Antes que ganara las elecciones generales de noviembre, el líder del centro derechista Partido Popular español solía menospreciar lo que consideraba el analfabetismo e incompetencia económica de sus rivales del partido socialista.
El fin de semana, después de meses de tropezar consigo mismo en sus esfuerzos por solucionar los problemas estructurales de la economía española, finalmente se vieron forzados a pedirle a la UE un rescate de 100.000 millones de euros. Mariano Rajoy, el primer ministro del PP, y su ministro de Economía, Luis de Guindos, negaron por mucho tiempo la necesidad de ayuda. Ambos argumentaron que la línea de crédito de la UE era puramente para recapitalizar a los bancos y como no tiene condiciones no llega a ser un programa de rescate completamente como el de Grecia, Irlanda y Portugal. Rajoy, que apareció en una apresurada conferencia de prensa luego de que observadores y oponentes políticos lo acusaran de ocultarse, dijo que la situación hubiera sido mucho peor si el gobierno del PP no hubiera lanzado reformas al gasto público, laborales y el sistema financiero.
Los peligros políticos de ir al FMI con el sombrero en la mano son bien conocidos. “Rajoy no quiere unirse a la lista de los muertos vivientes que aceptaron un rescate”, dice Edward Hugh, economista que vive en Barcelona. “Nadie más que haya aceptado un rescate ha sobrevivido”.
Hasta ahora, España ha sufrido muy poca de la inestabilidad política vista en Grecia, pero un rescate completo acompañado de una intervención conjunta del FMI y la UE podría cambiar todo eso. “No creo que esta sea una solución de largo plazo. Obviamente se va a necesitar más dinero para España bajo otros ítems”, dijo Hugh.
Rajoy trató de salvar las apariencias tras el rescate de la eurozona, calificándola como una victoria para la credibilidad de Europa, para el euro y para el sistema financiero de España. Pero hoy no es popular ni en Bruselas ni en Madrid y sería mucho menos querido por los españoles si se terminara en un rescate formal para todo el país.