Opinión
Nuevos paradigmas normativos para un mundo nuevo
Director gerente del Fondo Monetario Internacional.
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 31 de diciembre de 2010 a las 05:00 hrs.
Por Dominique Strauss-Kahn
WASHINGTON, D.C. A lo largo del último cuarto de siglo, la economía mundial ha disfrutado de un notable período de crecimiento estable y baja inflación. La llamada gran moderación dio a las autoridades una falsa sensación de seguridad sobre su capacidad para gestionar la economía y abordar las crisis financieras, pero, cuando la gran moderación experimentó la metástasis de la Gran Recesión, salieron a la luz los errores fatales del pensamiento establecido. Uno de los más notables fue el de lo deficiente que entendíamos las vinculaciones entre el sistema financiero y la economía en sentido más amplio, además de las vinculaciones entre los países.
Hoy, cuando las autoridades buscan nuevos paradigmas para gestionar la economía en 2011 y más adelante, una mejor comprensión de esas vinculaciones será esencial para fomentar el crecimiento económico y reducir el riesgo de crisis. Igualmente importante es entender que mediante la cooperación podemos forjar una economía mundial más estable y más lograda para beneficio de todos los países.
Voy a intentar explicar lo que eso significa para tres objetivos normativos: crear un sector financiero más fuerte y más seguro, lograr un crecimiento más equilibrado y más estable y gestionar grandes corrientes de capitales inestables.
Un sistema financiero más fuerte y más seguro es la base de una economía lograda, lo que requiere una sólida reglamentación, con una normativa sensata para los mercados y las entidades financieros y, para velar por que todo el mundo se atenga a las reglas del juego, se deben supervisar intensamente las entidades financieras.
Ahora bien, incluso con las mejores normas y supervisión, seguirá habiendo crisis y ésa es la razón por la que necesitamos mecanismos eficaces de resolución para actuar con las entidades que se encuentren con dificultades y, por último, dadas las intensas influencias mutuas dentro del sector financiero y en toda la economía en sentido más amplio, necesitamos un marco global para gestionar los riesgos en el sistema financiero en conjunto.
Ya se ha hecho mucho para hacer avanzar la reforma reglamentadora, en particular el reciente acuerdo para fortalecer el capital de los bancos (Basilea III). Aun así, distamos de contar con la supervisión necesaria para una aplicación idónea de las normas. Todavía no se han conseguido unos eficaces mecanismos de resolución y marcos sistémicos y sigue siendo una tarea incluso más difícil.
Pasando a la economía en sentido más amplio, hemos aprendido que, para ser sólido, el crecimiento debe ser equilibrado. En el nivel nacional, requiere instrumentos para prevenir la posibilidad de que los excesos en un sector derriben toda la economía. En el nivel mundial, requiere una mejor distribución del crecimiento en todos los países, para prevenir desequilibrios desestabilizadores.
¿Cuáles son las consecuencias para la política macroeconómica?La política monetaria debe dejar de estar exclusivamente centrada en una inflación baja y estable y prestar una atención mucho mayor a la estabilidad financiera. Lo que ahora está en debate es cómo exactamente incluir ese imperativo en la política monetaria y cómo coordinar la labor de las autoridades monetarias y reguladoras.
En el caso de la política fiscal, la crisis demostró el valor del mantenimiento de una deuda pública y unos déficits bajos durante los buenos tiempos: los países con haciendas públicas más sólidas tienen más margen para amortiguar las repercusiones económicas de las crisis, pero la gran recesión ha hecho que la deuda pública y los déficits se dispararan en muchas economías avanzadas.
La rapidez con que se deba lanzar la reducción fiscal y el equilibrio adecuado entre mayores impuestos y menor gasto variará según los países, al reflejar factores como la solidez de la recuperación económica, el interés de los mercados por la deuda y los coeficientes iniciales entre gasto e ingresos, pero el objetivo común de la política fiscal debe ser el de apoyar un crecimiento y una creación de empleo duraderos a medio plazo.
Otra cuestión importante es la de la distribución de la renta. En los años inmediatamente anteriores a la crisis, la desigualdad aumentó en muchos países, con consecuencias preocupantes para la cohesión social. La desigualdad cada vez mayor puede haber aumentado también la vulnerabilidad a la crisis: al haber menos personas con capacidad para recurrir a los ahorros en malos tiempos, la repercusión en el crecimiento es aún mayor.
Pasando a la dimensión internacional, resulta decisivo entender mejor cómo influyen indirectamente en otras economías las políticas adoptadas en un país. Ese es el enfoque que ha inspirado las medidas del G-20 para lograr un crecimiento mundial fuerte, estable y equilibrado. También el Fondo Monetario Internacional está intensificando su labor en ese sector, mediante informes sobre las influencias indirectas relativos a China, la zona del euro, el Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos.
También es importante obtener una comprensión mejor de las vinculaciones financieras entre los países. Durante la crisis, hemos visto lo rápidamente que el capital abandonó los países antes considerados apuestas seguras. Hoy muchos de esos países se tambalean a consecuencia de un auténtico tsunami de dinero que regresa.
Las autoridades de muchos países con mercados en ascenso están preocupadas porque un aumento repentino de las entradas de capitales aprecie el valor de su divisa, desestabilice los mercados financieros y alimente un recalentamiento económico. Sus reacciones van desde comprar el dinero extranjero para prevenir una apreciación de la divisa hasta la adopción de controles de capitales y, en casos extremos, impedir enteramente la entrada del dinero. La situación ha llegado a ser muy tensa y se ha hablado de guerras de divisas y de un riesgo real de proteccionismo financiero.
Es evidente que debemos conseguir entender mejor las causas de esas corrientes de capitales. También debemos determinar las políticas mejores para abordarlas, teniendo presentes sus repercusiones en la economía mundial en conjunto, y debemos examinar la posible utilidad de un sistema de normas mundiales encaminadas a reducir la inestabilidad de las corrientes de capital.
Una importante cuestión conexa es la de lograr la seguridad financiera mundial. Así como una familia protege sus ahorros con seguros, los países deben poder recurrir a una red de seguridad financiera mundial. Ya se ha logrado mucho desde que comenzó la crisis mediante el aumento de los recursos del FMI y nuevos instrumentos de financiación, pero hace falta más, por lo que el Fondo está estudiando la cooperación con mecanismos financieros regionales, además de nuevas formas de utilizar sus instrumentos en una crisis sistémica.
Voy a ensamblar todo esto
Una fallo normativo principal en el período inmediatamente anterior a la crisis fue una muestra de falta de imaginación: no comprendimos lo intricada que había llegado a ser la red financiera y económica mundial. Debemos procurar que nuestro próximo fallo no sea consecuencia de la falta de cooperación. Debemos superar las antiguas líneas divisorias tanto dentro de las economías como entre ellas y cooperar para forjar una economía mundial más sólida y más resistente.