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Hay problemas creciendo en Yemen
El fin de juego es la salida de Saleh, quien prometió renunciar en 2013. Pero sería mejor para Yemen que se fuera antes.
Por: | Publicado: Jueves 17 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
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La primavera árabe se enfría. El derrocamiento de regímenes opresivos en Túnez y Egipto ha sido seguido por el bombardeo de Muammer Gaddafi de su propio pueblo en Libia. En Yemen también hay un déspota aferrándose al poder. Ali Abdullah Saleh hasta ahora no ha enfrentado una insurrección. Pero el impulso en su contra se está armando. En semanas recientes, varias tribus influyentes se han unido a la oposición y las protestas están creciendo. En un país donde se dice que todos los miembros de la población tienen tres armas, son señales ominosas. El fin de juego es la partida de Saleh: al prometer renunciar en 2013, lo ha concedido. Pero sería mejor para Yemen que se fuera antes.
Saleh puede agradecer a cuatro factores por su supervivencia. Primero, yemen es sobre todo una sociedad rural: sólo tres de cada 10 habitantes viven en ciudades. Eso hace más difícil organizar un levantamiento. Segundo, la oposición sigue dispersa y sin líderes. Tercero, EEUU, que ve a Saleh como aliado útil en la lucha contra el islamismo militante, sigue respaldándolo. Cuarto, su red de patronazgo aún consigue el apoyo de algunas tribus y clérigos.
Pero este frente se está agrietando y Saleh está sintiendo la presión. En febrero, ofreció incluir a la oposición en un gobierno de unidad. Este mes prometió un referendo sobre una nueva constitución, pasando de un sistema presidencial a uno parlamentario.
La oposición rechazó ambas propuestas, diciendo que no podía convencer a la calle con las promesas de Saleh. Eso es comprensible, El gobierno de tres décadas de Saleh está salpicado de promesas rotas. Incluso su oferta de no presentarse a la reelección en 2013 no recibe pleno crédito, considerando que no cumplió con un compromiso parecido en 2006.
Sin embargo, de no haber un alzamiento masivo, las negociaciones siguen siendo el mejor modo de sacar a Saleh del poder. La oposición debe apretarse la nariz y abrir conversaciones: EEUU debe presionarlo para que acceda a las demandas legítimas por reformas democráticas. Antes de que las negociaciones comiencen, Saleh debe probar a la oposición que no sólo quiere ganar tiempo. Sacar a algunos de sus parientes de sus cargos en el aparato estatal sería una señal de que está preparado para actuar además de hablar.
Lo que está en juego es mucho. Si el enfrentamiento entre Saleh y la oposición se convierte en una guerra civil, existe el riesgo de que las afinidades pudieran atrapar a los sauditas e iraníes en lo que pudiera convertirse en un mini Congo en la península árabe. Tal desastre debe evitarse a cualquier costo.
Saleh puede agradecer a cuatro factores por su supervivencia. Primero, yemen es sobre todo una sociedad rural: sólo tres de cada 10 habitantes viven en ciudades. Eso hace más difícil organizar un levantamiento. Segundo, la oposición sigue dispersa y sin líderes. Tercero, EEUU, que ve a Saleh como aliado útil en la lucha contra el islamismo militante, sigue respaldándolo. Cuarto, su red de patronazgo aún consigue el apoyo de algunas tribus y clérigos.
Pero este frente se está agrietando y Saleh está sintiendo la presión. En febrero, ofreció incluir a la oposición en un gobierno de unidad. Este mes prometió un referendo sobre una nueva constitución, pasando de un sistema presidencial a uno parlamentario.
La oposición rechazó ambas propuestas, diciendo que no podía convencer a la calle con las promesas de Saleh. Eso es comprensible, El gobierno de tres décadas de Saleh está salpicado de promesas rotas. Incluso su oferta de no presentarse a la reelección en 2013 no recibe pleno crédito, considerando que no cumplió con un compromiso parecido en 2006.
Sin embargo, de no haber un alzamiento masivo, las negociaciones siguen siendo el mejor modo de sacar a Saleh del poder. La oposición debe apretarse la nariz y abrir conversaciones: EEUU debe presionarlo para que acceda a las demandas legítimas por reformas democráticas. Antes de que las negociaciones comiencen, Saleh debe probar a la oposición que no sólo quiere ganar tiempo. Sacar a algunos de sus parientes de sus cargos en el aparato estatal sería una señal de que está preparado para actuar además de hablar.
Lo que está en juego es mucho. Si el enfrentamiento entre Saleh y la oposición se convierte en una guerra civil, existe el riesgo de que las afinidades pudieran atrapar a los sauditas e iraníes en lo que pudiera convertirse en un mini Congo en la península árabe. Tal desastre debe evitarse a cualquier costo.