por Hugh Carnegy y
Peter Spiegel EN Cannes
Las espantosas ideas y vueltas de los líderes europeos han seguido en las últimas dos semanas con sus vanos esfuerzos por controlar la crisis de deuda soberana aumentando la pregunta respecto de si la eurozona es incapaz institucionalmente de manejar la emergencia.
Cuando el actual plan de rescate fue revelado en las primeras horas del 27 de octubre, Nicolas Sarkozy, el presidente de Francia, dijo a los periodistas que era “ambicioso, creíble y durable”.
A los pocos días esas palabras fueron lanzadas a su cara cuando George Papandreou, el primer ministro griego, apareció para torpedear el plan anunciando un referéndum sobre el plan, provocando otra sacudida en los mercados.
El referéndum fue posteriormente descartado, pero sólo luego de una confrontación en las vísperas de la reunión del G20 en Cannes con Sarkozy, Angela Merkel, la canciller de Alemania, y otros líderes de la Unión Europea. Ellos no habían tenido ninguna advertencia previa de la movida de Papandreou.
Mientras tanto, los esfuerzos se estancaron para impulsar el financiamiento del fondo de rescate de la eurozona, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) de 440 mil millones de euros, captando inversión externa a través del Fondo Monetario Internacional.
La demora está frenando el objetivo de usar el FEEF para proveer una barrera que detenga la propagación del contagio de deuda de Grecia a otros países vulnerables.
Sarkozy y Merkel fueron dejados en la humillante posición como líderes europeos de solicitar ayuda a otros países del G20, ninguno de los cuales estuvo dispuesto a hacer un fuerte compromiso en la ausencia de detalles convincentes de cómo la eurozona resolverá sus problemas.
Las autoridades europeas habían esperado que el trato de tres frentes en octubre -un segundo rescate a Grecia de 130 mil millones de euros, una recapitalización de la banca europea de 106 mil millones de euros y un aumento en el poder del FEEF- recuperaría la confianza de los mercados financieros que ellos habían desperdiciado en el último año y medio.
Muchas de esas mismas autoridades ahora admiten en privado que la batalla pública con los griegos ha hecho un nuevo daño a sus esfuerzos por recuperar la credibilidad, tal vez por un período extenso.
Barack Obama aludió a esta situación cuando dejaba la reunión del G20. El presidente estadounidense bromeó que en los últimos días tuvo un “curso rápido” sobre las intrincada política europea. “Hay demasiadas instituciones en Europa. Tratar de coordinarlas es difícil y toma tiempo, pero creo que avanzamos”. Pero más que expectativas reales sus palabras sonaron a una lejana esperanza.