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La Unión sobrevivió a Alexis de Tocqueville

“Si la soberanía de la Unión entrara en pugna con la de los Estados hoy, su derrota podría ser confiadamente pronosticada; y no es probable que esa pugna fuera seriamente resuelta...

Por: | Publicado: Miércoles 18 de abril de 2012 a las 05:00 hrs.
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“Si la soberanía de la Unión entrara en pugna con la de los Estados hoy, su derrota podría ser confiadamente pronosticada; y no es probable que esa pugna fuera seriamente resuelta... Si uno de los Estados elige retirar su nombre del contrato, sería difícil refutar su derecho a hacerlo; y el Gobierno Federal no tendría medios para mantener sus reivindicaciones directamente, ni por la fuerza ni por la razón”.

Alexis de Tocqueville, autor de estas palabras en los albores de Estados Unidos, fue el observador extranjero más astuto de ese país. Sin embargo, falló en prever el resultado de una guerra civil. De forma similar, en los diez días que he pasado en EEUU, encontré que los estadounidenses informados creen que la eurozona no sobrevivirá. Eso es porque la ven como un matrimonio por conveniencia económica, como de Tocqueville veía a EEUU como un matrimonio de conveniencia política.

El paralelo es inexacto, pero revelador. Es inexacto, porque la eurozona no es un país. Si lo fuera, las tensiones económicas a las que está sujeta serían fáciles de manejar. Es revelador, porque muestra que la sobrevivencia de cualquier construcción política depende de la intensidad de las fuerzas centrífugas y centrípetas en acción. En el caso de EEUU, las primeras fueron suficientes para persuadir a la Confederación de emprender la secesión, pero las últimas fueron suficientes para derrotar ese intento.

¿Qué podemos decir entonces de las fuerzas en juego en la eurozona? Las fuerzas económicas centrífugas están dolorosamente claras.

Primero, ya que la eurozona es una unión monetaria, sin respaldo fiscal, la presión del ajuste cae sobre mercados laborales notoriamente inflexibles. Ya que el objetivo acordado es una baja inflación, eso significa presión a la baja en los sueldos nominales. Eso conlleva un desempleo creciente, economías en colapso y deflación de deuda.

Segundo, el nacimiento del euro coincidió con un auge global del crédito. La convergencia de tasas de interés consecuente con su creación fue reforzada por la desaparición de los diferenciales de riesgo. El resultado fue un alza de los créditos transfronterizos a los sectores privado y público, una reducción de la presión para la consolidación fiscal en los países altamente endeudados (como Italia), y la aparición de enormes desequilibrios de pagos y divergencias en la competitividad. Entonces llegaron las crisis financieras, que provocaron “altos repentinos” en los créditos, un colapso en el endeudamiento y gasto privado, y una ola de crisis fiscales.

Tercero, en una crisis así, la eurozona no tenía una forma efectiva de sostener los sistemas bancarios, financiar a los países en problemas o asegurar un ajuste para las economías acreedoras y deudoras. En cambio, vemos improvisación: el aeroplano de la eurozona está siendo rediseñado mientras se estrella.

Ahora considere las fuerzas políticas centrífugas. Enumeraré dos.

Primero, la solidaridad se mantiene mayormente nacional. Recuerde que estos son los Estados de bienestar más generosos del mundo. Sin embargo, el suministro de financiamiento transfronterizo relativamente modesto, para ayudar a economías en problemas, ha probado ser extremadamente difícil. Es por esto que el Banco Central Europeo ha emergido de facto como el principal financista transfronterizo.

Segundo, el poder recae en los Estados miembros. En el caso del euro, el poder está concentrado en las manos de Alemania, el mayor país acreedor. Esto hace que la eurozona funcione, políticamente, como un acuerdo multi-país, no como un país. Alemania entendió este problema en el comienzo. Los franceses a menudo no.

Por último, considere las ideas. La fuerza centrífuga más importante es el vasto desacuerdo sobre qué ha salido mal y cómo enderezarlo. En particular, la dominante visión germana es que la crisis refleja indisciplina fiscal. Otros insisten (correctamente) que el núcleo del problema fue el préstamo excesivo, la competitividad divergente y los desbalances externos.

El desacuerdo importa porque los ajustes no pueden simplemente imponerse. Dada la opción de salida, tienen que ser negociados. En tal negociación, las naciones acreedoras tienen que entender su rol en la crisis. Si desean mantener sus superávit, deberán financiar a sus prestatarios. Si ellos quieren que les paguen, tienen que moverse hacia el déficit. Ambos lados, finanzas y comercio, tienen que ser alineados.

¿Son las fuerzas centrífugas lo suficientemente poderosas para romper el sistema? Para responder hay que examinar las fuerzas centrípetas.

La principal fuerza económica que ahora mantiene al sistema unida es el miedo de una separación. Una justificación adicional para la unión, en los países golpeados por la crisis, es la útil presión por reformas. Muchos creen que la moneda única ofrece un saldo positivo a largo plazo, aunque esa visión fue moderada por el costo de la crisis y la reducción de la integración financiera interfronteriza.

La principal fuerza política es el compromiso con el ideal de una Europa integrada, junto con la enorme inversión de la elite en ese proyecto. Esta motivación enormemente importante es a menudo subestimada por los extranjeros. Aunque la eurozona no es un país, es mucho más que una unión monetaria. Para Alemania, el miembro más importante, la eurozona es el toque final de un proceso de integración con sus vecinos que ayudó a traer estabilidad y prosperidad tras los desastres de la primera mitad del siglo XX.

Así, la gran idea que une a los miembros es la de su lugar dentro de Europa y el mundo. Las elites políticas de los estados miembros y gran parte de su población sigue creyendo en la agenda post-guerra, incluso más que antes. En términos económicos más estrictos, pocos creen que la flexibilidad monetaria ayudaría. Muchos siguen creyendo que las devaluaciones generarían apenas una mayor inflación.

Si esto fuera sólo un matrimonio por conveniencia, un desastroso divorcio sería probable. Pero es mucho más que eso, incluso si termina siendo mucho menos que una unión federal. Los extranjeros no debieran subestimar la fuerza detrás de ella.

El resultado más probable, aunque lejos de ser seguro, es un compromiso entre las ideas germanas y la complicada realidad europea. El apoyo a países en dificultad crecerá. La inflación alemana crecerá y sus superávits externos caerán. El ajuste vendrá. El matrimonio será muy miserable. Pero puede durar.

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