Por Dan MacCrum
En febrero, Bruce Berkowitz relató en el auditorio de la universidad de Columbia ante la comunidad inversionista parte de su propia historia sobre el sueño americano “mi padre era taxista, algo que de niño me hacía feliz, porque sabía que llegaría más lejos que él”. Y así fue. Berkowitz se convirtió en uno de los personajes financieros con más éxito de su generación, hecho reconocido en 2010, cuando fue nombrado el mejor gestor de fondos de la década por la consultora Morningstar.
Sin embargo, el consejo que dio desde el auditorio neoyorquino fue bastante más útil que la entusiasta defensa de los valores financieros. “Seguramente el mayor riesgo lo tomarán cuando tengan la sensación de estar seguros al 100%”, aseguró.
Seis meses después, los inversionistas huyen de entidades como Bank of America, AIG y Citigroup, en cuya recuperación Berkowitz confiaba a ciegas. El fondo Fairholme de Berkowitz, que ocupa el último lugar de una lista de 311 fondos de su categoría elaborada por la consultora Lipper, ha perdido 26% de su valor en lo que va de año.
Él no es el único inversionista importante que ha combinado un exceso de confianza en la fortaleza de la recuperación de la economía de Estados Unidos con una fe poco acertada en su perspicacia.
John Paulson, el gestor de hedge fund famoso por ganar miles de millones de dólares al predecir que los valores respaldados por hipotecas subprime no tendrían ningún valor durante la crisis financiera, también ha sufrido un duro revés, después de que las apuestas en la recuperación de los bancos resultaran equivocadas.
Reconocimiento
Bill Gross, gestor de Pimco, el mayor fondo de bonos del mundo, ha admitido que fue un error apostar tan fuertemente en contra de la deuda pública de EEUU. “Éste es un fenómeno bastante normal. Si tuviéramos un grupo de financieros estrella que acertaran siempre en sus predicciones, toda la riqueza estaría concentrada en unos pocos y el mercado desaparecería”, explica Denis Bastin, consultor de gestoras de activos.
Pero el hecho de que los “amos del universo” hayan cometido tantos errores es un síntoma del vuelco que ha dado el entorno financiero. Según una persona cercana a los planteamientos de Paulson, el inversionista tenía un interés especial en el oro. Cuando la Fed comenzó a comprar bonos en 2009 para estimular la economía, el ex presidente de la Fed, Alan Greenspan, le dijo a Paulson que esta política provocaría un repunte de la inflación, a medida que la recuperación económica se consolidaba.
El hedge fund de su propiedad decidió permitir que los inversionistas más preocupados por la inflación cambiaran sus activos en dólares por oro, utilizando derivados que realizan un seguimiento del precio del metal precioso.
La inflación también era un tema que preocupaba a Gross, de Pimco, otro que recibió el reconocimiento de Morningstar, que le nombró gestor de renta fija de la década. Gross pasó la primera mitad de este año advirtiendo a los inversionistas de que los bonos del Tesoro de EEUU no compensaban el riesgo de la subida de la inflación con los bajos tipos de interés que ofrecían.
Gross creía que los tipos de interés subirían cuando la Fed dejara de comprar bonos en junio, lo que provocaría una caída de su precio, por lo que vendió toda la deuda pública a la espera de que el Gobierno subiera los tipos. Pero las cosas no salieron como esperaba.
El momento exacto en el que los mercados empezaron a notar el cambio no está claro, pero las noticias negativas empezaron a sucederse: los precios de la vivienda no subían, los consumidores no aumentaban el gasto y los desempleados no encontraban trabajo.
Cuando se produjo la rebaja de la calificación, los inversionistas comenzaron a vislumbrar un futuro incierto.
Los mercados de valores cayeron, en especial las acciones del sector financiero, y la rentabilidad de los bonos estadounidenses a diez años cayó por debajo del 2%.
En términos interanuales, el principal fondo de Paulson, Advantage Plus, había cedido un39%amediadosdeagosto. El fondo de Gross, cayó a la posición 501 de un total de 584, poniendo en entredicho su fama de gurú del mercado de bonos. El problema del sector es que necesita que los inversionistas tengan fe en el poder de sus superestrellas y se olviden de la incapacidad de las gestoras de ofrecer resultados.