Por Sarah Gordon, editora de Empresas
A pesar del caos en Grecia, la sensación de desastre inminente en la eurozona ha amainado desde diciembre cuando -después de muchas súplicas- el Banco Central Europeo acudió en rescate mediante la entrega de grandes préstamos a los bancos de la región.
¿El resultado? Cayeron los intereses de los bonos públicos de la mayoría de los países en problemas, igual que el costo de préstamos de 24 horas. El precio de las acciones de los bancos europeos ha subido 20%. Y para sumar otra buena noticia, la Autoridad Bancaria Europea (EBA, siglas en inglés) señaló el jueves que los planes de los bancos para reunir el capital hasta julio para cumplir los objetivos del regulador (en general) se estaban cumpliendo.
Las mejoras se deben principalmente a que el BCE permite un acceso más barato y a largo plazo al préstamo que lo que haría el mercado. En diciembre prestó a 500 bancos cerca de 500.000 millones de euros a tres años a apenas 1%. A fines de febrero podría suministrar el doble. Y también flexibilizó las reglas respecto a las garantías de los bancos respecto al dinero que han prestado.
Para los bancos es un gran negocio. El dinero que obtienen prestado del BCE es más barato y sus condiciones menos onerosas que las de otros créditos disponibles. Y muchos observadores, que también parecen creer que el dinero del BCE es “gratuito”, no entienden por qué no intervino antes.
Sin embargo, es peligroso ignorar las consecuencias negativas de las acciones del BCE. El balance de la entidad -que mide los activos consolidados del sistema financiero de la eurozona- se ha inflado de 1,4 billon poco antes del colapso de Lehman en septiembre de 2008 a 2,7 billones. Al imprimir dinero, el BCE está abriendo la puerta a la posibilidad de un importante aumento de la inflación. Además, ahora el BCE está fuertemente apalancado: la cantidad que ha sido prestada, en comparación a su capital y reservas, actualmente es de 36%, cerca de un récord histórico.
Esto tal vez no sea demasiado preocupante. Después de todo, si los bancos griegos, por ejemplo, entran en suspensión de pagos por sus deudas con el BCE, no es como si colapsara un banco de alta gama.
Sin embargo, hay otras preocupaciones. Aunque es posible que los bancos europeos estén comprando más bonos soberanos como resultado de la generosidad del BCE, no están reciclando la magnitud del préstamo en la economía real.
Según las propias investigaciones del BCE sobre los préstamos bancarios, el crédito a las empresas, hogares y consumidores se ha reducido aún más, y las tasas de préstamo son casi el doble que el último trimestre de 2011.
Además, los peligros de permitir prestar dinero a los bancos a tasas artificialmente bajas van más allá de eso. Desincentiva de consolidarse a un sector aún golpeado. Muy pocos bancos en Europa han cerrado o se han fusionado con otros desde que comenzó la crisis financiera.
Y si el dinero que prestan los bancos no tiene el precio adecuado, los bancos por su parte tienen la tendencia a evaluar mal el riesgo que asumen. Después de todo, fue un dinero excesivamente barato lo que impulsó el boom inmobiliario en Irlanda y España que hizo implosionar tan desastrosamente esas economías.
A fin de cuentas, el BCE podría resultar ser un lobo disfrazado de oveja.