Datos no opiniones

Democracia digital: un paso hacia la legitimidad institucional

Tomás Espinosa Analista de Políticas Públicas de Pivotes

Por: Tomás Espinosa | Publicado: Sábado 28 de septiembre de 2024 a las 04:00 hrs.
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La democracia en Chile no goza de buena salud. Distintas mediciones revelan un creciente distanciamiento entre la ciudadanía y el sistema democrático. De acuerdo a la Encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) de junio y julio de 2024, el Gobierno, el Congreso y los partidos políticos apenas alcanzan niveles de confianza de un 17%, 6% y 3% respectivamente. Por otro lado, sólo un 52% de la gente cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de Gobierno (lo que representa una caída de 9 puntos porcentuales en relación a 2021). El último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD no es más esperanzador. La ciudadanía ve a los líderes políticos como obstáculos para avanzar en soluciones a sus problemas. Frente a la afirmación “no creo que a los líderes políticos les importe mucho lo que piensa la gente como yo” un 59% está muy de acuerdo o de acuerdo. Por último, 6 de cada 10 personas consideran que pueden hacer poco o nada para cambiar la situación del país. Esta percepción ha aumentado casi 20 puntos porcentuales en las últimas dos décadas.

Este desencanto democrático no es un fenómeno local. La cantidad de ciudadanos insatisfechos con la democracia en los países desarrollados ha aumentado de un tercio a la mitad en el último cuarto de siglo. Si bien este retroceso puede ser explicado por muchos factores, el auge de tecnologías como las redes sociales y sus algoritmos han contribuido al declive, al constituirse como cámaras de resonancia que aumentan los niveles de polarización política y que se prestan como caldo de cultivo para la difusión sistemática de desinformación, deteriorándose el diálogo transparente que caracteriza a las democracias plurales y abiertas.

Sin embargo, hay lugares en el mundo en donde han implementado novedosas soluciones a este problema. Uno de los países que ha hecho esfuerzos ambiciosos e innovadores por acercar a la ciudadanía con sus instituciones democráticas es Taiwán. Esta próspera nación tiene el privilegio de situarse entre las democracias más libres y eficaces del planeta, con un 91% de sus ciudadanos que considera que su democracia funciona bien o correctamente. Hace ya una década, luego de atravesar una aguda crisis de desconfianza institucional con el “Movimiento de los Girasoles”, decidieron implementar lo que ellos denominan una “democracia digital”. Esta combinación de programas aprovecha diversas herramientas digitales para facilitar espacios de participación colaborativa en los que los ciudadanos son los artífices de soluciones a problemas sociales. Frente a la crisis señalada aquí la fórmula adoptada por el Gobierno taiwanés es simple: entregar confianza a sus ciudadanos para recibirla de ellos.

Una de las primeras instancias en que se materializó este empoderamiento cívico es “g0v”. Originalmente fue un sitio web fundado por hackers taiwaneses como respuesta al descontento ciudadano con la calidad de los servicios digitales gubernamentales y la transparencia de la información. En él se albergaban versiones alternativas de los sitios web del Gobierno que permitían una mejor visualización e interacción con sus datos. Actualmente se constituye como una plataforma web auto gestionada por una comunidad ciudadana enfocada en articular soluciones para problemas de interés público. En ella participan de forma coordinada desarrolladores de software, diseñadores, activistas, educadores, escritores, y en general, cualquier ciudadano que quiera tomar iniciativa. El eslogan que la comunidad adoptó es “no preguntes por qué nadie lo hace, tú eres nadie.”

Un ejemplo de proyecto desarrollado en g0v es “vTaiwan”, una plataforma que facilita la deliberación ciudadana sobre políticas públicas. Ciudadanos, representantes de industrias, organizaciones y autoridades gubernamentales pueden solicitar la apertura de un proceso de deliberación sobre un tema específico. A partir de ahí, se inicia una fase de consulta pública donde los ciudadanos expresan sus opiniones y preocupaciones mediante foros y encuestas. La plataforma Pol.is se utiliza para analizar las opiniones, agrupando las similares y destacando los puntos de consenso y disenso. Es similar a X (antes Twitter), con la diferencia de que los usuarios solo pueden expresar su apoyo o rechazo a afirmaciones específicas, sin permitir comentarios que polaricen el debate. El objetivo es identificar sentimientos comunes y opuestos para evaluar puntos de consenso. Con base en estos resultados, se organizan reuniones y talleres con participantes seleccionados aleatoriamente para garantizar una representación equilibrada, evitando la captura por grupos de interés. Finalmente, las conclusiones son utilizadas para que los tomadores de decisiones elaboren políticas públicas. Hasta la fecha, 28 temas han sido deliberados, con un 80% de efectividad en la acción gubernamental, lo que demuestra el poder que le da esta herramienta a la ciudadanía para definir la agenda.

Estrechar puentes entre la ciudadanía y la democracia hoy en día se ha convertido en un desafío en distintas latitudes. Cada vez son más los ciudadanos que se sienten distanciados de las instituciones democráticas a lo largo del mundo, y Chile no es la excepción. En este contexto, la experiencia taiwanesa puede ser enriquecedora, al ser Taiwán un ejemplo de país que logró salir de una crisis de desconfianza institucional, y que a la fecha actual mantiene altos niveles de conformidad entre sus ciudadanos con su sistema democrático. En este sentido, advirtiendo la diferencia cultural y realidades propias de ambas naciones, Chile puede sacar importantes lecciones e idear propuestas basadas en el espíritu de la democracia digital taiwanesa, sirviéndose de la tecnología para empoderar a la ciudadanía e involucrarla en la toma de decisiones. Es un camino que puede darle mayor legitimidad a futuras políticas públicas y al sistema institucional en su conjunto.

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