¿Puede el FMI salvar a la eurozona? No. Pero puede ayudar. Lo que sucede afecta al mundo, cuyos intereses representa el Fondo Monetario Internacional. Eso le da al FMI el derecho a actuar. La pregunta es cómo.
El mundo ha llegado a una nueva etapa, potencialmente peor, de la crisis financiera que surgió en los países avanzados en 2007. Su epicentro es la eurozona. Sin voluntad para enfocarse en el paciente enfermo frente a ellos, los líderes de la eurozona pasan su tiempo en el diseño de un régimen de ejercicios para garantizar que nunca vuelva a tener un ataque al corazón. Es una actividad sustituta.
En opinión de muchas autoridades de fuera de la eurozona, “simplemente no lo entienden”. Sus miembros, partiendo por Alemania, el actor principal, parecen paralizados por cuestiones domésticas. Algo nada sorprendente, tomando en cuenta que la política sigue siendo nacional. Pero también sugiere que el proyecto fue prematuro en el mejor de los casos, e inviable en el peor.
El último panorama de la OCDE entrega una imagen desoladora. Incluso si se evita lo peor, se espera que la economía de la eurozona se estanque el próximo año, aunque la OCDE advierte que “persisten serios riesgos de caída”. Es más, “un hecho negativo de importancia (...) probablemente hunda al área OCDE en la recesión como un todo, con marcados declives en EEUU y Japón, y una recesión prolongada y profunda en la eurozona”. Incluso los mercados emergentes sufrirán.
¿Qué tan mal pueden ponerse las cosas? La OCDE evalúa un escenario negativo que comienza con un default soberano desordenado en la eurozona. Las consecuencias son impredecibles, pero el default de un país avanzado mermaría fuertemente la confianza. Otras deudas soberanas, las instituciones financieras y los mercados sufrirán directamente los efectos. Algunos países podrían tener la necesidad de rescatar a sus bancos. A medida que las economías se debiliten, las arcas fiscales sufrirán fuertes tensiones. Podría haber una espiral negativa en confianza y actividad, con resultados mucho más allá de la propia eurozona.
Un default soberano no causará necesariamente una salida de la eurozona, pero no es descartable. La OCDE usa una lenguaje apocalíptico: “La disputa política podría ser dramática e intensas las presiones por una salida de la eurozona (...) Una turbulencia de este tipo en Europa, con una masiva destrucción de riqueza, bancarrotas y pérdida de confianza en la integración y cooperación europea, probablemente terminará en una profunda depresión, tanto en los países que abandonen la eurozona como los que sigan en ella, así como en la economía mundial”.
¿Entonces qué hay que hacer?
Primero, debe haber un compromiso creíble con las deudas soberanas, bancos y mercados para detener el contagio. Una posibilidad sería garantizar el refinanciamiento de la deuda pública y los déficit fiscales de Italia, España y Bélgica para 2012 y 2013. Esto costaría más de 1 billón de euros, que podrían ser insuficientes para evitar el contagio, dada su magnitud actual. Los recursos necesarios podrían venir de un reforzado Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, el Banco Central Europeo o ambos. El primero asumiría el riesgo de pérdidas y el BCE ofrecería liquidez. A largo plazo, un eurobono condicional podría ser una respuesta viable, como ha dicho John Muelbauer del Nuffield College, Oxford.
Segundo, la eurozona debe tener políticas de crecimiento y ajuste económico. Es más, estas no sólo pueden ser por el lado de la oferta. Actualmente la eurozona claramente sufre de una demanda agregada insuficiente. Además, los países más vulnerables serán incapaces de recuperarse sin recuperar su competitividad externa. Sin eso, están condenados a una espiral negativa de austeridad fiscal, demanda débil, mayor desempleo, escasos ingresos fiscales y aún más austeridad. En los años anteriores a la crisis, los superávit financieros de los hogares de la eurozona fueron absorbidos por los déficit de corporaciones no-financieras y, en menor medida, los gobiernos. Después de la crisis, los déficit corporativos desaparecieron, y dejaron la carga de apoyar la demanda a los gobiernos. Si los déficit fiscales deben desaparecer, los hogares y las empresas deben gastar más. Las políticas deben ayudar a lograr esto.
Tercero, la eurozona también necesita reformas de largo plazo para enfrentar su verdadera debilidad. Pero éstas fracasarán si Alemania insiste en que lo único que importa es la disciplina fiscal. La indisciplina fiscal no causó esta crisis. Aún más importante fue la indisciplina del sector privado. Si la eurozona introduce reformas para funcionar mejor en el futuro, más que seguir como una máquina que genera insolvencia financiera y fiscal en los países más débiles, la confianza volverá.
¿Qué papel puede jugar el FMI? No mucho. Carece de poder: los recursos disponibles no comprometidos apenas superan los US$ 440.000 millones. Puede reunir más dinero de países externos, pero no compensar la renuencia de los principales actores de la eurozona a otorgar el apoyo necesario. Incluso si tuviera los recursos, los programas para países individuales con seguridad fracasarán. El único programa que tendría sentido sería uno para la eurozona como un todo, ya que los programas para países en problemas tendrían que incluir una perspectiva razonable para una mayor demanda agregada de la eurozona.
Sin eso, hay escasas posibilidades de éxito para, por decir, Italia o España. Irlanda, una economía pequeña y abierta, puede adaptarse y desplazar la producción transable a otro lugar, donde sea necesario. Si tanto Italia como España intentaran hacer esto, probablemente será un esfuerzo costoso, porque la principal forma sería mediante la rebaja de salarios, y sin resultados, porque la ventaja de competitividad de Alemania es demasiado fuerte.
¿Cómo puede ayudar el FMI? Llegó lo que John Maynard Keynes llamaba “la hora de la verdad”. ¿Y cuál es la verdad? Que la eurozona tiene que elegir entre una alternativa mala y otra peor. La mala es una política radical para promover el ajuste y evitar una ola de defaults, crisis financiera y verdadera depresión. La peor es esa depresión y un quiebre del proyecto. El FMI debe abogar por la alternativa menos mala. Sólo la eurozona puede elegir.