El nuevo acuerdo: ¿Una solución audaz a los dilemas del continente o euro pamplinas?
Se dice que dos cabezas piensan más que una. En el caso de la reunión entre la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy, no fue así. Si el desenlace permite al Banco Central Europeo (BCE) intervenir aún más en la crisis de deuda, podría ofrecer algún alivio. Sin embargo, tal como ocurrió con los Borbones, los líderes aparentemente no aprendieron nada.
¿A qué acuerdo llegaron? Por lo visto, no se convencerá a los inversionistas de sufrir pérdidas en los rescates de la eurozona, aunque una reestructuración voluntaria sigue pareciendo posible; hay mayor probabilidad, aunque no automática, de sanciones a países que infrinjan los límites del déficit presupuestario; se incorpora una exigencia de presupuesto equilibrado a la legislación nacional de los países miembros; se introduce el fondo de rescate permanente en junio de 2012, en vez de junio de 2013; y habrá reuniones mensuales de los líderes de la UE para supervisar la coordinación de políticas.
Atrás quedó la idea de forzar “la participación del sector privado” en un nuevo cronograma de deuda, lo que alegrará al BCE. Tampoco habrá sanciones automáticas a “pecadores” fiscales, lo que alivia a Francia. Alemania no se fue con las manos vacías: logró descartar los “eurobonos”. Pero no mucho más.
¿Impulsará este acuerdo al BCE a intervenir de forma más contundente? Mario Draghi, su nuevo presidente, señaló la semana pasada al Parlamento Europeo que un acuerdo que vincule a los gobiernos con las finanzas públicas sería “el elemento más importante para comenzar a restaurar la credibilidad” ante los mercados. “Luego podría haber otros elementos, pero el orden es importante”, añadió. Las medidas fiscales anunciadas por el gobierno tecnocrático en Roma podrían ayudar a dar luz verde al BCE para aquellos “otros elementos”. Los mercados han respondido con fe: el lunes la rentabilidad de los bonos a 10 años de España cayó a 5,2%, y de Italia a 6,3%. Sin embargo, Standard & Poor’s decidió poner a la eurozona en vigilancia negativa. La palabra clave sigue siendo “fragilidad”.
La cumbre del viernes es importante, pero los dichos de Sarkozy y Merkel no crean confianza. El problema es que el plan de Alemania -poder hegemónico en la eurozona- contiene un error garrafal. La buena noticia es que la oposición en la eurozona evitará su plena aplicación. La mala es que no parece haber una oferta mejor.
Alemania está convencida de que la mala conducta fiscal es el origen de la crisis. Tiene buenas razones para creerlo: si aceptara la verdad, tendría que admitir que posee gran responsabilidad en la crisis.
Veamos los déficit fiscales promedio de los 12 principales miembros de la eurozona desde 1999 a 2007. Todos, excepto Grecia, estuvieron debajo del famoso límite de 3% del PIB. Todos los países hoy golpeados por la crisis, excepto Grecia, lo respetaron. Es más, los cuatro peores ejemplos, después de Grecia fueron Italia y luego Francia, Alemania y Austria. Irlanda, Estonia, España y Bélgica tuvieron un buen desempeño.
Tras la crisis, el panorama cambió, con un grave deterioro en Irlanda, Portugal y España (pero no Italia). Sin embargo, el déficit fiscal es inútil como indicador de la amenaza de crisis.
Consideremos la deuda pública. Ese criterio incluiría a Grecia, Italia, Bélgica y Portugal. Pero Estonia, Irlanda y España la manejaron mucho mejor que Alemania. De hecho, según su déficit y deuda, la Alemania pre-crisis incluso lucía vulnerable. Nuevamente, después de la crisis, el panorama cambió rápidamente. El caso de Irlanda es insólito: en apenas cinco años sufrió un salto de 93 puntos porcentuales en la proporción de su deuda pública neta frente al PIB.
Veamos ahora el promedio de déficit de cuenta corriente 1999-2007. Los países más vulnerables fueron Estonia, Portugal, Grecia, España, Irlanda e Italia, con lo cual al menos tenemos un indicador útil. Esta es, por lo tanto, una crisis de balanza de pagos. En 2008, el financiamiento privado de desequilibrios externos se cortó. Desde entonces, el financiamiento provino de fuentes oficiales.
Si el país más poderoso de la eurozona se niega a reconocer la naturaleza de la crisis, la eurozona no podrá remediarla ni evitar que se repita. Sí, el BCE podría tapar las grietas. En el corto plazo, esta intervención incluso es indispensable, ya que se requiere tiempo para ajustes externos. Sin embargo, lo crucial es el ajuste externo, mucho más importante que la austeridad fiscal.
En su ausencia, los recortes fiscales en los países débiles causarán recesiones profundas y prolongadas. Una vez que se reconozca su papel, el asunto central no será la austeridad, sino la competitividad.
Si uno descarta salidas de la UE, esto requiere de una economía boyante en la eurozona, mayor inflación y vigorosa expansión del crédito en países con superávit. Hoy todo esto parece inconcebible. Por eso los mercados tienen razón en ser tan cautelosos.
La incapacidad de reconocer que una unión monetaria es vulnerable a una crisis en la balanza de pagos, en ausencia de integración fiscal y financiera, casi asegura una repetición. Lo que es peor, centrarse en la austeridad garantiza que la respuesta a las crisis será pro-cíclica, como vemos claramente.
El acuerdo de París quizás permita que el BCE actúe y haya un periodo de paz, aunque lo dudo. La eurozona aún busca remedios efectivos de largo plazo. Como esta en el fondo es una crisis de balanza de pagos, resolverla requerirá fuertes ajustes. Esa es la verdad. El resto son palabras.