Por Heba Saleh en El Cairo
El primer ministro egipcio, Essam Sharaf, presentó la renuncia a su gobierno, hundiendo a su país aún más en una crisis, a medida que la tasa de muertos por los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía subió a 33 y miles se reunieron en la plaza Tahrir de El Cairo, pidiendo el término del gobierno militar.
El consejo militar egipcio está buscando acordar un nuevo primer ministro antes de aceptar la renuncia entregada por el gabinete de Sharaf, una fuente militar le contó a la agencia de noticias Reuters. La fuente agregó que ningún anuncio formal sería hecho hasta que el gobierno del consejo militar se pusiera de acuerdo en un candidato.
La renuncia y el continuo derrame de sangre en la capital, pone en duda la realización de las elecciones parlamentarias agendadas para comenzar el 28 de noviembre.
La elección, la primera del país desde la revuelta popular que sacó del poder al ex dictador Hosni Mubarak, es un paso crucial en la transformación democrática de la nación más poblada del mundo árabe, que busca dejar atrás el legado de décadas de dictadura.
Estados Unidos urgió a Egipto ayer a seguir adelante con las elecciones a pesar del aumento de la violencia. Pidió moderación en todos los frentes. “EEUU continúa creyendo que estos trágicos eventos no debiesen interponerse en el camino de las elecciones”, dijo el vocero de la Casa Blanca, Joe Carney.
En una apuesta por amortiguar la ira popular, el gobernante consejo militar firmó un decreto prometido hace tiempo, inhabilitando a “aquellos que corrompieron la vida política” bajo el régimen de Hosni Mubarak, el removido ex presidente, a participar en las elecciones.
El libelo, que llega muy tarde como para tener un impacto en la elección de este mes, es una pequeña concesión que no ha logrado mitigar al mayor desastre político que enfrenta el consejo desde que asumió hace nueve meses.
Anoche los enfrentamientos continuaban en una calle que va desde la plaza Tahrir hasta los cuarteles con estilo de fuerte del ministerio del Interior. La policía anti disturbios disparó gas lacrimógeno, balas de goma y tiros de plomo para casquillos de escopeta contra hombres jóvenes determinados a bloquear a las fuerzas de seguridad para que no marcharan a la plaza para desalojar a los manifestantes.
“Estoy armando porque me estoy defendiendo a mí mismo”, dijo un joven recepcionista de un hotel. “Mataron a muchos, tienen armas y nosotros no”.
Sin haber logrado despejar la plaza Tahrir, el consejo enfrenta opciones complicadas: pueden utilizar mayor fuerza para dar fin al estancamiento, potencialmente conllevando a más ira, o hacer sacrificios políticos, a lo que los generales parecen estar reacios a considerar.
La crisis, dicen los analistas, refleja la creciente pérdida de confianza en los generales que han prometido una transición democrática, pero que juzgaron a miles de personas ante las cortes marciales.