Por April Dembosky
Para Kevin Systrom, diseñar una buena aplicación para iPhone es como cocinar una comida gourmet. Tal como un chef top de Chicago que sirve un plato de tofu sobre una esencia de lavanda para que los comensales puedan inhalar el aroma con cada bocado, dice, el diseñador de productos debe darle a las personas una sensación de sorpresa y deleite cuando encienden sus teléfonos.
“Lo que creamos soluciona una necesidad, como el hambre, pero al mismo tiempo, debe ser visualmente estimulante y entretenido de interactuar con él. La comida siempre ha sido una parte importante de lo que pienso sobre la tecnología”.
Con sólo 28 años, Systrom puede no ser un gran chef, pero a la cabeza de su propia y exitosa compañía de aplicaciones para compartir fotografías, Instagram, sus creaciones han abierto el apetito de muchos. A comienzos de mes Facebook compró la empresa, que tiene tan sólo dos años de existencia y apenas trece empleados, por US$ 1.000 millones.
La principal función de Instagram es “embellecer” las fotografías, dice Systrom. Tras captar una imagen con la cámara del teléfono, las personas pueden aplicar una variedad de filtros o detalles a la imagen: agregarle bordes, sombras o tonos sepia, y resaltar los colores y sombras. La foto modificada puede luego ser subida rápidamente a la red social de preferencia, ya sea Facebook, Twitter, Flickr o Tumblr.
En su corto tiempo de vida, Instagram ha reunido a más de 30 millones de usuarios y, particularmente entre los jóvenes, se ha convertido al mismo tiempo en un nuevo verbo y un canal de comunicación. Los expertos en marketing, también, se han estado registrando en masa, posteando fotos de abrigos Burberry y cafés de Starbucks. Pero los mayores fanáticos son las personas con inclinaciones artísticas.
Systrom es él mismo un entusiasta del arte y para los estándares de Silicon Valley, un absoluto esteta. En una fiesta de cumpleaños recientemente insistió en regalarle a los invitados copas champañeras especialmente decoradas, recuerda un amigo. En su lista de deseos para regalos había un lujoso set de utensilios de servicio cerámicos.
“Kevin se fija en detalles que la mayoría de nosotros pasamos por alto”, dice Clara Shih, una amiga y colega emprendedora.
Systrom creció en un suburbio de Boston. En la secundaria adoraba su clase de historia del arte. Cuando tenía 17 años quería ser DJ y con el permiso de sus padres se escabullía a los clubes nocturnos en la ciudad para practicar sus habilidades como mezclador.
Llegó a California para estudiar ciencias de administración e inversiones en Stanford, donde participó en un programa intensivo de emprendimiento de nueve meses. En su ensayo de postulación, escribió sobre Miguelángel y Donatello, a los que describió como emprendedores de una primera era. “Él realmente es un gran pensador”, dice Tina Seelig, directora del programa. “Ama la tecnología. Pero la entiende como una caja de herramientas para su imaginación. Si uno piensa en Miguelángel usando el mármol, él usa el software”.
Aunque juega a construir sitios de Internet y se considera a sí mismo como “un nerd de las matemáticas”, Systrom nunca estudió ciencias de la computación. Su primer empleo fue en Google, donde trabajó en el equipo de marketing para Gmail, y luego en desarrollo corporativo, investigando potenciales blancos de compra. Luego se fue a NextStop, un sitio de recomendaciones de viajes, donde aprendió el código. Al año siguiente, Facebook compró NextStop. Pero él quería desarrollar sus propias cosas.
Obtuvo financiamiento y junto con Mike Krieger cofundó Burbn, una aplicación de geolocalización similar a Foursquare. “Trabajamos en Burbn por seis meses pero no fue a ningún lado”, dijo Systrom a Financial Times en agosto. “Lo que a la gente más le gustaba de Burbn era postear fotos. Los dos amábamos la fotografía. No era difícil entender que debíamos enfocarnos en eso”.
Construyeron Instagram en ocho semanas, y un día después de su lanzamiento, se habían inscrito 25 mil personas. Llegaron a los 2 millones antes de contratar a su primer empleado, 12 millones antes de su segundo aniversario y 30 millones antes de lanzar la versión Android de su aplicación, hace apenas unas semanas.
La popularidad de Instagram en las redes sociales visuales lo convirtieron en una amenaza lo suficientemente real para Facebook como para que la red social estuviera dispuesta a pagar un premio por adquirirla. Incluso en las últimas semanas antes de la operación, Systrom parecía enfocado en el largo plazo, contratando nuevos empleados y recaudando millones de grandes inversionistas.
“Tenía toda la intención de ir a lo grande”, dice Rob Abbott, jefe de Egg Haus, una firma de diseños para teléfonos móviles, que compartía escritorios con Systrom y Krieger en un espacio de trabajo común.
En un rango de humilde a arrogante, Systrom se ubicaría como una persona saludablemente confiado. Tiene opiniones fuertes, se expresa bien y no le teme a ser diferente, dicen sus amigos, agregando que Instagram no será la última compañía que lance.