En los días posteriores a las elecciones parlamentarias de noviembre, las trompetas triunfales republicanas se oían en todo Estados Unidos. La severidad del veredicto de los votantes llevó al presidente Barack Obama a conceder que su partido había recibido una paliza.
Es notable que apenas cinco meses después los principales competidores por la nominación republicana se muestren tímidos. Esta reticencia no se debe a un súbito ataque de modestia. Pese a la derrota de noviembre, Obama aún tiene ventajas. Sólo tres presidentes en funciones han sido rechazados por los votantes desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque sus primeros dos años han sido difíciles, el índice de aprobación de Obama sigue en 48%. Además, el presidente está entre los mejores recaudadores de fondos que ha visto hasta ahora la política estadounidense. Competir con él no será barato.
Un factor más caprichoso que podría jugar a favor de Obama es la economía. Aunque frágil y con altibajos, el crecimiento comienza a recuperarse. Si tiene suerte, la economía podría dar un giro positivo a tiempo para la reelección.
Es posible que los lujos que pueden darse los candidatos no declarados demoren a los competidores: los candidatos declarados enfrentan límites en sus actividades de recaudación de fondos y en la exposición mediática; también necesitan políticas propias, y no sólo la capacidad de criticar las de los demás.
Quizás el factor más importante sea la aparición del Tea Party. Los republicanos siempre han enfrentado el dilema de resultar atractivos para los independientes y para sus bases. Pero las posturas radicales del Tea Party lo harán especialmente difícil en 2012. Los republicanos centristas podrían calcular que es más fácil esperar cuatro años y apostar a que el atractivo del Tea Party se habrá debilitado.
Sería una lástima que estas elucubraciones priven a los republicanos de un candidato con credibilidad. Habrá grandes temas en juego en 2012, y en algunos de ellos Obama es vulnerable. Obama todavía no ha presentado un plan creíble para reducir el creciente déficit fiscal.
Las propuestas republicanas no son más convincentes, pero el partido tiene gobernadores, en funciones o no, que han balanceado los libros en sus estados, incluyendo a Chris Cristie, en Nueva Jersey; Mitch Daniels, en Indiana, y Mitt Romney, en Massachussets. Las primarias republicanas habrán servido bien al partido si producen un candidato que reconozca que la solución de los problemas fiscales de EEUU pasa por subir los impuestos, además de reducir el gasto.