitiada por todas partes y muchos cristianos han tenido que huir. Si antes de la guerra había 250.000 cristianos, ahora solo quedan 10.000, nada más.


En cuanto a la seguridad, también es algo que depende del lugar. Las zonas protegidas por el ejército sirio gozan de gran seguridad. Sin embargo, las regiones dominadas por los rebeldes o terroristas -o mercenarios como les llaman hoy- el riesgo es constante. Allí la gente vive con miedo: bombas, disparos, ataques diarios... Hay que decir además que, en estos momentos, el miedo es mayor porque se espera una reacción muy fuerte de los terroristas tras la intervención de Francia y de Rusia.


-Pero esta persecución no es solo para los cristianos, sino también para los musulmanes...


-Todos los ciudadanos somos iguales en Siria. No hay diferencias dentro de un mismo pueblo. En el día a día, cristianos y musulmanes sufrimos las mismas cosas. Tenemos solo cuatro horas de electricidad al día, con suerte, seis. Para el agua, lo mismo. Los medicamentos escasean y los mejores profesionales de la medicina han huido del país. Alimentos, gracias a Dios, tenemos, pero no alcanzan para todos. Se pasa hambre. Por otro lado, la inflación ha aumentado de una forma desorbitada.


Por todo esto, la vida es muy difícil para todos los ciudadanos sirios, sean de la religión que sean. Muchos carecen de los recursos básicos de supervivencia. Pero, al mismo tiempo, no quieren, por nada del mundo, abandonar sus casas. No es fácil abandonar tu hogar y dejar atrás tu vida, tu trabajo y tu pasado, para irte a otro lugar.


-¿Qué experiencia le ha impresionado más desde que comenzó el conflicto?


- Cada día tenemos una experiencia diferente. Pero recuerdo con especial tristeza el 2013. Fue un año especialmente duro, sufriente y muy sangriento. Recuerdo por ejemplo que, en la zona de Qalamun, no podíamos ir de un pueblo a otro por el peligro de los ataques. El riesgo era constante. Ahora ya no es así. Las rutas ya están abiertas y volvemos a poder viajar. Es más, la gente por fin ha vuelto a sus casas. En Homs ha pasado lo mismo. Esta ciudad, donde se encontraban nuestras catedrales e iglesias, estuvo en manos de los mercenarios durante largo tiempo. Ahora ya no. Y a pesar de la destrucción que dejaron tras su paso, la gente ha vuelto a sus casas y está dispuesta a comenzar de cero.


-¿Cuál es la reacción de los cristianos frente a los daños que está provocando el ISIS y otros grupos radicales: se rinden o se acrecienta su fe?


- Los cristianos tienen fe, y mucha más que antes. Yo resido en Siria desde hace dos años y medio. En este tiempo, he visto con mis propios ojos cómo los cristianos se han acercado más a la Iglesia y se han unido más entre ellos. Tienen fe y no tienen miedo de continuar y rendir su vida por su país. También hay cristianos que, por diversos motivos, decidieron abandonar el país. Pero la mayoría de ellos quiere volver a sus casas, volver a trabajar y recomenzar su vida anterior. Esta situación ya se ha dado tras la liberación de algunos pueblos, esperemos que llegue para todos.


A otro nivel, nosotros, como pastores, como sacerdotes, como Iglesia, tenemos mucho entusiasmo por ayudar a nuestros fieles. También tenemos el coraje de estar siempre con ellos para darles testimonio y comunión, para continuar con ellos nuestra labor educativa y catequística. Además, en Siria, los cristianos -desde ortodoxos hasta católicos- estamos muy unidos en esta lucha. Por ejemplo, en Homs somos cuatro obispos, cada uno con una confesión diferente. Y los cuatro tenemos muchas reuniones, dialogamos, marchamos juntos en las calles y celebramos juntos las misas.


-¿Qué puede hacer un cristiano común, que vive su religión en paz y en libertad, por sus hermanos sirios?


-Yo pido, lo primero, oración. Nosotros los cristianos, por la gracia del bautismo, nos unimos en una sola Iglesia. No hay dos iglesias distintas. San Pablo se refiere a la "Única Iglesia de Dios" (Cartas de San Pablo a los Efesios). Por eso, el sufrimiento de la Iglesia en Siria, en Líbano, en Iraq, en Europa o en Chile es uno y el mismo. San Pablo dice también: "Si un miembro sufre, todos los demás miembros sufren con él" (1Co 12). Los cristianos, no importa de qué lugar del mundo, conformamos un solo cuerpo, una sola Iglesia.


El Papa Francisco se ha hecho cargo muy bien de nuestra situación y está trabajando mucho por nosotros; no solamente él, sino toda la curia vaticana. El llamado del Papa a la oración de septiembre de 2013 fue increíblemente eficaz. Previo a este llamado, los ciudadanos sirios vivieron tres días de una angustia total, de una amargura extenuante, una auténtica cruz. Ante la barbarie, estaban desorientados y no sabían si abandonar el país -y con ello, sus casas- era la mejor de las opciones. Fueron momentos muy difíciles. En la noche de la jornada de oración, la situación dio un giro de 180 grados. Las iglesias comenzaron a llenarse y se despertó de nuevo la esperanza en la población siria. Por eso, yo pido la oración. Es muy importante para continuar nuestra misión, por medio de nuestra presencia, con nuestras familias y con todos nuestros hijos de Medio Oriente.


