Por Patrick Jenkins
Los funcionarios europeos están muy ocupados decidiendo los términos de su nuevo plan para recapitalizar los bancos del continente. Dado que muchos bancos poseen grandes tenencias de deuda soberana griega —y el mercado teme que otros países, especialmente Italia o España, puedan estar en riesgo— una amplia recapitalización del sistema es una medida sensata. Pero el proceso requiere ser meditado. El propio plan debe ser más duro y formar parte de una agenda de reformas con tres fases.
Primero, el plan de capital. A primera vista, la propuesta parece razonable. Los bancos de la región son sometidos a pruebas por los reguladores para obtener un modelo que muestre el impacto de los descuentos —tomando como base el mercado— en el valor de sus tenencias soberanas. Los analistas no se ponen de acuerdo sobre los agujeros en el capital que expondrán estos recortes en los balances de las entidades, pero el consenso se inclina por una cifra de entre 100.000 y 200.000 millones de euros.
Pero estas son las razones por las cuales el plan necesita cambios. Como varios grandes bancos europeos han dejado en claro en la última semana, si se los obliga a cumplir con el requisito mínimo de capital de 9% en tan poco tiempo, están decididos a no recaudar dinero fresco debido al comprensible temor a ser estigmatizados como un banco rescatado que es más débil que sus rivales. En cambio, achicarían sus balances, reduciendo los activos ponderados por el riesgo que forman el denominador de sus ratios de capital, en lugar de fortalecer el capital que forma el numerador. El resultado de esto sólo puede ser una disminución del crédito bancario disponible en Europa, cuando políticos y empresarios protestan por la falta de financiación.
Uno puede optar por creer que los bancos están exagerando y que ceder a su lobby muestra una absurda debilidad. Hay buenas razones para denunciar el bluff y endurecer el plan, de manera de obligarlos a aceptar fondos estatales de manera inmediata, como se hizo en EEUU con el mecanismo TARP.
Pero eso no será suficiente. Es vital realizar una segunda fase de la reforma, a la que hasta ahora se restó importancia: la de normalizar el acceso de los bancos a fondos líquidos en los mercados de bonos. Dexia, la entidad franco-belga que debió ser rescatada este mes, fue un recordatorio de que a menudo no es el capital insuficiente lo que mata un banco sino la falta de liquidez. Como en los casos de Lehman Brothers y Northern Rock —las primeras grandes víctimas de la primera oleada de crisis global— lo que resultó fatal fue la vasta brecha entre la dependencia del Dexia de financiación de corto plazo y sus compromisos de largo plazo.
Por último, los funcionarios deben enfrentar la raíz de los problemas, que es el desajuste presupuestario en los país. Se ha hecho mucho foco en Grecia, pero una táctica similar debe emplearse en Italia.