John Paul Rathbone
Primero los inversionistas tuvieron que comprender el concepto de
quantitative easing
, la enorme inyección de liquidez que hacen los bancos centrales en las economías occidentales.
Ahora tienen que lidiar con el
quantitative tightening
, el intento –en especial en América Latina– de enfriar las recalentadas economías del mercado emergente, mediante la eliminación de parte del exceso de liquidez local.
A los inversionistas parece no impresionarles esta nueva jerga. Muchos consideran que el alza de la inflación es una señal de que los bancos centrales de los mercados emergentes se ubican detrás de la curva.
Las economías desarrolladas también se están recuperando más rápido de lo previsto. Con la agitación en Medio Oriente, los inversionistas están menos interesados en asumir riesgo. Como resultado de ello, disminuyó el atractivo de los mercados emergentes y de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
“Las administradoras de fondos deberían reducir su exposición a los activos de riesgo antes de que caiga el grupo de los BRIC” comentó Walter Molano, jefe de investigación en BCP Securities.
En realidad, la idea de que mermó el atractivo de los BRIC se confirma con el reciente desempeño de las acciones, en especial en América latina. Este año, el índice de acciones FTSE All-World subió 4% mientras que los papeles emergentes cayeron en la misma medida. Las acciones latinoamericanas retrocedieron 4,5% y las chilenas el doble.
Sin embargo, quizás sea equivocado extrapolar una visión global sobre los flujos de capitales provenientes de las acciones. Por ejemplo, la recuperación prolongada había dejado a los mercados de acciones latinoamericanas a punto para una toma de ganancias. Aún ahora, los coeficientes precio/ganancia chilenos siguen siendo cercanos a su promedio de cinco años, estima HSBC. Las acciones brasileñas se encuentran cerca de 6% arriba, y Colombia y México, casi 20%.
“La inversión en acciones es sólo un componente de los flujos de las carteras, que a su vez forman parte de los flujos de capital totales”, aseguró Neil Shearing, economista de mercados emergentes en Capital Economics. “En Brasil, la inversión extranjera directa sigue siendo particularmente sólida”.
Que el capital se aleje de los mercados emergentes, al menos en América latina, queda confirmado con otros activos. Globalmente, se vendieron bien los bonos este año porque mejoraron las expectativas de crecimiento. Sin embargo, apenas se amplió el
spread
de la deuda latinoamericana en moneda dura por encima de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, en el índice EMBI+ de JPMorgan.
Los
credit default swaps
(CDS), que miden el riesgo de incumplimiento, reflejan algo similar: Los
spreads
de los CDS soberanos de Perú a cinco años subieron un punto básico a 114.
Los bonos en moneda local se vieron perjudicados por la creciente inflación. El mes pasado, los inversionistas extranjeros se deshicieron de bonos del gobierno brasileño por US$ 500 millones. Pero no ocurrió eso en términos generales. “La semana pasada, vimos que ingresaban capitales a los fondos de bonos emergentes,” comentó Maarten- Jan Bakkum, administrador de fondos de ING Investment Management. “El poderoso giro de largo plazo hacia los mercados emergentes todavía se mantiene”.
Las monedas cuentan una realidad similar. Los bancos centrales latinoamericanos intervinieron fuertemente desde que el ministro de finanzas de Brasil, Guido Mantega, advirtió en septiembre que la denominada “guerras de divisas” estaba dañando la competitividad de los fabricantes locales.
Sin embargo, a partir de entonces el real brasileño avanzó otro 3% respecto del dólar, al igual que las monedas de México y Chile. Si bien las divisas latinoamericanas se debilitaron levemente este año, el real ponderado por el comercio y ajustado a la inflación se mantiene 25% por encima de su promedio de cinco años; los pesos de Chile y Perú se encuentran cerca de 5% arriba.