Por David Pilling
Hillary Clinton cruzó la frontera entre Hong Kong y Shenzhen la semana pasada para una reunión con Dai Bingguo, su contraparte chino. Uno puede exagerar las lecturas de estos eventos. Pero hubo algo casi simbólico en la entrada de la secretaria de Estado estadounidense por la puerta trasera del segundo país más importante del mundo.
Washington quiere reestablecer una presencia más fuerte en la región del Asia Pacífico, una parte del mundo relativamente descuidada por la ex administración de George W. Bush. Estados Unidos quiere que las relaciones comerciales y diplomáticas de la región sigan las líneas internacionales (los cínicos podrían decir estadounidenses). Pero los tiempos han cambiado. Los negocios se hacen cada vez más en términos de China. Cuando, por ejemplo, Clinton dijo en un encuentro de seguridad en Vietnam el año pasado que EEUU estaría feliz de mediar en las disputas entre China y sus vecinos en el Mar del Sur de China, Beijing reaccionó con molestia. EEUU, aunque sigue siendo una enorme presencia militar, diplomática y económica en la región, no puede ejercer sus intereses tan directamente como alguna vez lo hizo.
La estrategia de Washington es tratar de deslizarse subrepticialmente de regreso al corazón del Asia Pacífico sin encrespar las plumas chinas. Es una tarea compleja. Una señal de este delicado objetivo de política se vio en un discurso que Clinton hizo la semana pasada en Hong Kong: Titulado “Principios para la prosperidad en el Asia Pacífico”, evitó de modo magistral casi cualquier mención de Beijing aún cuando China estaba entre líneas.
Mucho del discurso se enfocó en política comercial. La economía era, dijo, “una prioridad de nuestra política comercial”. Pero debajo hay temas más estratégicos. EEUU ha “suscrito” la creciente prosperidad de Asia desde la segunda guerra mundial con su fuerte compromiso con la seguridad y comercio regional.
¿Cómo planea Washington dar forma a las normas regionales cuando China ha surgido como poder ascendente? En una versión del concepto de “parte interesada responsable” desarrollada por Robert Zoellick, ex subsecretario de estado, parte de su respuesta es vincular a Asia en general (y a China en particular) a un sistema de comercio basado en reglas. Que China entrara a la OMC fue parte de esa estrategia. Pero hay piedras en los engranajes. Parte del problema es el modo en que se ha desarrollado la red de acuerdos comerciales de Asia: se han firmado no menos de cien pactos bilaterales en una década. En enero, Asean concluyó un TLC con Beijing, dando a las empresas chinas acceso preferencial a su mercado de 600 millones de personas. EEUU mira desde afuera.
La misma política comercial de EEUU para la región es algo desastrosa. EEUU firmó un TLC con Corea del Sur en 2007, pero el Congreso aún debe ratificarlo.
En China, Washington con frecuencia luce impotente para evitar prácticas que considera injustas. Sin mencionar a Beijing, Clinton citó algunas dificultades: políticas de compras públicas cerradas, abuso de propiedad intelectual y tratamiento preferencial, incluyendo financiamiento barato, para empresas de propiedad estatal.
EEUU debe seguir metido en temas comerciales regionales si quiere mantener influencia. Pero conseguir que China siga sus reglas será más difícil. Además, algunos temas son más urgentes, El día de la visita de Clinton a Shenzhen, se supo que dos aviones chinos habían perseguido un avión espía estadounidense a través de una línea divisoria en el estrecho de Taiwán. Puede que la filtración haya sido una coincidencia, pero claramente la habilidad de Washington de hacer lo que quiere en el vecindario de China no es la que era.