Ni empezó siendo una joyería, ni estaba asociada al lujo y no disfrutó de éxitos desde el principio. Tiffany & Young nació como una tienda de artículos de regalo y papelería, con el dinero prestado por el padre de uno de los fundadores y en el día de su inauguración sólo hizo una caja de US$ 4,98. Pese a ello, hay emprendedores con olfato que no cejan hasta tener éxito y Charles Lewis Tiffany fue uno de ellos.
Nacido en Killingly (Connecticut) e hijo de un empresario textil, Tiffany llega a Nueva York con 25 años. Nada más aterrizar, se asocia con John B. Young para abrir un negocio en el 259 de Broadway con US$ 1.000 que le había dejado su padre. Hablamos de 1837, época en el que la ciudad está en pleno crecimiento, un contexto en el que ambos conseguirán destacar. ¿Cómo? Comprando artículos exóticos como bronce de India o porcelana china que llegaban a los puertos de Nueva York y Boston en la maleta de los viajeros.
No obstante, será un hecho histórico ocurrido a miles de kilómetros de distancia lo que cambiará para siempre el negocio de Tiffany. El final de la monarquía de Luis Felipe I, el último rey de la historia de Francia, supondrá la huida de muchos aristócratas del país a finales de los años 40, una situación que Tiffany aprovechó para cambiarles sus joyas por dinero en efectivo. La prensa llegó a coronarle como el rey de los diamantes.
La historia de la empresa irá muy ligada desde sus inicios al instinto de su fundador. Un ejemplo será el conocido como Blue Book de la firma, el primer catálogo de venta que se distribuyó en Estados Unidos y que sigue vigente en la actualidad. Y una de sus habilidades será aprovechar momentos históricos para hacer negocios. Así, Tiffany dará un nuevo golpe de efecto en 1858, coincidiendo con la apertura del primer cable telegráfico que cruzó el Atlántico. El empresario aprovechó la ocasión para comprarle 20 millas de cable al autor del proyecto, un material con el que fabricará pisapapeles, bastones o mangos de paraguas, entre otros. El día que se pusieron a la venta, la Policía tuvo que intervenir para controlar a las multitudes que querían un trozo de historia.
El negocio de la joyería
En los años 50 del siglo XIX, con Young ya jubilado, la compañía era ya uno de los principales negocios de platería del mundo, aunque habrá que esperar hasta 1867 para que Tiffany & Co. (la empresa ya había sido rebautizada) adquiera fama internacional. En 1882 el presidente Chester Arthur llegó a encargarle a la firma la decoración de la Casa Blanca.
Como curiosidad, en esta época la firma creó el anillo de compromiso tal y como lo conocemos ahora. Antes, los anillos de diamantes se engarzaban mediante biseles, pero a partir de 1886 Tiffany los empezó a diseñar levantando la piedra de la banda de oro para que entrara la luz.
Cuando Charles Lewis Tiffany falleció en 1902, su empresa era un referente en el diseño de joyas y artículos de decoración en Estados Unidos, tenía más de 1.000 empleados y contaba con oficinas en Londres, París y Ginebra. Su sucesor fue su hijo, Louis Comfort Tiffany, que recibió un patrimonio de US$ 35 millones y, lo que es más importante, una empresa referente en su sector. Él se convirtió en el primer director de arte de la compañía y en uno de los principales representantes del movimiento Art Nouveau de su país.
Su etapa siguió el camino marcado por su padre como estandarte del lujo. Su fama era ya tal, que simplemente llevar un artículo de la firma en la mano marcaba una cierta posición social, ya que la empresa estaba considerada como un icono del lujo y la exclusividad. The New York Sun llegó a publicar en 1906: “El señor Tiffany tiene algo que usted no podrá pagar ni con todo el dinero del mundo; sólo él se lo dará. Y eso es una de sus cajas”.
Un año antes se había abierto la mítica tienda de la Quinta Avenida en Manhattan, otro de los muchos iconos de la firma y parada obligatoria para miles de personas que visitan cada año Nueva York. Además, Tiffany ha ido marcando el paso de la joyería a lo largo del siglo XX. Primero, con algunos de los mejores diseñadores de este sector, como Jean Schlumberger, que llegó a la empresa en 1956 y está considerado como uno de los grandes creadores de joyas del siglo XX; pero también con figuras como Elsa Peretti, en los años 70, o Paloma Picasso, en los 80. Hasta Andy Warhol colaboró con Tiffany diseñando una colección de tarjetas de Navidad.
Además, la compañía es responsable de muchas de las modas que han marcado una época en el mundo de la joyería, como la llegada del platino para engarzar diamantes en la década de los años 20 o las joyas de estilo cóctel en los años 40 y 50.
A lo largo del siglo XX y los 14 años que llevamos del XXI, todo tipo de personalidades han llevado joyas de Tiffany, desde estrellas de Hollywood como Lillian Russell, Elizabeth Taylor o las más actuales Angelina Jolie o Anne Hathaway, hasta personalidades como Jaqueline Kennedy Onassis. Sobra decir que Breakfast at Tiffany’s, la novela de Truman Capote de 1958 y su adaptación al cine en 1961 de la mano de Blake Edwards contribuyeron decisivamente a su fama. Hoy, es difícil pasar por Tiffany y no quedar deslumbrado por el brillo de sus diamantes. Aunque es imposible hacerlo con el estilo de Audrey Hepburn.