“Donde uno no puede hablar, debe pasar en silencio”. El filósofo Ludwig Wittgenstein estableció así los límites a nuestro discurso. No escribiré del dolor y la ansiedad de los seres humanos golpeados por las fuerzas de la naturaleza. Pero persiste la necesidad de evaluar las consecuencias para Japón y el resto del mundo. Ha postergado mis planes de comentar sobre los esfuerzos de reforma de la eurozona.Si hay alguna civilización habituada a tales tragedias es la de Japón. Su gente se sobrepondrá. Esto parece cierto. Una pregunta mayor es si puede surgir algo más positivo de la tragedia. Los políticos nipones están en juicio. ¿Pueden sostener el ánimo de unidad nacional? Y si puede, ¿lo usarán para sacar a Japón de los problemas de las dos últimas décadas?¿Cuáles son entonces las consecuencias económicas de una calamidad en esta escala? Directamente, destruye riqueza y perturba la economía. En este caso es notable el impacto de la calamidad sobre actitudes hacia (y el futuro de) la industria nuclear global. También hay que compartir las pérdidas entre aquellos afectados directamente y las aseguradoras, públicas y privadas. Luego llegará el brote de reconstrucción, que reasigna el gasto y, en un momento de holgura económica, es probable que también lo eleve. El impacto sobre el gasto, a su vez, afectará las posiciones monetaria y fiscal del país y su balanza externa.Todo esto está claro, cualitativamente. Es mucho más difícil hacer estimaciones cuantitativas razonables, entre otras razones por la crisis nuclear en marcha. A su manera concienzuda, Goldman Sachs hizo una estimación del costo total del daño a los edificios, instalaciones productivas y es de unos 16 billones de yenes (unos US$ 198 mil millones). Eso sería casi 1,6 veces la destrucción del terremoto de Hanshin en 1995, que devastó Kobe. Como este terremoto fue más poderoso, no resulta sorprendente. Si esta cifra es correcta, el costo sería 4% del producto interno bruto y menos de 1% del patrimonio nacional. Pero el mercado accionario japonés ha perdido US$ 610 mil millones desde el viernes, 12% del PIB – probablemente una sobrerreacción.Es probable que la disrupción económica esta vez sea más severa que en 1995, en parte por las interrupciones en la energía eléctrica. Mucho depende de cuánto duren. Si persisten hasta fines de abril, dice Goldman Sachs, es probable que haya un rebote en el tercer trimestre. Si siguen durante 2011, es probable que el PIB se contraiga a lo largo del año.No obstante, parece muy improbable que el impacto sea del mismo orden de magnitud que el de la crisis financiera global. Eso hizo caer el PIB nipón en 10% entre los primeros trimestres de 2008 y 2009, la mayor declinación en el Grupo de los Siete países de altos ingresos. El impacto de este shock sin duda será mucho menor.
El golpe a las aseguradoras será grande. Las estimaciones iniciales de pérdidas van en un rango desde US$ 10 mil millones a más de
US$ 60 mil millones. Estos cálculos han estado subiendo de modo constante desde el azote del terremoto. Podría estar entre los desastres más caros de la historia. Más aún, sigue a dos grandes terremotos en Nueva Zelandia y a inundaciones en Australia. La industria global de los seguros se verá puesta a prueba. Pero los gobiernos son las aseguradoras de último recurso. Esto también será cierto en Japón. La industria bancaria perderá dinero. Pero las cifras de pérdidas no sugieren que esto sea demasiado difícil de soportar.
Los desembolsos fiscales relacionados con el terremoto de Hanshin ascendieron a 5,2 billones de yenes (US$ 64 mil millones) en cinco años. Si el costo para el gobierno tras el terremoto actual fuera 1,6 veces el del primero, el total sería de unos US$ 100 mil millones, o casi 2% del PIB anual y un promedio anual de 0,4% del PIB a lo largo de, digamos, cinco años. También habrá algún impacto en los ingresos fiscales. Es demasiado pronto para confiar en estas magnitudes. Aún así, estas sumas son demasiado pequeñas para tener algún peso significativo en la solvencia fiscal.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos prevé que los pasivos brutos del gobierno de Japón serán de 204% del PIB para fines de 2001, y los pasivos netos de 120%. También anticipa un déficit fiscal de 7,5% del PIB este año. Con esas cifras, el costo preliminar de la reconstrucción tras el terremoto casi parece una bagatela. Más aún, el impacto de corto plazo en el gasto debería ser benigno. En el cuarto trimestre del año pasado, el PIB estaba 4% por debajo de donde estuvo en el primer trimestre de 2008. Hay un espacio sustancial para aumentos en la demanda y las alzas correspondientes en el producto.
Algunos observadores se preguntan si el gobierno japonés puede permitirse el gasto adicional. No es necesario. Japón puede y sin duda pagará estas sumas relativamente modestas. El sector privado nipón tiene un excedente financiero suficientemente grande como para cubrir el déficit del gobierno y exportar capital. Japón en su conjunto es el mayor acreedor del mundo, con activos netos en el exterior iguales a 60% del PIB. En breve, los activos del sector privado de Japón exceden con mucho los pasivos de su sector público.
La deuda del gobierno es un mecanismo por el cual los japoneses se deben dinero a sí mismos. En algún momento, sin duda, esa deuda se convertirá en impuestos, abiertos o encubiertos (este último a través de la inflación y recortes en el valor de la deuda gubernamental japonesa). Como los ingresos del gobierno son 33% del PIB, subir los impuestos no tendría que ser tan difícil. La idea de que el gobierno se enfrenta a una crisis fiscal inminente luce bastante extravagante.
El banco central tiene un rol importante en la provisión de liquidez, lo que ha hecho. A medida que el capital japonés vuelve a casa, el yen subirá. Las autoridades deberían responder tratando de mantenerlo bajo. Mi percepción desde hace tiempo es que nunca debería haberse permitido al yen subir tanto. Afrontado con determinación, eso habría detenido la deflación.Entretanto, el gobierno ha tenido la oportunidad de unir al país en torno a un programa de reformas y contención. El foco de tal programa no serían esfuerzos para elevar el crecimiento de la productividad. Desde 1990, el producto por hora de Japón ha crecido tanto como el de EEUU. Un problema mayor para Japón yace en el excedente de ahorros empresariales. Una política que incentive a las empresas a distribuir más ingresos a los accionistas ayudaría. Si eso pasara, los planes para reducir los déficit fiscales en el largo plazo también deberían funcionar.Es en la adversidad que un país muestra su espíritu. Los japoneses sin duda lo harán en esta ocasión. Depende de sus líderes ponerse a la altura del espíritu de las personas. Si son capaces de hacerlo, de un gran desastre puede venir un renacimiento.