En la era soviética, por lo general la gente se enteraba de una crisis política cuando, en lugar de noticias, la radio y la televisión emitían partes del “Lago de los Cisnes”. Hoy el equivalente al ballet de Tchaikovsky es el mensaje “aplicación no disponible”. Cuando aparece en un sitio web en Rusia, lo que sea que uno busque seguramente habrá sido víctima de los hackers de Kremlin.
Sucedió esta semana, mientras el primer ministro Vladimir Putin enfrenta su peor crisis desde que llegó al gobierno en 2000.
Las elecciones legislativas hace una semana concluyeron en una vergonzosa caída para su partido Rusia Unida. Aunque el Kremlin realizó un masivo fraude electoral, el partido perdió 77 escaños frente a los comicios de 2007.
Sin embargo, centenares de personas y activistas registraron la intervención, y se desataron numerosas protestas durante la semana pasada.
Sin embargo, no está claro que la oposición pueda mantener el impulso en medio de la llegada del frío invierno (boreal). Por esta razón muchos dudan que Rusia pueda experimentar su propia versión de la Primavera Árabe.
Pero aunque el régimen parece a salvo por ahora, está claro que el modelo Putin de democracia manejada ya no está funcionando.
Cada vez menos ciudadanos miran la televisión, el método usual de control mental desde la era soviética. Y aunque Putin intentó culpar a EEUU por las protestas, son pocos los que toman en serio esa paranoia tipo “guerra fría”.
Muchos rusos parecen cansados de su gobierno de 12 años y temen que sume más. En septiembre anunció que postulará en marzo a un mandatos de seis años, mientras el actual mandatario Dmitri Medvedev dijo que asumiría como primer ministro.Ambos creyeron que el anuncio impulsaría las chances de Rusia Unida, pero todo resultó ser un grave error de cálculo. La creciente clase media rusa, que hace una década saludó a Putin por poner orden en la vida post comunista, ahora rechaza el estilo paternalista del régimen.
Muchos analistas además atribuyen el movimiento al deterioro de la economía y la rabia por el enriquecimiento de gente de su círculo. Hasta ahora una especie de pacto no escrito decía que los rusos aceptaban la corrupción a cambio de una mejor vida.
Lo claro es que Putin ha perdido el aura de invencible que tuvo alguna vez.
Ahora la pregunta es cómo reaccionará al cambio de circunstancias. Poco creen que Putin impulse una liberalización, pero una represión podría ser explosiva.
Vladimir Pribylovsky, analista político independiente, dice: “Simplemente quiere no hacer nada y esperar lo mejor”.