El rápido ritmo de cambios que barre el mundo árabe ha dejado en una posición de desventaja a muchas autoridades de Occidente. Pero las sorpresas se han extendido más allá de la región. La agitación de Medio Oriente ha revelado que la política exterior de Estados Unidos es más tímida de lo que el mundo estaba acostumbrado, y los neoconservadores en Washington encontraron un reflejo sorprendente en Francia.
Mientras los franceses hicieron un enérgico lobby a favor de la acción militar contra Libia, Barack Obama y su equipo deliberaron por semanas antes de finalmente estar a favor de una resolución de la Organización de Naciones Unidas (ONU) –lo que provocó burlas sobre un presidente presentado como “espectador en jefe”.
Eric Edelman, subsecretario de Defensa en la administración de George W. Bush, resumió la amargura de aquellos que sintieron que Washington debía ser más firme. “Esta administración parece estar contenta de dejar al líder del mundo libre, Nicolas Sarkozy, continuar con todo esto”.
Las autoridades sostienen que Libia es un caso especial, ya que Estados Unidos ve a países como Egipto, Bahrein, y Yemen como importantes desde el punto de vista estratégico. Y Obama es un presidente excepcionalmente cauteloso, algunos dicen titubeante. Pero a pesar de todo, las tendencias de las políticas de Estados Unidos son claras.
Enfrentado a un ejército sobreexigido, una gran deuda gubernamental y el desencanto popular con las guerras extranjeras, Washington está buscando socios para hacer más, incluso si esto significa que Estados Unidos juegue un papel secundario.
Así, mientras Obama advertía a Muammar Gaddafi de una inminente acción militar, especificó que no sería Estados Unidos, sino que Gran Bretaña, Francia y los estados Árabes los que tomarían el mando, un ultimátum muy improbable en la era de Bush.
Un mundo que había confiado y retrocedido de manera alterna en el liderazgo global de Estados Unidos, encontrará difícil acostumbrarse a un país que tiene una mirada más considerada de cuándo y cómo intervenir en el extranjero. Pero la secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo en vísperas de la votación de la ONU: “La acción unilateral tendría consecuencias no planeadas que no podemos asumir: si hay una decisión internacional en el Consejo de Seguridad, entonces Estados Unidos se unirá a la comunidad internacional”.
La diferencia con la era Bush, “Estás con nosotros o en contra nuestra”, no podría ser más clara.
Doctrina Obama
Bill Clinton describió una vez a EEUU como “la nación indispensable”, por una combinación única de poder duro y suave que le daba un alcance global, a diferencia de cualquier otro país. Pero cuando pasó lo de Libia, parece que Obama hubiera preferido abdicar el liderazgo estadounidense.
“Este es un presidente que podría repostularse en 2012 basándose en que nos sacó de dos guerras”, dice Anne-Marie Slaughter, quien fue hasta el pasado mes la jefa de política del departamento de Estado. “No va a hacer cosas que nos distraigan de Afganistán. Y eso es consistente con lo que yo llamo la doctrina Obama: que otros países tendrán que hacer más en un orden internacional más diverso”.
Hay un cálculo electoral en el enfoque de Obama, pero su reticencia va más allá de las elecciones presidenciales 2012. Libia y el debate sobre el Medio Oriente son una fuente de viejos y nuevos acertijos, sobre qué tan lejos presionar por una reforma democrática con aliados estratégicos y qué limites tiene el poder de Estados Unidos para hacerlo en revoluciones impulsadas por demandas locales para cambiar los regímenes.
Comparando la presión por un cambio democrático en el Medio Oriente con las revoluciones anti-comunistas de 1989, William Burns, subsecretario de Estado de EEUU, dijo que ayudar a lograr el derecho de esas transiciones era “un desafío tan importante para la política exterior estadounidense como cualquiera que hayamos enfrentado desde el fin de la guerra fría”.
Burns estableció cuatro metas principales para la región, además del interés “obvio de Washington en desarrollar una mayor independencia en energía”: cambio democrático pacífico, modernización económica, paz árabe-israelí, y seguridad regional, en particular en Irán.
Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de EEUU, y quien en los ‘90 popularizó la idea de que Estados Unidos era “la nación indispensable”, se atiene a la idea de compartir la carga en un mundo multilateral. “Indispensable no significa solo”, comentó. “Sé que la gente cree que multilateralismo en una palabra terrible, porque tiene demasiadas sílabas y termina en ‘ismo’, pero al fin de cuentas, sólo significa ‘asociación’”.