J. Lamont, R. Mcgregor y
F. Bokhari
Cuando Osama bin Laden eligió refugiarse en la ciudad paquistaní de Abbottabad, que también es una guarnición militar, usó el truco más viejo en el libro de los subterfugios. En realidad, la nación de la que hace mucho se sospechaba de hospedarlo tiene un proverbio en urdu que dice: “la oscuridad es más profunda bajo la lámpara”.
El mismo proverbio se aplica a muchas de las perplejidades del propio Pakistán: un Estado que tiene armas nucleares pero una economía quebrada, un sistema político fracturado y un ejército poderoso que durante décadas coqueteó peligrosamente con los extremistas islámicos.
Desde los ataques terroristas de 2001 en EEUU, los generales paquistaníes han negado tener conocimiento de dónde podía estar escondido el líder de Al Qaeda, y ahora lo encuentran en su patio trasero. La muerte de Bin Laden a manos de fuerzas estadounidenses deja al general Ashfaq Pervez Kayani, jefe del Ejército, con un cálculo estratégico alterado y grandes dudas sobre cuál es la guerra que está luchando.
EEUU refrenó su enojo con Pakistán sólo por razones tácticas. Es evidente ahora su convicción de que sectores del establishment militar y de inteligencia de Rawalpindi actuaron de manera traicionera en lo que respecta al terrorismo. “En este momento estamos investigando cómo pudo mantenerse ahí durante tanto tiempo, y si había algún tipo de sistema de apoyo dentro de Pakistán”, dijo John Brennan, principal asesor del presidente Barack Obama en seguridad y antiterrorismo.
El hecho de que el terrorista más buscado del mundo pueda haber estado escondido en Abbottabad por un período que podría llegar a cinco años pone de relieve la naturaleza incierta de las fuerzas militares de Pakistán, la falta de control de un gobierno civil débil y la inestabilidad de un país con incontables militantes sueltos y una creciente marea de conservadurismo religioso. La proximidad física de Bin Laden a los militares plantea incógnitas sobre las futuras políticas estadounidenses y ansiedad con respecto a cuan profundamente los militantes han penetrado en las áreas urbanas paquistaníes.
Lo preocupante para los aliados y los paquistaníes moderados, es que el ejército no se muestra dispuesto a abandonar una doctrina que considera brazos del Estado a los grupos de militantes desplegados para atacar a la India y Afganistán. “Es crucial que el establishment militar le dé respuestas a su propia gente para aumentar la confianza”, señaló el general retirado paquistaní Talaat Massod, analista de seguridad.
Por su parte, Khurshid Mehmood Kasuri, ex ministro de Relaciones Exteriores bajo Pervez Musharraf, último gobernante militar, opinó que “la verdadera incógnita es cómo verá EEUU a Pakistán. Pese a lo que la gente diga sobre Pakistán y sus intenciones, EEUU lo necesita para cerrar con éxito Afganistán. Me parece que habrá un esfuerzo para mantener en pie esta alianza”.