Cualquier emprendedor ambicioso que busque sentar las bases de una multinacional del siglo XXI comenzaría con algunos de los siguientes principios: establezca un propósito fuerte; sea global desde el principio; mantenga una estructura de gobierno firme, pero delege la toma de decisiones en sus gerentes de primera línea altamente capacitados; y comuniquése constantemente.
Esta fue la base sobre la que Ignacio de Loyola, el santo español, fundó la Compañía de Jesús -Los Jesuitas- en el siglo XVI. José Bento da Silva, de Warwick Business School, que ha estudiado la organización católica durante más de diez años, cree que ésta puede ofrecer lecciones para las multinacionales modernas.
Los Jesuitas, cuya misión está basada en los votos de pobreza, castidad y obediencia, podía oponerse a ese paralelo con las empresas con fines de lucro. Pero el profesor Bento da Silva, que era un novicio jesuita antes de dedicarse a los estudios de ingeniería y después a los de gestión, dice que la organización ha demostrado a lo largo de los siglos, la forma en que es posible equilibrar el control central y la autonomía local.
La Compañía de Jesús tiene una estructura que suena militar, encabezada por un "general superior", con sede en Roma, que supervisa una red de "provinciales" a cargo de las áreas geográficas. Los provinciales supervisan las operaciones locales, incluyendo las famosas escuelas de Los Jesuitas y las organizaciones de caridad locales. La sociedad tiene 200.000 empleados, de los cuales 20.000 son jesuitas.
Cuando estableció la orden, San Ignacio tenía una capacidad limitada para contactar a su red de misioneros. Abundantes intercambios de cartas le ayudaron. Pero él infundió en los sacerdotes el propósito correcto antes de partir, y luego confió en ellos para ejecutarlo.
Incluso en el mundo del email, "no hay forma de que una organización global funcione a menos que su poder sea dividido entre un grupo de hombres entrenados en un ´modo de proceder´", dice el ex provincial británico Padre Michael Holman.
La autonomía tiene sus inconvenientes. Algunos jesuitas dijeron al profesor Bento da Silva que la sociedad era "un claro ejemplo de desorganización", sufriendo por la duplicación ineficiente de actividades. Mucho peor, los escándalos por abuso a niños católicos han golpeado a algunos reparticiones de jesuitas.
La estructura de red de los jesuitas y el hecho de que promueve a gente sólo desde dentro de sus filas son, sin embargo, fuentes de fortaleza, de acuerdo con el profesor Bento da Silva.
Los principios organizativos más amplios de la sociedad son ahora visibles en la parte superior de la Iglesia. El Papa Francisco es el primer Pontífice de origen jesuita. El Padre Holman dice que ha mostrado "claras huellas de su identidad jesuita".
El eclesiático, que dirige el University of London's Heythrop College, apunta a otros dos pilares de la vocación jesuita. Uno de ellas es el "discernimiento": "Estamos constantemente buscando dónde el Señor nos está llamando en cualquier momento", dice. El otro es la "disponibilidad", según la cual los jesuitas siempre están disponibles para responder la llamada. Puede que los ejecutivos no usen los mismos términos, pero deben aplicar estos principios todos los días: son el equivalente espiritual de visualizar las tendencias y mantenerse ágiles.