Hay dos grandes razones para dudar de un auge de crecimiento en la economía global
Aunque el debate actual se centra en si el salto de la inflación será transitorio, es hora de reflexionar sobre la posibilidad de que la repunte del PIB sea más fugaz de lo esperado, a medida que surgen grietas en los motores de EEUU y China.
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Ruchir Sharma*
Aunque los economistas esperan que el auge de reapertura de la economía mundial se prolongue durante los próximos trimestres, hay dos razones cada vez más urgentes para cuestionar su fuerza y duración: China y Estados Unidos. Las dos superpotencias son las locomotoras del crecimiento global, pero están apareciendo grietas en sus motores económicos.
China por sí sola representó más de un tercio del crecimiento de la economía mundial durante los últimos cinco años. Hoy, una desaceleración de un punto porcentual en China reduce un tercio de punto del crecimiento del PIB global, por lo que el mundo tiene motivos para preocuparse cuando Beijing aprieta los tornillos. Eso es lo que está sucediendo con la actual represión al sector tecnológico.
En los últimos años, a medida que las industrias de la vieja economía de los sectores de productos básicos y manufactura se han endeudado y decaído, el auge de China ha sido sostenido por una nueva economía, concentrada en el sector tecnológico. Durante la última década, la participación de la economía digital en el PIB de China se ha cuadruplicado a un asombrosamente alto 40%.
Pero los gigantes tecnológicos podrían representar un desafío permanente para el partido gobernante en un momento en que intenta revivir los valores socialistas de los primeros años revolucionarios. China no tenía ningún magnate que valiera más de US$ 10 mil millones hace una década; ahora tiene casi 50. Durante el año pasado, China generó 238 nuevos multimillonarios, más del doble que cualquier otro país. La mayor parte de esa riqueza surgió de la tecnología.
La represión se ha presentado como un movimiento saludable para contener los monopolios o como un intento del Estado para obtener el control de los macrodatos. Sin embargo, también es una respuesta nada sorprendente del Partido Comunista a esta explosión sin precedentes de riqueza y desigualdad.
Esta nueva campaña sigue un antiguo patrón, que se remonta al menos al zar de la economía Zhu Rongji a principios de la década de 1990. China se ha convertido en una superpotencia económica en las últimas cuatro décadas a medida que el Estado se retiraba, liberando a los capitalistas para generar crecimiento. Pero a veces los administradores estatales intervienen para restringir el capitalismo cuando sus aparentes excesos, de corrupción o burbujas de deuda o desigualdad, se vuelven demasiado evidentes para su gusto.
A menudo, la campaña ha ido acompañada de una desaceleración de la economía, pero termina antes de que el daño vaya demasiado lejos. Hace casi una década, Beijing lanzó una campaña anticorrupción masiva que derribó a muchos magnates, que pronto fueron reemplazados por una nueva generación de multimillonarios de la tecnología.
Esta vez, las apuestas parecen más altas. Es difícil ver cómo cualquier otro sector podría compensar un impacto en la economía digital, y el daño ya está claro. Desde que comenzó la represión, la capitalización de mercado de la tecnología china se ha reducido en un tercio, o alrededor de US$ 1 billón (millón de millones). El auge de los unicornios de la nueva tecnología se ha secado. Y no está claro que Beijing esté preparado para retroceder todavía, dado lo poderosos que se han vuelto los gigantes tecnológicos y la creencia generalizada de que los datos son el nuevo oro.
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EEUU suelta el acelerador
Estados Unidos es el segundo motor económico del mundo y representa alrededor de una quinta parte del crecimiento mundial durante los últimos cinco años. Muchos analistas asumen que la recuperación global recibirá un gran impulso de los US$ 2,5 billones en ahorros adicionales que los estadounidenses acumularon durante la pandemia y que presumiblemente ahora gastarán a medida que la economía se reabre por completo. Sin embargo, no es así como se han comportado los consumidores en el pasado.
Como señaló un reciente artículo de Barron's, los ahorros excesivos se han liberado en juergas de gastos solo en países que fueron derrotados y desestabilizados en la guerra, donde los consumidores temían que su moneda pronto pudiera perder valor. En Estados Unidos, el último gran episodio de ahorro forzoso se vio durante el racionamiento de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos ganó y, en lugar de gastar mucho después de la guerra, los estadounidenses se quedaron con esos ahorros adicionales durante años.
Las condiciones son similares ahora. Los estadounidenses han optado por gastar solo alrededor de un tercio de sus cheques de estímulo pandémico, ahorrando o pagando sus deudas con el resto. La nueva variante Delta amenaza ahora con reforzar esta cautela.
Estados Unidos también se está acercando a un "acantilado fiscal". El nuevo gasto del gobierno caerá en picada en los próximos meses. La mayoría de los economistas confían en un crecimiento del consumo extra fuerte para compensar el menor gasto público. Pero la historia no está de su lado. Después de una oleada de estímulo, el crecimiento tiende a retroceder rápidamente.
Las señales de problemas en el motor están apareciendo en China y EEUU, que en los últimos años han representado más de la mitad del crecimiento mundial. Si bien el debate en los mercados financieros se centra en si el repunte de la inflación será transitorio, es hora de reflexionar sobre la posibilidad de que el auge económico resulte más transitorio de lo esperado.
* Estratega global en jefe de Morgan Stanley Investment Management y autor de "Las diez reglas de las naciones exitosas".