También me gustaría hacer un llamado a todos los cristianos del mundo para que reconsideren el futuro que nos espera si no despertamos. Hablemos claro, el cristianismo está amenazado. Y no solamente en Siria, sino en todo el mundo. Si logran echarnos a los cristianos de Medio Oriente -cuna del cristianismo- entonces nos acabarán echando de todas partes.


-¿Alguna esperanza de paz para Siria?


- Nosotros los cristianos somos los hijos de la esperanza. Y sabemos que, después de cada cruz, hay una resurrección. Ahora estamos viviendo la cruz: la guerra es la guerra y siempre genera violencia y sufrimiento. Pero, después de la tormenta, siempre llega la calma. Las primeras palabras que dijo Jesucristo después de su resurrección fueron: "La paz esté con ustedes" (Juan 20, 21-22).


¿Tenemos esperanza? Sí, yo siempre trato de ser optimista con mis fieles y conmigo mismo. Siempre les repito lo que dice el Evangelio de San Lucas: "No temas, pequeño rebaño" (Lc 12, 32-48). Nosotros ahora, en Medio Oriente, somos un pequeño rebaño, pero no tenemos miedo. Nuestra fe es grande. Muchos han muerto mártires por su fe, pero seguimos adelante en y por nuestra Iglesia. Si nos destruyen la "piedra angular", nosotros volveremos a reconstruirla. Nuestro trabajo ahora mismo es reconstruir las almas de nuestros fieles para mantenerlos vivos y mantener así viva la Iglesia en Medio Oriente.


-¿Cuál es la actitud del gobierno sirio, encabezado por Bashar Al-Asad, para con los cristianos?


- El gobierno sirio actual está del lado de los cristianos. Tanto el actual presidente como el anterior -su padre, Háfez Al-Asad- nos han protegido. Se puede decir que, desde el año 1970 hasta ahora, los cristianos han vivido prósperamente en Siria. Nunca pensamos que nuestras iglesias dejarían de tocar las campanas. Teníamos libertad, hacíamos procesiones por las calles y celebrábamos misas en paz. Antes de la guerra, no hubo ninguna persecución a los cristianos, al contrario, vivían en libertad junto a los demás ciudadanos musulmanes.


Hoy, el gobierno sirio nos protege. Pero, ¿dónde está Estados Unidos? ¿Dónde está la comunidad europea? Tras la Segunda Guerra Mundial, Francia amparó a los cristianos de Siria y a los de Líbano, ¿dónde está ahora? Si nos ayudaron entonces, ¿por qué no nos ayudan ahora? Por eso, o mantenemos nuestro gobierno o estamos perdidos, porque nadie más nos va a proteger. Si llega al poder un gobierno del Estados Islámico, al cristiano le quedaría vivir entre el infierno aquí en la tierra o el martirio. En estos momentos, aunque Al-Assad no sea el mejor presidente del mundo, es "mejor malo conocido, que bueno por conocer".


-¿Qué actores participan en esta guerra y qué es lo que persiguen?


- Esta es una guerra internacional librada en territorio sirio. No es una guerra de sirios contra sirios. Es un conflicto que se extiende, ya desde hace tiempo, por todo Medio Oriente. El objetivo de la comunidad internacional es vaciar Medio Oriente de cristianos y de todo aquel ciudadano que no se atenga al plan.

¿Qué cuál es el plan? Se resume en el dicho "dividir para vencer". Dividen a los países, enfrentan a la población, siembran el caos y desestabilizan la economía. Y todo ello con el fin de hacerse con el control de Medio Oriente y, por supuesto, con su petróleo y su gas natural (considerado el petróleo del futuro).
Por eso, no solo los cristianos, sino que todos los ciudadanos sirios -sean musulmanes, sunitas, chiitas o lo que fuera- que no acepten este plan, serán perseguidos y expulsados. Y, desgraciadamente, poco a poco lo van consiguiendo. Iraq, durante la época de Sadam Husein, contaba con 1.200.000 cristianos en su territorio. Cuando comenzó la guerra, 800.000 tuvieron que huir del país. Ahora solo quedan 100.000.


- La fe de los cristianos perseguidos se ve más fuerte que la de los cristianos que han tenido una vida más fácil. En este sentido, ¿no le inspira cierta tristeza la pérdida de fe y de valores del mundo occidental?


- Creo que, después del llamado del Papa Francisco, el cristiano europeo despertó. Las asociaciones cristianas del mundo entero comenzaron a ayudarnos. Actualmente, abundan las visitas a Siria de muchos extranjeros (voluntarios y autoridades). Ellos vienen, visitan el país, participan con nosotros de distintas actividades y pueden ver con sus propios ojos nuestra fe. Ahora tenemos cerca de 30 jóvenes voluntarios franceses que trabajan con nosotros en la limpieza y reconstrucción de escuelas y hogares. Estas visitas nos dan mucha fuerza. Cualquier acercamiento del extranjero supone, para nosotros, un testimonio muy grande de cariño y de fe.

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