Las empresas y el reto de ayudar a los trabajadores a superar las tensiones de la crisis del costo de la vida
Un estudio revela que los empleados que luchan contra el aumento de la inflación corren un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental, lo que ha llevado a los empresarios a ofrecer más iniciativas de educación financiera o apoyo directo.
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Dos de cada tres empleados del Reino Unido afirman que las preocupaciones monetarias afectan a su salud mental, mientras que tres de cada cinco afirman que esta angustia financiera afecta a su rendimiento en el trabajo, según una encuesta realizada por el proveedor de servicios de ahorro en el lugar de trabajo Cushon.
En consecuencia, la crisis del costo de la vida supone un “doble golpe” a la productividad, afirma Steve Watson, responsable de propuestas de Cushon, ya que las preocupaciones financieras afectan, en primer lugar, a la capacidad del empleado para realizar su trabajo, y pueden provocar problemas de salud mental, que pueden dificultar aún más su eficiencia a largo plazo.
Los trabajadores que sufren de estrés, ansiedad y depresión se tomaron una media de 21,6 días de licencia por enfermedad en los ejercicios 2019 a 2020, según el Ejecutivo de Salud y Seguridad del Reino Unido.
“Solíamos pensar en el bienestar financiero y el bienestar por separado, pero ahora tenemos que verlo de manera más holística’’, dice Watson. “Todo está relacionado”, agrega.
La inflación de los precios al consumo en el Reino Unido se disparó hasta el 9,1% en mayo, más alta que en cualquier otro país del G7 y la más alta en Gran Bretaña desde hace tres décadas. Con la subida de los precios de la energía y los alimentos, muchas personas con ingresos bajos se ven obligadas a elegir entre calentar su casa o comer.
Las preocupaciones económicas también pueden agravar los problemas de salud existentes: la encuesta reveló que casi una de cada cinco personas que reciben tratamiento por problemas de salud mental ha faltado a una cita médica por no poder permitirse ir.
En acción
Sin embargo, a pesar de la evidente carga que suponen para sus empleados, los empresarios pueden ser reacios a intervenir, por temor a encontrarse con demandas de aumento de sueldo.
Christian van Stolk, vicepresidente ejecutivo de RAND Europe, que ha estudiado el impacto de las intervenciones financieras, desde las lecciones de gestión del dinero hasta los anticipos de la paga, afirma que no son un sustituto de la mala remuneración.
“No se puede decir que nuestros trabajadores deben tener más conocimientos financieros si tienen unos ingresos muy bajos, complementados quizá con prestaciones”, argumenta.
Otras empresas han subestimado el problema, por ejemplo, al dar por sentado que los trabajadores con mayores ingresos tendrán una formación financiera más sólida.
Un estudio de RAND Europe, encargado por el Wellcome Trust, analizó los datos de dos grandes encuestas en el lugar de trabajo, en Gran Bretaña y Asia. En general, se detectaron bajos índices de participación en iniciativas de bienestar financiero. Sin embargo, se descubrió que, para aquellos que sí participaron en los programas, su salud mental mejoró. Este fue el caso, sobre todo, de los más jóvenes, los que tenían ingresos más bajos y, en el caso del Reino Unido, los que pertenecían a minorías étnicas.
Los empresarios pueden ir más allá e intervenir ellos mismos. Un estudio de 2010 demostró que los anticipos de la paga disminuían los impagos. Y, en el Reino Unido, Watson sugiere que cambiando las pensiones de los empleados a un acuerdo de sacrificio salarial, las empresas podrían devolver un par de cientos de libras más a los bolsillos de los trabajadores cada año (cifras para un empleado que gane 30.000 libras).
Van Stolk afirma que la crisis de salud mental se ha agravado tanto que los empresarios están invirtiendo sólo para frenar la oleada de problemas.
“La mayoría de las grandes empresas con las que hablo en este momento están buscando cómo estabilizar la salud mental, es decir, ni siquiera mejorarla, sino simplemente detener su deterioro”, señala.
Sin embargo, añade que sigue existiendo una gran brecha entre los trabajadores con salarios bajos, a los que rara vez se les ofrecen intervenciones, y los empleados con ingresos más altos, así como entre los que trabajan para grandes y pequeñas empresas.
“La mayoría de los empleadores son mucho más conscientes de estas cosas e intervienen en esos ámbitos”, dice Van Stolk. “Pero yo pondría el foco en los empleadores más pequeños, que suelen tener medios muy limitados”.