Por Michael Mackenzie en Nueva York
Para los temerarios, a la hora de la verdad siempre está la Reserva Federal.
Tras el comunicado de la semana pasada de la Fed, Ben Bernanke abrió la puerta a otra ronda de alivios cuantitativos (QE, en inglés) con la compra de valores hipotecarios, en caso de que la economía siga sin ganar impulso.
La noticia de que el “Bernanke expansivo” sigue vivo es música para los oídos de los corredores de valores de renta variable y commodities. Para ellos la consiguiente debilidad del dólar a medida que la Fed dispara los temores de inflación al expandir su balance podría ser una bendición. Sin embargo, si la Fed da marcha atrás el costo final sólo sería prolongar la naturaleza irregular de la recuperación desde la crisis financiera.
A pesar del repunte del mercado de renta variable desde comienzos de octubre, un crecimiento de dos dígitos en las ganancias corporativas y la confirmación de que la economía creció a una tasa anualizada de 2,5% en el tercer trimestre, la Fed está enfocada en el mercado inmobiliario y el desempleo, que sigue en 9%, demasiado alto para las autoridades.
“A pesar de un esfuerzo extraordinario, poco convencional y controvertido, la Fed está teniendo dificultades para cumplir al menos uno de sus mandatos, que es el mayor empleo sostenible que una economía puede alcanzar”, afirma Neal Soss, economista jefe de Credit Suisse.
“A fines de 1999, el profesor Bernanke acusó al Banco Central de Japón de una parálisis autoinducida. Con seguridad no le gustaría recibir la misma crítica”, agregó.
El rumbo hacia una mayor flexibilización puede leerse al comparar los dos últimos comunicados de la Fed. Dada la inestabilidad en los mercados de deuda de la eurozona, la Fed podría estar consciente de que una futura ronda de QE ayudaría a absorber cualquier liquidación a gran escala de valores hipotecarios por bancos e inversionistas en caso de otra caída en el sistema financiero. Más aún, el cambio del lenguaje de la Fed refleja cómo sus esfuerzos para reducir más las tasas de interés de largo plazo realmente no están funcionando.
Por ejemplo, la diferencia entre tasas de interés de 30 años y los intereses del bono a diez años del Tesoro está en dos puntos porcentuales, muy arriba del mínimo de febrero de 1,28 punto porcentual. En otras palabras, los dueños de casas deberían obtener tasas hipotecarias de al menos medio punto porcentual menos si los mercados funcionaran adecuadamente. Por eso el renovado interés de la Fed en comprar posiblemente grandes cantidades de valores hipotecarios con la meta de acortar la brecha.
Los probables perdedores del QE3 serán los tenedores de hipotecas que están en peligro de ser refinanciadas a tasas menores, eliminando las actuales ganancias de los inversionistas. Transferir riqueza de los inversionistas a los dueños de viviendas podría hacer más popular a las autoridades, pero valdrá de poco si el QE3, al igual que sus dos predecesores, no logra impulsar una recuperación sostenida de la economía.
Como hemos visto con QE1 y QE2, las expectativas de inflación se disparan con la masiva compra de bonos, lo cual infla los precios de commodities y afecta a los consumidores. Un nuevo QE sólo repite el modelo de los últimos dos años, cuando los altos precios de la energía y los alimentos contribuyeron a caídas en la economía.