Durante el verano (boreal) de 2006, los ejecutivos de Barclays tuvieron una idea. Millones de sus clientes británicos estaban acercándose a la edad de jubilación y necesitaban un ingreso estable. Por lo tanto, el banco se unió a Morley, una división de la aseguradora Aviva, y juntos crearon dos fondos de inversión fáciles de vender a cualquiera que pusiera un pie en una sucursal. Los fondos estaban catalogados como “prudentes” y “equilibrados” y se comercializaban como inversiones de bajo riesgo entre individuos, incluyendo a jubilados.
Dos años después, en plena crisis financiera, empezaron a llover cartas con reclamos de los clientes. Algunas de sus inversiones, que se suponía que eran seguras, habían perdido hasta 40% de su valor en cosa de meses. Muchos de esos inversionistas tenían poca experiencia en los mercados de valores y sabían poco más allá de la información que les había brindado el asesor de sucursal local.
Anna Quick y su esposo Geffrey, de East Preston, en la costa sur de Inglaterra, se encuentran entre quienes perdieron dinero en un fondo que vendía Barclays como “equilibrado”. La pareja invirtió más de 100.000 libras en el producto, y en 2007 le habían dicho al banco que buscaban algo que les permitiera generar un ingreso mensual para la jubilación.
Cuando los mercados de valores mundiales comenzaron a caer, el matrimonio comenzó a llamar desesperadamente al banco, sin suerte. Al poco tiempo se encontraron con que quedaban sólo 60.000 libras en su fondo. “Teníamos confianza en Barclays, estamos con el banco desde principios de los sesenta. No sabíamos nada sobre inversiones. Sólo queríamos un ingreso mensual”.
La importancia de llamarse...
Este enero, Barclays fue multada por la cifra récord de 7,7 millones de libras (US$ 12,7 millones) por no explicar adecuadamente a sus clientes los riesgos de esos productos. Las autoridades creen que al menos parte del problema fue la palabra tranquilizadora que aparecía en el nombre del producto.
El enfoque que aplica la industria financiera para comercializar productos entre los clientes preocupa a los reguladores desde Hong Kong hasta Londres y Nueva York. La crisis global puso de manifiesto todo tipo de riesgos inherentes a productos con nombres que suenan a seguridad. Los llamados productos estructurados, que ofrecen una porción de cualquier retorno sobre el mercado de valores durante un determinado período de tiempo a cambio de alguna protección sobre el capital, frecuentemente se denominan “garantizados” pese a que dependen de los bancos, como el quebrado Lehman Brothers, para que genere el retorno. Los fondos “prudentes” terminaron teniendo un 60% en acciones, información que muchos clientes no recibieron.
Sin embargo, en el último par de años se dispararon las ventas de ese tipo de productos. Los fondos prudentes encabezaron las listas de bestsellers en el Reino Unido durante los últimos 18 meses. Los fondos de “retornos absolutos”, que apuntan a ofrecer un retorno real a los inversores suban o bajen los mercados, ganaron terreno en Gran Bretaña y en Estados Unidos porque la gente busca proteger su capital de las grandes caídas.
Estos capitales que han ingresado a los fondos probablemente provoquen mayor preocupación desde que se registraron las recientes caídas del mercado de acciones. “Le venden a la gente fondos que no ofrecen el mismo nivel de riesgo que ellos buscan. Ellos quieren bajo riesgo y alto crecimiento pero no se pueden conseguir las dos cosas al mismo tiempo, por lo que el asesor les recomienda algo de mayor riesgo y espera que todo salga bien,” comentó Robert Morfee, abogado de Clarke Wilmott en Bristol, que representa a los consumidores que creen que fueron desinformados con respecto a esas inversiones.
Frente a estas señales de advertencia, la Autoridad de Servicios Financieros (FSA, su sigla en inglés) del Reino Unido decidió este año abandonar su flexible enfoque “basado en los principios” para inclinarse más por la mano dura cuando se trata de compañías de inversiones y aseguradoras que venden productos a consumidores. Advirtió que los nombres de varios productos de inversión podrían conducir a engaño y está solicitando al gobierno que le otorgue la facultad de intervenir y cambiar la estructura de algunos productos, si se determina que contiene riesgos que podría no comprender el consumidor promedio.
Milton Cartwright, gerente del departamento de política de inversión en FSA, admite que la nueva política intervencionista crea algunas cuestiones “filosóficas”. “Conseguir el equilibrio adecuado entre proteger a los clientes y reducir las opciones, entre la intervención y el costo de esas intervenciones en el sector: esas son grandes preguntas para hacer”, comentó.
Parte del problema está en saber dónde trazar la división entre demasiada información y desinformación. Algunos preguntan si los consumidores realmente pueden comprender todos los riesgos que conlleva un producto que han comprado. Es poco probable que sepan cómo un banco usa sus fondos depositados, por ejemplo, pero tampoco se les sugiere que deberían abrir una cuenta de ahorro.
Si los bancos e inversores trasmiten más honestamente los riesgos que contienen sus productos, muchos de estos productos podrían desaparecer del radar de los consumidores o perder atractivo.
Razón de estado
Hay otra razón por la que los reguladores de todo el mundo están tratando de mejorar los resultados que obtienen los consumidores. La industria de servicios financieros le dará la bienvenida a cualquier medida que disminuya los escándalos, como intervenir en los productos, porque de esa manera tendrá que desembolsar menos en indemnizaciones.
Pero para ayudar a los clientes a comprender mejor el riesgo que asumen, es necesario que recuperen su confianza en los bancos y administradoras de fondos. Cuanto más ahorre el individuo para el futuro, menos tendrán los gobiernos que preocuparse por el cuidado de los ancianos.