A sus 39 años, Russell Brand ha destacado en muchas cosas. Ha hecho a la gente reír y la ha hecho enfadar. Tiene un talento natural para meterse en problemas, conquistar mujeres y últimamente, incitar a sus 8,4 millones de seguidores en Twitter a una revolución pacífica. Ahora, parece que también es bueno para escribir. Su sugerencia para la introducción de este artículo se parece mucho a la que estaba pensando. Ésta es mi versión.
Un mercedes negro se estaciona en una calle de East End en Londres, se abre la puerta y aparece un hombre alto con lentes y salvaje cabello negro.
La cena es en Crisis Café, una cooperativa que ayuda a desamparados a buscar empleo. Lo contemplo llena de ansiedad. Al igual que otros 10 millones de personas vi su entrevista en Newsnight donde destrozó y ridiculizó a Jeremy Paxman, el entrevistador más duro de Reino Unido.
Esto no va a ser fácil, pienso. Y así es. Incluso antes de saludar, ya tiene el control, toma mi mano y me conduce como a una niña a la cocina. Ahí, varios ex reos y drogadictos aprenden a cocinar; Brand habla con todos, se toma selfies, y luego se aparta para hablar con el administrador. Planea abrir su propia cooperativa con las ganancias de su nuevo libro y busca asesoría.
Lo espero largo rato pero eventualmente protesto que debo entrevistarlo y que para ello necesito privacidad. "Esa es una actitud muy capitalista y egoísta, Lucy", dice, mirándome fijamente. Pero obedece y nos vamos a sentar a una mesa donde nos sirven una sopa de papas y un jugo rojo que él mismo ordenó para mí.
¿Lee FT?, le pregunto al fin. "No", responde inclinando su cara muy cerca de la mía.
Le digo que debería. Acaba de escribir un libro donde argumenta que el capitalismo llegó a su fin, y debería conocer a su enemigo.
"Lo encuentro difícil de entender. Obscurece la verdad y creo que las ideologías económicas son contrarias a las espirituales que necesitamos para salvar a nuestro planeta. El capitalismo es un arma económica de las ideologías individualistas y materialistas que limitan nuestra consciencia y nos impide ver que estamos todos conectados"
Al escribirlas, sus palabras tienen un tono desagradable pero cuando él habla no se siente porque la atención está en sus penetrantes ojos y su postura completamente relajada. Respondo que el capitalismo ha sacado a millones de personas de la pobreza en una generación. "Sí, estoy seguro de que la gente preferiría hacer waterboarding a ser violada pero no son las únicas opciones", responde con desgano.
Sus ojos se iluminan cuando ve una copia de su libro, Revolution. "¡Amo este libro!", exclama. Yo digo que sólo me gustaron algunas partes. Le leo algo que subrayé: "La economía es sólo una metáfora, no es real, por eso la palabra 'con' (estafa) está en ella".
"A la gente le encanta esa basura", dice con evidente placer.
Pero es un disparate.
"Querida, dile eso a la gente que sufre. No puedes ignorar que hay pobreza todo alrededor. La gente normal no puede vivir en esta ciudad".
No podría haber escogido un mejor lugar para su comentario. El Crisis Café está a una milla de los rascacielos del sector financiero y el contraste es desagradable.
Mientras habla de los males del capitalismo tengo la sensación de estar con un adolescente inteligente e intransigente, pero la aterradora diferencia es que Brand tiene una audiencia enorme que escucha su mezcla de idioteces y verdad. Tiene diez veces más seguidores en Twitter que el primer ministro David Cameron. Su canal de noticias políticas en YouTube, The Trews está convenciendo a una juventud apática de reclamar por el estado de las cosas. Mi hijo es un fan, le digo. "Qué bien", sonríe.
Le respondo que puede ser bueno causar indignación en los jóvenes pero no llamarlos a no votar. "Soy partidario de una desobediencia total y una organización total. No basta dejar de pagar los impuestos, hay que organizarse para que todos dejen de hacerlo al mismo tiempo".
Pero eso causaría una recesión catastrófica que perjudicaría a la gente que intentas ayudar.
"Ya cállate Lucy. Sólo piensas en parámetros estrechos. En el mundo hay personas y recursos. Debemos asegurarnos de que los reciban. La razón por la que no ocurre es esa ideología que defiendes", responde mirándome fijamente como si el capitalismo fuera mi culpa.
El café está cerrando y soy la única que no le ha pedido una selfie y decide remediarlo. "Tomemos una foto para tu hijo besándonos en la boca".
Le aseguro que mi hijo no la quiere pero él ya está junto a mí, acercando sus labios. Le pregunto si es primera vez que una mujer lo rechaza. Mueve la cabeza y afirma que no lo rechacé. "Tu lenguaje corporal muestra que dudabas y tu cara está roja".
Cuando llego a casa miro la foto. Paxman no pudo con este carismático y revolucionario y aparentemente tampoco yo. Mi cara está roja y yo sonrío como una boba.